Prensa Opión Obrera 26 Agosto - Septiembre 2013
LA IZQUIERDA Y
EL CHAVISMO
Los grupos de
izquierda se limitan a sus conversaciones, sobre todo en sus escritos,
mientras se niegan a desarrollar claramente sus programas o plataformas de
lucha. Esta situación de la izquierda le sirve a los fines de la política
chavista como su complemento si no plantea una alternativa concreta ante la
debacle que se avecina. El fracaso del nacionalismo no es valorado con la debida importancia,
mientras, se deja que las organizaciones comunales, sindicatos y cooperativas,
sean el furgón de cola de los partidos y las comparsas que sostienen al capital.
Todos los grupos se creen el núcleo fundamental. Hasta
allí es lógico aunque absurdo para el resto, el problema está en creer que
ellos son individualmente la única salida, mientras tanto no crecen y se
degeneran dando las consagradas opciones
desde su grupo, las cuales han de seguir –más bien leer– todos los demás.
Hasta con una sola consigna de lucha ante los problemas
más graves del país, como propuesta para realizar una actividad en común, no se
atreven, les da vergüenza hasta salir a la calles con una pancarta que la
refleje, no pasan de consejos divinos o declamaciones.
Hoy el chavismo-madurismo atraviesa la crisis
inevitable de los movimientos nacionalistas, sus apetencias diferentes y contrarias
a las aspiraciones de los trabajadores le impidieron avanzar y llevaron la
economía del país al desastre. Antes que luchar por conseguir la autonomía
nacional y el desarrollo de la industrialización prefirieron competir, en el
marco del enriquecimiento, con los empresarios y no complicarse con los
intereses de los trabajadores.
Ninguna propuesta solo exhortaciones
Si no son capaces de organizar, en la calle, actividades
con consignas sobre el salario que es consumido por la inflación, contra la
tercerización, contra el negocio de las importaciones y los servicios que
sostienen a la banca y a las empresas parásitas, se convierten en agentes de ficción
ante el pueblo.
Las movilizaciones que conmueven a Brasil en fecha
reciente indican que los gobiernos de centro izquierda de origen, pero ya pasados
plenamente al campo del puro discurso y la corrupción, se les agotaron sus márgenes
de maniobras. En Venezuela no descartamos algo similar. Los intentos facciosos
de la derecha, que generaron las crisis de abril y diciembre del 2002, se produjeron
como respuesta a recuperar a PDVSA para sus fines. Tras sus primeros tres años,
el gobierno de Chávez no podía permitir más que PDVSA fuese administrada por
sectores del antiguo régimen adeco copeyano. Al colocarle la mano a PDVSA se
originó el levantamiento de la ultraderecha, este punto máximo de crisis fue
superado por las jornadas gloriosas e históricas de la masas y de los
trabajadores pero no fue utilizada para derrotar fulminantemente a la oposición
de derecha y avanzar sobre las tareas pendientes con los trabajadores … se prefirió
desmovilizarlos y pactar con el enemigo, meses más tarde se les inyectó, a la
derecha, vida a través de los carnavales electorales y sus frutos en los cargos
donde hay dinero.
Con los trabajadores fue diferente, primero se
prefirió obligar, vía ley interventora, a elecciones a la vieja CTV
contraponiendo como candidato por parte del gobierno a Aristóbulo Istúriz,
personaje ajeno al movimiento obrero. Luego de la derrota del candidato de la
“izquierda” por la vieja burocracia adeca, crearon la UNETE como central sindical
nacional y a los trabajadores petroleros le impusieron un sindicato decretado
por arriba, SINUTRAPETROL en PDVSA. Estos dirigentes petroleros aprobaron la eliminación
de dos conquistas históricas del proletariado petrolero, el comisariato y el
ingreso del 66,6% de la nómina por parte de los sindicatos, más tarde, para
continuar violando la contratación colectiva petrolera, impusieron una nueva
federación sindical, la FUTPV, donde mediante elecciones, la plancha
bolivariana, tutelada por Ramírez y los gerentes regionales, coparon la nueva
directiva sindical. A partir de allí se imponen los contratos colectivos como
les parece y cuando les parece sin la más mínima consulta con los trabajadores.
Por último, crean la FSTB, que hasta hoy no ha dirigido una sola lucha en todo
el país y es tan artificial que tiene por directivos hasta personajes con
cargos de dirección (patronos) en las instituciones que representan como en INPSASEL
o el ministerio para la salud.
Lo más grave, ante esta perspectiva, es que no se
vislumbra a la izquierda como alternativa; disgregada, sin consignas ni planes
concretos, sólo párrafos de letanías sobre consejos, deseos o mandatos. Nadie
ha expresado el menor interés en la apertura de una discusión sobre la
alternativa a oponerse al Estado capitalista que encarna la opresión de las
diversas clases del pueblo; a través del PSUV y sus acólitos, PCV, TUPAMAROS, PRV,
PODEMOS, Marea Socialista, PPT, Gayones, El Militante o la CMI, han capitulado
en la lucha por el socialismo y forman parte del gobierno. Pero este debate no
es para mostrar erudición, ni hacer teatro, tenemos que responder a esta
necesidad, convocar a trabajadores y oprimidos e invitar a los jóvenes a
asumir una organización tras una plataforma de lucha.
A esta propuesta muchos le temen y otros, más sencillo,
no les conviene, su objetivo es venderse más caro al gobierno, en la época de
la sequía. En Venezuela se necesita un partido de la clase obrera
revolucionaria y la visibilización como alternativa de gobierno y de poder para
representar la independencia de la clase obrera frente a las otras clases
sociales.
Es necesario un Frente de Izquierda y de los Trabajadores
que encare la lucha con otros objetivos y métodos. El primer paso es clarificar
que el agravamiento de las condiciones de vida del pueblo es el resultado
directo del agotamiento del "modelo rentista", y que las salidas a la
crisis que se barajan son todas gravosas para los sectores populares.
Frente a esta situación planteamos un programa de
defensa de los trabajadores –salario mínimo igual a la canasta familiar, aumento
general de salarios, respeto y derecho a
la contratación colectiva, reconocimiento inmediato de los derechos
laborales de los trabajadores, no a la tercerización, luchar contra los
despidos y el desempleo, democracia en las organizaciones de los trabajadores y
en contra de la burocracia sindical, eliminación de los impuestos al salario y
su reemplazo por tributos al gran capital, reorganización urbana para paliar la
crisis habitacional y del transporte público–, al mismo tiempo que denunciamos
la desorganización económica y la devaluación de la moneda, oponiéndole el
rechazo al pago de la deuda externa y la nacionalización del sistema
financiero y de los resortes fundamentales de la economía.
Iniciemos la convocatoria a la unidad de los
trabajadores, las comunidades y los pueblos originarios en torno a objetivos
comunes: ¡CONSTRUYAMOS UN FRENTE DE IZQUIERDA Y LOS TRABAJADORES!
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