DESPUÉS DEL
BREXIT
Como
dicen los angloparlantes, el Brexit ha sido “an accident waiting to happen” –un
accidente a la caza de su oportunidad. David Cameron, el primer ministro de
Gran Bretaña, contrarió la advertencia que le fue hecha desde varios sectores
acerca del peligro de un referendo para determinar la permanencia o el retiro
de la Unión Europea. Su obstinación obedecía a que sin un apoyo plebiscitario
no podría hacer frente a los problemas crecientes que enfrenta la economía
británica y la City de Londres –y a la crisis que ella ya había generado en el
partido conservador. Recordemos que “Las deudas de corto plazo de los bancos y
entidades basadas en GB llegan al 755% del PBI, según informa la calificadora
S&P, el porcentaje más alto a escala mundial. La mayor parte de esta deuda
está denominada en dólares o euros –que el Banco de Inglaterra no puede
imprimir, y depende de los mercados de capitales mayoristas”. Este escenario se
nubla aún más debido a un déficit de cuenta corriente del 7%, lo que redunda en
un incremento de la deuda externa de 130 mil millones de libras esterlinas, a
lo que se suma una deuda pública del 86% del PBI.
Estos
datos ponen de manifiesto una contradicción sencillamente terminal: la economía
británica tiene la plaza financiera internacional más importante del mundo, o
sea superior al Wall Street en colocaciones externas, con activos cinco veces
el valor del PBI, unos u$s 10 billones, pero carece de una moneda de reserva
que pueda operar como seguro para el conjunto del sistema financiero. La City
de Londres es una ficción financiera, de carácter completamente parasitario.
Con un agravante: que tampoco podría recurrir a una devaluación de la moneda,
porque desataría una guerra comercial, en primer lugar con su principal
mercado, la Unión Europea, y agravaría la hipoteca financiera externa en moneda
doméstica. El viernes último, la libra y las acciones de los bancos ingleses o
con fuertes negocios en Europa fueron hundidas por una fuga de capitales, a
pesar de la inyección de fondos del Bank of England y de los canjes de monedas
activados con la Federal Reserve de Estados Unidos.
Londres
vs Inglaterra y Gran Bretaña
Este
cuadro crítico explica el reiterado intento del canciller del Tesoro, John
Osborne, de producir un violento ajuste presupuestario en medio de un
crecimiento nulo; el PBI, además, había sido sobrevalorado en 18 mil millones
de libras (Financial Times, 14.3.16). La tentativa ajustadora enfrentó una
resistencia de la bancada conservadora, y sólo sirvió para acentuar la división
del partido gobernante. Puso de relieve la contradicción de los intereses de la
City, por un lado, con Inglaterra y el conjunto de Gran Bretaña, por el otro.
La mayor siderúrgica radicada en GB fue sacrificada al mercado de valores
londinense, completamente indispuesto a bloquear la competencia del acero de
China. Esto y las quiebras de las grandes cadenas minoristas operaron como la
última gota de agua contra un ajuste que acicateaba la caldera social.
Por
estas razones la ratificación de la permanencia en la UE, por medio del voto
popular, se presentaba como un fórceps plebiscitario a ser aplicado contra la
democracia parlamentaria radicada en Westminster. La división del propio
gabinete sobre el asunto ponía en cuestión el régimen de gobierno de Comité, el
ejecutivo del parlamento. La victoria del Brexit representa entonces una crisis
colosal de carácter político. El electorado rechazó el maridaje del ajuste
entre la City y la UE. Es un revés para los dos lados de la mesa. La zona euro
atraviesa una crisis monumental, con la mayor parte de su sistema bancario
plagado de activos incobrables (Aristóbulo de Juan, ex director del Banco de
España, El País, 15.4.16), una deflación irresistible y el fracaso de todas las
políticas de incentivo monetario del Banco Central Europeo. El Brexit anticipa
la desintegración de la zona euro.
Vacío
y lucha de clases
La
espectacularidad de la crisis se manifiesta en la renuencia de Camerón, ahora,
a aplicar la decisión del referendo, que ha dejado para octubre. Se habla
incluso de la convocatoria a otro referendo. Boris Johnson, ex alcalde de
Londres y líder del brexismo, salió también a pedir, paradojalmente, evitar el “apresuramiento”,
en coincidencia con Cameron. La dilación de la renuncia de Camerón (que haría
efectiva en octubre), resulta insostenible, en especial porque la UE exige
iniciar enseguida el proceso separación. El vacío gubernamental se advierte
también en la decisión de Escocia de convocar a un nuevo referendo para
separarse de Inglaterra. Todo esto ya lo habíamos advertido el 15 de junio. El
Brexit ha reabierto la cuestión de una unidad Irlanda, que podría ser
apadrinada por la UE.
Nadie
disputa que la derecha comandó la campaña, con un eje chovinista que procuraba
disimular la crisis de la City de Londres –con la excepción quizás del
Telegraph, un diario de derecha que no dejó de lado el tema económico de la
separación. La derecha de la UE aplaudió naturalmente el resultado, e incluso
Trump y Putin. El desarrollo ulterior de la crisis despejará este espejismo de
ascenso derechista, en especial por el incremento de luchas obreras en los
últimos años. En Francia, por ejemplo, el progreso del Frente Nacional enfrenta
ahora una gran movilización obrera contra la contra reforma laboral. El recule
de Johnson respecto a un retiro inmediato es una muestra que la derecha no
puede gestionar la crisis. Los que dicen que una victoria de la permanencia
habría sido un "mal menor", ejercen el subjetivismo. Sobre llovido,
mojado, el derrumbe ha afectado al partido Laborista, que apoyó oficialmente el
Brexit, aunque con divisiones, y fue ignorado por su electorado. No hay que
confundir el Grexit de una nación oprimida con el Brexit de una nación
imperialista, aunque lo más importante sea la dirección política que encabece
aquel retiro. Una podría ser progresiva, la otra es reaccionaria.
Bye,
bye Macri
La
economía estadounidense será muy afectada por esta crisis. El ascenso del
dólar, que ocurrirá por la fuga de capitales de otros centros financieros y de
las naciones más débiles, debilitará el comercio exterior norteamericano y
acentuará las tendencias recesivas. La banca central norteamericana ha agotado
el empleo de recursos para reactivar la economía.
De
un modo general, todo esto afectará negativamente el comercio y las finanzas de
los países de América Latina. Macri y Prat Gay han decido poner buena cara,
pero solamente para la tribuna. La colocación de deuda externa no podrá
proseguir, mientras el déficit fiscal, por otro lado, supera cómodo el dejado
por Kicillof. La versión de que el gobierno Macri ofrece seguridad para atraer
inversores en este cuadro, es una fantasía. Ha quedado demostrada nuestra
tesis, expuesta en forma reiterada, de que el macrismo no ha reunido las
condiciones o recursos, sean financieros, económicos y políticos, para su
política de ajuste y desguace de derechos sociales. La crisis capitalista
mundial pone un límite infranqueable al pastiche económico macrista, que está
sumiendo en la miseria a sectores crecientes de los trabajadores.
Jorge
Altamira
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