Opción Obrera es la sección venezolana de la CRCI (Coordinadora por la Refundación de la IV Internacional)

Propulsamos el desarrollo de una política proletaria al seno de los trabajadores tras su independencia de clase y una organización de lucha para su liberación de la explotación e instaurar El Gobierno de los Trabajadores, primer paso hacia el socialismo.

Ante la bancarrota capitalista mundial nuestra propuesta es que:


¡¡LOS CAPITALISTAS DEBEN PAGAR LA CRISIS!
¡LOS TRABAJADORES DEBEN TOMAR EL PODER!



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miércoles, 9 de noviembre de 2016

Trump y la desintegración del orden político internacional

Trump y la desintegración del orden político internacional



Antes que el xenófobo y fascistoide Donald Trump se alzara con la presidencia de los Estados Unidos, el régimen político y económico de la mayor potencia del planeta ya había dado poderosas muestras de desintegración. La deuda pública norteamericana, que se triplicó en la última década, supera el 100% de su producto bruto. El rescate capitalista de la bancarrota del 2007-2008 ha hipotecado las finanzas públicas. Pero no sacó al país del pantano económico, lo que se expresa en la caída de la inversión y el rendimiento del trabajo, por un lado, y en el agravamiento de la miseria social, por el otro. Los que buscan los “brotes verdes” en la economía yanqui se solazan con una caída de la tasa de desocupación del 10 al 5% entre 2009 y hoy. Pero ese indicador oculta que, en el último lustro, se ha triplicado la proporción de norteamericanos de entre 25 y 50 años que han dejado de buscar trabajo. Del mismo modo, la desocupación juvenil roza el 15%. La victoria de Trump, incluso en bastiones históricos del aparato demócrata, ha traducido una monumental insatisfacción popular, de cara al crecimiento de la polarización social y la inseguridad de la existencia. A comienzos de este año, Trump era sindicado como uno de los “freaks” de la interna republicana, esto es, un candidato sin chances y por fuera del respaldo del aparato partidario. Su victoria expresa la desintegración, no ya de su propio partido, sino del conjunto del régimen político norteamericano. Pero esa crisis, en la primera potencia del planeta, expresa al conjunto del orden económico y político que emergió de la caída de la URSS.

Defol encubierto y proteccionismo

A pocas horas de su victoria, Trump anunció un plan de obras públicas que debería financiarse en base a un aumento de la emisión y de la deuda pública. Pero ese reendeudamiento vendría acompañado de una licuación de la “vieja” deuda, como consecuencia de una desvalorización del dólar que ya se ha puesto en marcha. Este defol encubierto es un golpe severo a los grandes acreedores de EEUU, como China y Japón. Por otra parte, el antagonismo con China sería reforzado con trabas a las importaciones de ese país, las cuales, de todos modos, ya existen bajo la actual administración. Obama-Clinton, además, han parido un tratado “transpacífico” dirigido, precisamente, a aislar comercialmente a China. Como muchos de sus anuncios, los planteos proteccionistas de Trump son la expresión extrema de tendencias preexistentes – en este caso, de la agudización de los antagonismos comerciales que impone la bancarrota capitalista internacional, una de cuyas expresiones es la sobreproducción y sobreinversión en China. Estos planteos, sin embargo, entran en choque con los intereses de las corporaciones y sus esquemas de fabricación “globales”, que se extienden a los países asiáticos o a la maquila mexicana. A partir de estos límites, los llamados de Trump a incentivar la producción local podrían servir de coartada para impulsar una reforma laboral antiobrera al interior de sus propias fronteras, extorsionando a los obreros que lo votaron a resignar condiciones laborales y salariales a cambio de un eventual puesto de trabajo. Como todo nacionalista, Trump utilizará la coartada de la guerra comercial para acentuar la presión sobre la clase obrera. Pero también se servirá de ello como presión hacia México, Europa, China y América Latina, para arrancarle mayores concesiones a las inversiones de las corporaciones norteamericanas.

El nuevo presidente derechista también ha anunciado “mano dura”, una advertencia que tiene lugar en medio de grandes rebeliones de los negros y latinos pobres contra los atropellos policiales. También en este punto, Obama-Clinton hicieron “escuela” con duras represiones y el reforzamiento del Estado policial. Entre los escándalos que sacó a la luz la campaña electoral, se revelaron los vínculos privados entre Hillary y los “servicios” de inteligencia (FBI), o sea, un estado conspirativo. En ese marco, muchos núcleos de inmigrantes registraron altas votaciones en favor de Trump, a expensas de quienes reclamaban el voto en nombre de las “libertades públicas”.

Guerra y crisis mundial

En el curso de esa campaña, Trump llamó la atención con sus arrebatos belicistas en materia de política exterior. Pero también en este punto, recorrerá la saga que ya han abierto los demócratas. Cuando la campaña electoral finalizaba, Obama-Clinton lideraban una escalada militar de la OTAN sobre la ciudad de Mosul, en nombre de combatir a un Ejército Islámico que prohijaron sus aliados turcos y sauditas bajo la vista gorda de la administración demócrata. Pero el objetivo estratégico de esta ofensiva a sangre y fuego es la re-ocupación militar de Irak y, principalmente, la plataforma de una avanzada decisiva sobre Siria. El intervencionismo militar directo e indirecto del imperialismo yanqui está a la orden del día, y Trump cabalgará sobre esa tendencia. El magnate derechista, mientras tanto, le ha reclamado a la Unión Europea su “falta de colaboración” en el sostenimiento financiero de estas empresas bélicas. Ello preanuncia la tentativa de avanzar sobre la maltrecha unión del viejo continente, que asiste a un agravamiento de sus bancarrotas financieras en Alemania e Italia. Trump, al mismo tiempo, coquetea con una alianza con Rusia, otro expediente contra la UE y, principalmente, contra China. Pero un acuerdo con Putin sería también un intento de penetración financiera en Rusia, cuya economía debe ser rescatada de otra crisis de sobreproducción- la de los hidrocarburos. Las tendencias a la guerra y a la recolonización económica son una expresión necesaria de la crisis capitalista, que debe proceder a una liquidación de capitales sobrantes y de fuerzas productivas largamente postergada.

De Washington al “patio trasero”

De conjunto, la victoria de Trump es un golpe al gigantesco andamiaje político de contención de la crisis capitalista que ha tenido como ejes al Departamento de Estado, al Vaticano, a la troika europea y –con menos modales- a la OTAN. Si estos concertadores han fracasado, también es cierto que las expresiones derechistas que han emergido de estas crisis tampoco han alumbrado una salida. El establishment norteamericano y mundial buscará ahora una “aproximación” a Trump y, naturalmente, a su agenda derechista. A su turno, Trump ha anunciado que gobernará “para todos”, en un intento por arrimarse al gran capital y al sistema político que había cerrado filas con Clinton. Pero por debajo de estos movimientos, subyace el impasse social y económico de los Estados Unidos, que no puede resolverse con gestos diplomáticos. La camarilla de Trump tendrá que vérselas con esas contradicciones y arbitrar sobre un Congreso dominado por los ajustes de cuentas y las tendencias a la desintegración de sus partidos. El sistema político de la principal potencia del planeta ha ingresado en un régimen de manotazos y crisis permanentes.

La escalada de reendeudamiento anunciada por Trump, junto a la inestabilidad financiera internacional, podrían servir de pretexto para una suba de las tasas de interés que, de todos modos, ya había anticipado la actual administración del Banco Central norteamericano. Pero un reflujo de recursos hacia Estados Unidos dejaría pedaleando en el aire a los “emergentes” que se han servido de las tasas de interés bajas o incluso negativas para reciclar y aumentar sus propias hipotecas, como ocurre, en primerísimo lugar, con el gobierno Macri. El multitudinario elenco de diputados, senadores y legisladores argentinos que viajaron en estas horas a EEUU para saludar la victoria de “la amiga de Wall Street” ha vuelto trasquilado. El gabinete del “retorno a los mercados” se ha topado con la desintegración económica y política “del mercado” al cual ha apostado su futuro.

Izquierda

La victoria de Trump en la interna republicana no fue el único fenómeno que dio cuenta de una desintegración de los partidos históricos de la burguesía americana. Entre los demócratas, la candidatura de Sanders, que se embanderó con reivindicaciones sociales, le dio una dura batalla a Clinton. Todas las encuestas durante las primarias daban cuenta que Sanders le ganaba a Trump, lo que no aparecía seguro con Hillary como candidata. Los 10 millones de votos que obtuvo Sanders en las internas muestran que no hay una derechización homogénea de la situación política, sino un principio de polarización que Sanders no desenvolvió. Aunque luego de la interna sus bases y activistas le reclamaban una postulación independiente, Sanders se alineó con Clinton con el argumento de “enfrentar a la derecha”. Con el mismo planteo, buena parte de la opinión pública progresista o democratizante del continente llamó a votar a Hillary Clinton. Pero los obreros que seguían a Sanders optaron por Trump, hartos de los rescatistas democráticos del capital financiero. Así, el progresismo mundial cayó en el más temido de sus pecados políticos –o sea, fueron “funcionales a la derecha”. Estamos ante una poderosa lección para la izquierda de Estados Unidos y mundial: si la polarización social que desarrolla la crisis es la excusa para que la izquierda se alinee con los agentes centristas o clericales del capital financiero, entonces esa izquierda cargará con la responsabilidad de entregarle la dirección de las masas a los fascistoides.

La función de una izquierda revolucionaria, por el contrario, es hacer emerger una polarización política de la crisis capitalista, entre los defensores del capital y la guerra, de un lado, y un programa y una salida para los explotados, del otro. En EEUU, el fascista y flexibilizador Trump no tiene nada para ofrecerle a la clase obrera, que tiene planteado hacer emerger un partido propio de esta desintegración política. En Argentina, esta convicción debe servir para que trabajemos, en los días que quedan, para que esa perspectiva se exprese a través de una gigantesca demostración política del Frente de Izquierda, en la cancha de Atlanta.


Marcelo Ramal Partido Obrero Argentina

viernes, 24 de junio de 2016

Victoria del Brexit: derrumbe de Europa y del Reino Unido


Victoria del Brexit: derrumbe de Europa y del Reino Unido


El referendo británico es una expresión de la completa impasse a la cual han arribado la zona euro y la Unión Europea, en el marco de la crisis mundial que estalló con Lehman Brothers hace ocho años atrás.

La votación en Reino Unido ha dado la victoria a la salida de la Unión Europea. El Brexit (irse de la Unión Europea) superó por más de un millón de votos al Remain (quedarse), y consolidó una clara victoria. El premier David Cameron anunció su salida en octubre y abre un proceso de crisis entre los conservadores. El Brexit no sólo es un impulso para que el Reino Unido comience un proceso de desmembramiento a partir de la posible salida de Escocia e Irlanda del Norte, sino que plantea un impulso al Grexit (renovación de la salida de Grecia) y al Frexit (salida de Francia), esto es, el golpe de gracia a la Unión Europea (UE) y al orden económico y mundial de la posguerra. Comienza una nueva era en Europa y se abre un proceso de aceleración de los ritmos de la crisis mundial.

Se asiste a un "viernes negro" global. Milán cayó casi un 12%, Londres un 5%, Franckfurt 7%, París 8,5% y Madrid 11%, y Tokio un 8%. Las primas de riesgo europeas subieron. La libra esterlina se desploma: cayó en Asia un 12% con respecto al dólar y un 8% en relación al euro (The Economist, 24/6). China teme un derrumbe de sus exportaciones a Europa y ya se avizora un crecimiento menor al pronosticado. Auguran también el fin del negocio de las “clearinghouses”, que son aquellas que negocian con títulos en defol –los “buitres” europeos y norteamericanos.

Irlanda del Norte y Escocia

Desde Sinn Fein declararon que “el gobierno británico ha perdido el mandato para representar a la gente de Irlanda del Norte”. Esto significa que desconocen al gobierno y marcan el fin del Reino Unido. Sin embargo, Irlanda del Norte votó mayoritariamente por quedarse en Europa. Irlanda del Norte e Irlanda comparten fronteras, por lo que su relación se verá afectada. También Irlanda del Norte verá recortado el rescate financiero que recibe de la UE, así como por su economía orientada a las exportaciones, principalmente con la UE. Irlanda del Norte disputa ser la nueva base de las firmas financieras europeas. La mayoría de los partidos norirlandeses apoyaron el Remain, y la manera de quedarse en la UE es convocando a un referéndum.

Los escoceses votaron masivamente en favor de la permanencia, con el 62%. La primera ministra del SNP (Partido Nacionalista Escocés), Nicola Sturgeon, ha manifestado que los resultados reflejan que los escoceses quieren ser “parte de la Unión Europea". Queda planteada la posibilidad de un nuevo referéndum independentista, justamente porque con el Brexit, Escocia se queda afuera de la UE. Para Sturgeon la mejor manera de defender su lugar en Europa es liquidar su lugar en el Reino Unido. Las elecciones también se hicieron en Gibraltar, con un voto mayoritario para quedarse en la UE, lo que abre una nueva crisis y la posibilidad que se convierta en una nueva Hong Kong.

Crisis del régimen político

Es el fin de Cameron y su ministro de finanzas, Osborne –de quien muchos también están pidiendo la cabeza. Es el fin de los que el año pasado ganaron holgadamente las elecciones presidenciales. Cameron había convocado el referéndum a principios de año impulsado por ese resultado y por la victoria en el referéndum escocés, y para evitar la fuga de votantes hacia la extrema derecha antieuropeísta. Presentó como prenda de cambio mejores condiciones para la City. Cameron perdió la guerra al interior del partido. Pero la crisis política no se va a solucionar con su renuncia. Desde distintos medios se indica que esta fractura de los conservadores puede generar "daños irreversibles" al partido (El País, 24/6).

Antes que el reemplazo por el vencedor –y también Tory– Boris Johnson (ex alcalde de Londres), se habla de Theresa May, responsable de denegar los cupos de inmigrantes y de enfrentar al movimiento obrero británico. Esta ministra sería la "transición moderada". La alternativa es una carta de apoyo firmada por dirigentes de la oposición conservadora, pero generaría que la extrema derecha de Farage (del fascista Ukip) capitalizara la victoria.

A su turno, Nigel Farage declara que es el "día de la independencia británica". La derecha fue la cara visible de la campaña por el Brexit, basándose en un discurso chovinista y antimigratorio. Sin embargo, todavía la burguesía no está dispuesta a ceder protagonismo para el ascenso de la extrema derecha. Los votos en favor del Brexit se sustentan en la base conservadora y en el abstencionismo del votante laborista. La monarquía decidió no jugar un papel pleno en la disputa a favor del "Remain", y guardarse su papel de árbitro en lo doméstico. Sabe que esta batalla no la compromete tanto como un desmembramiento de Escocia e Irlanda del Norte, que es lo que se viene.

El “Lexit” (Brexit desde la izquierda) no pesó en la elección y tuvo intervenciones marginales, no pudiendo subvertir el clima nacionalista de la campaña por el Leave (salir). Su campaña no logró levantar ánimos en las masas obreras, golpeadas por el ajuste y subordinadas al laborismo o al discurso xenófobo tory.

La caída en desgracia de Cameron es un golpe al régimen político, y lejos de beneficiar al líder laborista Jeremy Corbyn (aunque en el corto plazo pueda hacerlo), lo golpea también como perdedor de la campaña por la permanencia. En los centros industriales (como Birmingham), bastiones del laborismo, la crisis económica y la pobreza y malestar creciente, le dieron una victoria al Leave. Desde The Economist se explica el Brexit por la irresponsabilidad de Corbyn, quien no se había puesto al hombro la campaña y estaría especulando con la salida de Cameron para asumir el poder. Dos diputadas laboristas van a intentar llevar adelante una moción de confianza contra Corbyn. Vamos a un escenario de mayor fragmentación.

Europa

Merkel convocó para el lunes a Hollande, Renzi y Tusk para preparar el Consejo Europeo. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, había declarado que el Brexit no supondrá una “renegociación” de las relaciones del país con el bloque comunitario, sino que “Fuera es fuera”. Tsipras dijo que la UE “camina hacia el abismo”. El Brexit significará el reforzamiento de fuerzas nacionalistas, proteccionistas en muchos países de Europa, y sin dudas, el reforzamiento de la guerra comercial y financiera. El ministro italiano de Economía, Pier Carlo Padoan, ya había afirmado que en el seno de los “Veintiocho” (UE) ya se ha producido una fractura, independientemente del resultado del referéndum británico. El Frente Nacional de Francia (Le Pen) está prometiendo a los votantes su propio referéndum. Hoy Francia está en segundo lugar -primero Grecia- en su euroescepticismo. Una nueva encuesta de Pew encuentra que el 61% de los votantes franceses tienen una opinión desfavorable de la UE. El reforzamiento de tendencias nacionalista puede llevar a que nuevas fugas se den en el marco de la UE, junto a nuevas crisis políticas y fracturas del régimen.

Cameron dice que invocará el artículo 50 del Tratado de Lisboa, que establece las normas para la negociación de la salida de un estado miembro. Eso daría a los dos lados dos años para finalizar un acuerdo. Si se llega a un acuerdo, Gran Bretaña tendría que caer de nuevo en el comercio con la UE en el marco de la Organización Mundial del Comercio (reglas de la OMC), lo que implicaría aranceles y el fin del trato especial para los servicios financieros.

Perspectivas

El referendo británico es una expresión de la completa impasse a la cual han arribado la zona euro y la Unión Europea, en el marco de la crisis mundial que estalló con Lehman Brothers hace ocho años atrás. La economía británica arriba a esta situación después de un largo período de desindustrialización, agravado desde la caída de los precios del petróleo y la acentuación de la competencia china. La economía británica quedó, en este cuadro, cada vez más sujeta al papel de Londres como centro financiero, ello, en medio de una agudización de la crisis financiera internacional. Este cuadro se conjuga con la crisis política causada por la irrupción masiva de los refugiados al continente, a causa de las guerras imperialistas. La caída masiva de las bolsas revela que aún no existe un plan B del capital internacional después del referéndum, más allá de los recursos políticos para dilatar la aplicación del Brexit. En la reconfiguración de las relaciones comerciales entre el Reino Unido y la UE ingresarán otros aspectos de la guerra de rapiña que tiene lugar en el marco de la sobreproducción mundial -por caso, la discusión sobre el acuerdo de libre comercio entre la UE y Estados Unidos, por un lado, y los reclamos de China para que las barreras al ingreso de sus productos al continente sean definitivamente allanadas, por el otro. Vamos a un salto en las convulsiones políticas y económicas que surcan al continente europeo, y que exige de la izquierda una acción política independiente de los bloques capitalistas que se disputan los escombros del continente.


Emiliano Monge Partido Obrero Argentina