LUEGO DEL
BREXIT Y LAS ELECCIONES ESPAÑOLAS
Por la ruptura
de la UE, por gobiernos de trabajadores
El Brexit ha puesto a la orden del día
la amenaza de disolución de la Unión Europea (UE). Es cierto que las tendencias
a la disgregación ya estaban fuertemente instaladas en el escenario europeo.
Pero la salida de Gran Bretaña representa un salto en este proceso.
El Brexit ha puesto a la orden del día
la amenaza de disolución de la Unión Europea (UE). Es cierto que las tendencias
a la disgregación ya estaban fuertemente instaladas en el escenario europeo.
Pero la salida de Gran Bretaña representa un salto en este proceso.
En contraste con el escenario idílico
de “armonía” y “cooperación” que pintaron sus promotores y apologistas, la
Unión Europea ha emergido con su verdadero rostro. La UE no constituye una
superación histórica de las fronteras nacionales. Su creación ha apuntado al
rescate de Estados nacionales devaluados y desacreditados, y ha procurado
restablecer la dominación política de la burguesía europea, comprometida por
crisis políticas recurrentes y por la descomposición capitalista. Mucho antes
que el Brexit, la crisis que estalló en Grecia fue la expresión más concentrada
del grado de explotación y humillación a que fueron sometidos los pueblos de
Europa, en especial los periféricos, bajo los dictados despóticos de la troika
(Comisión Europea, Banco Central Europeo y el FMI), un órgano supranacional
comandado por las grandes potencias y el gran capital.
No se puede colocar, obviamente, un
signo igual entre el Grexit de un país oprimido y el Brexit de un país opresor.
Pero hay una cuestión que debe ser apreciada en toda su dimensión. El voto de
la clase obrera inglesa, afincada en el norte industrial, fue a favor del
Brexit, siendo determinante para el resultado final que arrojó el referéndum.
Los trabajadores, ya no de la castigada Grecia, sino de de una de las
principales potencias, ven a la Unión Europea como una fuente de privaciones,
en sacrificios sin precedentes, y de retroceso en sus condiciones de vida y
laborales.
Polarización falsa
Los trabajadores ingleses, pero lo
mismo vale para el resto de los de Europa, están atrapados en una polarización
ficticia, alrededor de la disputa entre dos bloques capitalistas. Se los llama
a optar entre permanecer o retirarse de la UE, cuando ambas salidas están
unidas a una política de ataque en regla a los trabajadores.
Quienes abogan por la salida de la UE
plantean una devaluación de la libra y lograr una mayor “competitividad” del
Reino Unido, un eufemismo para abogar por una desvalorización de la fuerza de
trabajo.
Un resultado semejante, por otras
vías, es el que depara la permanencia en la UE, a través de la imposición de
ajustes y recortes de conquistas sociales y laborales. Las ilusiones en que la
Unión Europea podía ser una vía de progreso se ha desvanecido. Esta tendencia
se extiende también a la clase obrera de las otras potencias europeas. Es el
caso de Francia, donde asistimos a una rebelión contra la reforma laboral. En
la base de este fenómeno, está la bancarrota capitalista, que transita su
noveno año y que hace su trabajo implacable de topo. La crisis de
sobreproducción y la amenaza de una depresión económica han acentuado las
tendencias a una guerra comercial y financiera entre los Estados.
La atomización nacional del capital
monopolista en Europa no ha sido superada ni por la creación de un Banco
Central ni por una moneda única. Las “ventajas“ que prometía la política de
libre comercio se ha transformado en su contrario, en un factor de agravamiento
de la crisis. Los estados nacionales son más que nunca las herramientas de los
monopolios en la lucha por la supremacía en el mercado mundial. Esta disputa, a
su turno, alienta la competencia ruinosa entre los trabajadores, que los
Estados imponen a través de ajustes en regla.
La izquierda entrampada
La izquierda ha quedado atenazada
entre estas dos variantes capitalistas, y como furgón de cola de los bloques en
disputa. Una franja mayoritaria de la izquierda democratizante rechaza plantear
la ruptura de la UE. Considera que la unificación continental, aún en los
términos actuales, es un eslabón y estadio progresivo en la batalla por una
Europa socialista.
Esta negativa a pelear por la ruptura
de la UE en términos de independencia de clase, favoreció el accionar de la
derecha, la cual comandó la campaña en Reino Unido, con un eje chovinista y
reaccionario, que procuraba disimular el tema económico de la separación. Uno
de los principales heridos por esta elección es el ala izquierda del laborismo,
que apoyó el Remain, pero prefirió hacer una campaña de bajo perfil y terminó
siendo ignorada por su electorado.
La derecha logró explotar a su favor
la corriente "anti-Brexit". Es lo que ocurrió en España, cuando –después
del Brexit– se agitó el carácter chovinista y reaccionario de los
aislacionistas, volcando a una fracción del electorado al voto al PP. La
principal víctima de este proceso fue Podemos, aún cuando aboga por permanecer
en la UE y ha ido adaptándose a las imposiciones de la troika. A la hora de
permanecer en el campo de los ajustadores europeístas, el electorado eligió a su
versión original, no a una copia desteñida.
Los trabajadores están pagando muy
caro esta bancarrota política y teórica de la izquierda. Las tendencias a la
disolución de la Unión Europa, que van de la mano de derrumbe de los regímenes
políticos y de grandes convulsiones sociales, ponen a la orden del día la lucha
por gobiernos obreros que rompan con la UE. El eventual retorno a las fronteras
nacionales, bajo la emergencia de gobiernos de trabajadores, lejos de consagrar
una involución histórica, representaría un progreso político y un salto en la
perspectiva de los Estados Unidos Socialistas de Europa.
Pablo Heller
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