Adónde va el Medio Oriente
La
crisis desatada en Europa por la ola de refugiados de Medio Oriente y el norte
de África elevó la crisis en esta región a un nuevo estadio internacional. El
régimen migratorio de la Unión Europea fue sacudido de cabo a rabo, cuando aún
se hacían sentir los peligros para la zona euro planteados por la bancarrota de
Grecia. Alemania se vio sometida de inmediato a una crisis política, por ejemplo
con la resistencia a la recepción de refugiados por parte del estado de
Baviera. Significativamente, en el gabinete de Merkel empezaron a circular
iniciativas para confiscar las propiedades sin alquilar en su territorio para
paliar la escasez de espacios habitacionales para acoger a los refugiados. Ni
más ni menos. La crisis humanitaria de los refugiados había sacudido a la
opinión pública de todos los continentes.
Es
precisamente en estas circunstancias, o sea cuando la crisis de la periferia
invade a las metrópolis que la desataron, que Rusia decide intervenir
militarmente en Siria. La situación creada en Europa era una prueba irrefutable
del fracaso de los planes políticos de los estados imperialistas para
‘pacificar’ a Siria como a Irak y convertirlas o consolidarlas como estados
títeres. Putin justificó la intervención rusa como el recurso necesario para
que la desintegración de esos países no se transforme en una crisis
directamente mundial, e incluso que la huida de refugiados la afecte a ella en
un plazo relativamente corto. En contraste con la política occidental, Putin
planteó de inmediato el envío de tropas sobre el terreno –incluso de la guardia
revolucionaria de Irán. Irán, Irak y Rusia anunciaron un acuerdo de intercambio
de informaciones; la dictadura militar de Egipto saludó la intervención militar
de Rusia.
El
objetivo invocado para la intervención fue el combate al Estado Islámico, pero
enseguida quedó claro que era planteado a partir del sostenimiento al gobierno
de Al Assad. El propósito estratégico de Putin es defender su única base en el
Mediterráneo, más necesaria que nunca ante la precaria situación internacional
de su ocupación de Crimea –que comunica a Rusia con el Mediterráneo a través
del Mar Negro. Más allá de esto, para Putin no existe ninguna fuerza con
capacidad para enfrentar al EI fuera del ejército de Siria y de las guardias de
Irán y de Hizbollah. Si faltaba alguna prueba para esto, Obama anunció el cese
del entrenamiento de sectores opositores a Al Assad pocos días después, alegando
un fracaso rotundo en los resultados. Putin contó para su operación con el
guiño de hecho del propio Obama, que pasó a admitir la continuidad de Al Assad
para organizar una transición política en Siria. Putin no hubiera podido enviar
tropas a Siria sin el consentimiento de EEUU y del estado sionista. Esto quedó
de manifiesto, adicionalmente, cuando Netanhyau viajó a Moscú. Dentro de la UE,
Rusia tuvo el respaldo inequívoco de Alemania. Quienes han visto en estos
hechos un retorno a la ‘guerra fría’ tienen el reloj atrasado; asistimos a un
acuerdo político de grandes potencias, incluso si en un futuro inmediato
desatan nuevas crisis internacionales e incluso más violentas. Luego de la
disolución del ejército de Saddam Hussein, en Irak, hace mucho que los
analistas militares norteamericanos han llegado a la conclusión que en
cualquier cambio de régimen que promueva Estados Unidos sería necesario
preservar a las fuerzas armadas del viejo régimen. Cuando se habla de una
transición negociada en Siria, se tiene en cuenta la necesidad de conservar a
las fuerzas armadas de Al Assad. En la reunión que tuvieron en los márgenes de
la asamblea reciente de la ONU, Obama y Putin coincidieron en la finalidad de
asegurar la “unidad de Siria”.
La
intervención rusa representa con toda claridad un golpe para el régimen de
Turquía, pues entierra la pretensión de éste de crear una base al interior de
Siria bajo su tutela para proceder a la liquidación de Al Assad y convertir a
Siria en un satélite. El turco Erdogan buscaba de este modo acabar con el
gobierno kurdo en el norte de Siria –frontera con Turquía–, que había sido el
único en resistir en forma victoriosa al EI, con la ayuda del PKK –el partido
kurdo en Turquía e Irak. También está acusada de complicidad con el EI. ¿Cómo
pretenden Obama y sus secuaces acabar con el EI sin quebrar al principal
régimen político de la región que avala sus acciones militares y sus masacres?
Turquía se ha convertido ahora en un epicentro de la crisis, luego de haber
sido su promotora, incluido su apoyo al EI, del cual esperaba que pusiera fin
al régimen de Al Assad. La necesidad militar había llevado a Obama a apoyar a
los kurdos contra el EI y a chocar también con el gobierno de Turquía, al cual
el curso que han tomado los acontecimientos podría llevar a un colapso. Luego
del aplastamiento de la primavera árabe, el territorio del viejo imperio
otomano podría conocer en poco tiempo una nueva crisis revolucionaria. Los
atentados criminales reiterados contra la izquierda y la población kurda en
Turquía son una confección hecha y derecha de Erdogan, incluso si usa para ello
al EI.
Rusia
repite, contra el EI, la táctica de la Alemania contra la URSS en la segunda
guerra: ataca a los opositores de Al Assad que ocupan el noroeste de Siria,
como Hitler atacó primero a Gran Bretaña y Francia –para cuidar sus espaldas.
Ese sector opositor está representada principalmente por una fracción de Al
Queda –con vasos comunicantes con EI. El gobierno kurdo de esa región ha
declarado su apoyo a Rusia y reclama una autonomía en una Siria unida. Obama y
compañía conocen estos planes de antemano y reconocen su consistencia militar.
Esta unidad de circunstancia entre EEUU y Rusia y entre Obama y Putin, de
ningún modo ponen fin o siquiera limitan las contradicciones explosivas entre
uno y otro. Es la misma unidad que los juntó para imponer a Irán el acuerdo de
control de su programa nuclear por parte de EEUU. Es la unidad de conveniencia
que está tejiendo Arabia Saudita con Rusia, a partir del fracaso de la coalición
militar de los estados del Golfo Pérsico y Estados Unidos para doblegar la
rebelión en Yemen. Asistimos a un acuerdo limitado y circunstancial entre Obama
y Putin, del cual cada uno quiere sacar ventajas en su confrontación de orden
general. En el marco de la bancarrota mundial del capitalismo, la estrategia
del imperialismo es doblegar las resistencias que bloquean su dominación
completa del ex espacio soviético y de China.
Las
mismas razones que empantanaron a EEUU en Afganistán e Irak deberán empantanar
a Putin en Siria, como ya empantanaron a la ex URSS en Afganistán. Rusia, por
otra parte, no tiene los recursos económicos ni políticos para capitalizar una
victoria en Siria, que siempre será transitoria. Afectada por una fuerte recesión
y una quiebra bancaria, los gastos de la acción militar en Siria comprometerán
más su situación económica. La conclusión es que así como contó con la venia
del viejo imperialismo para intervenir en la guerra en Siria, acabará
arreglando una salida con EEUU y la UE, si es que logra consumar el trabajo
sucio de pelear con tropas propias contra las milicias contrarias a Al Assad.
Como
se ha dicho más arriba, el epicentro de la crisis se ha desplazado a Turquía,
cuyo régimen ha fracasado en todos sus objetivos de convertirse en potencia
regional. Asimismo, la ferocidad de la crisis humanitaria y social vuelve a
colocar en el primer plano la cuestión del sionismo y la opresión de Palestina,
cuando el protagonismo gana a la población que habita dentro de las fronteras
de Israel. Es necesario despertar a los trabajadores de todo el mundo a la
necesidad de una acción internacional contra el imperialismo y por la
autodeterminación de las naciones y la revolución socialista.
Jorge
Altamira
10/10/2015
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