Fraude en
Honduras
El triste
final de otra experiencia “nacionalista”
Juan Orlando Hernández, del mismo partido de la derecha de Porfirio Lobo es ahora el nuevo presidente de Honduras |
Los resultados oficiales de las
elecciones hondureñas arrojaron como ganador a Juan Orlando Hernández, del
Partido Nacional, con el 36,8% de los votos. Xiomara Castro, la candidata de
Libertad y Refundación (Libre), del ex presidente Zelaya, obtuvo el 28,8%,
mientras que el Partido Liberal quedó tercero con el 20,3%. Hubo otros seis
candidatos.
Estos números, con toda probabilidad,
son simplemente dibujos. Libre, el partido formado por Zelaya (destituido en
2009, luego de ensayar un acercamiento a Venezuela), impugnó los resultados y
denunció un “monstruoso fraude” que le habría arrebatado la victoria.
De las denuncias de Libre se desprende
la existencia de una aceitada maquinaria de fraude electoral. Mientras que el
promedio de votación por urna habría sido del 61% del padrón, en por lo menos
un 12 por ciento de ellas esa proporción sube sugestivamente al 70%, con
resultados que, en su inmensa mayoría, favorecen al candidato del Partido
Nacional. Al mismo tiempo, más de 2 mil actas electorales fueron enviadas a
“escrutinio especial”, que la propia OEA considera imposible de controlar.
Finalmente, en un 78% de las mesas,
cuatro candidatos no obtienen ni un solo voto. Se sospecha que algunos de estos
partidos menores simplemente vendieron sus credenciales de fiscales al Partido
Nacional. A todo esto, debe añadirse la clásica compra de votos.
Una
derrota cantada
En verdad, Zelaya selló su destino
mucho antes del fraude electoral del pasado 24 de noviembre. Fue en 2010,
cuando el depuesto ex presidente regresó al país en el marco de un acuerdo de
“reconciliación democrática” firmado con Porfirio Lobo, hombre del Partido
Nacional que llega a la presidencia en las elecciones truchas de 2009. En esas
elecciones, donde Zelaya estaba proscripto, votó la mitad del padrón electoral.
Aquel acuerdo consistió esencialmente en la reincorporación de Honduras a la
OEA a cambio del regreso de Zelaya al país y de la anulación de las causas
judiciales en su contra. Bajo el patrocinio de la diplomacia venezolana, Zelaya
cedió en su reclamo de una Constituyente y otros puntos vitales. Por medio del
acuerdo, Zelaya abandonaba en forma definitiva cualquier apelación al
movimiento de masas surgido en respuesta al golpe y que, en definitiva, es el
que le había permitido volver al país.
Pero al distanciarse del movimiento
popular, Zelaya y Xiomara Castro sellaron su propia suerte. Sometiéndose al
acuerdo de la diplomacia imperialista y también de la chavista, se metieron
literalmente “en la boca del Lobo”. En esta segunda oportunidad, Zelaya ni
siquiera apeló a la movilización. Apenas realizó una marcha “pacífica” el 2 de
diciembre, varios días después de la consumación del fraude. A Libre le queda,
de no obtener respuestas favorables del Tribunal Supremo Electoral, recurrir a
la Fiscalía o la Corte Suprema, aunque ambas parecen ser vías muertas.
La estocada del progresismo
latinoamericano fue, esta vez, mucho más veloz que hace tres años. Mientras
Libre impugnaba los comicios, Nicaragua y El Salvador reconocían al nuevo
gobierno. Venezuela se limitó a decir que se trata de un asunto interno de los
hondureños. La prensa centroizquierdista, por ejemplo Borón en Página/12
(26/11), patalea contra Estados Unidos, pero omite señalar este hecho
fundamental.
¿Y
ahora?
Todos los problemas sociales y
políticos que vivía Honduras al momento del derrocamiento de Zelaya siguen
presentes, e incluso han recrudecido. Días después de los comicios, el
activista de Libre Antonio Ardón fue asesinado por los escuadrones de la
muerte, que siguen operando en el país. Una candidata a alcalde de Libre fue
asesinada el 6 de diciembre por dos personas, según los dudosos informes
policiales, por resistirse al robo de un celular.
Además de ser uno de los países más
pobres del continente, Honduras es también uno de los más golpeados por los
carteles del narcotráfico, que han expandido sus actividades hacia allí desde
México. La tasa de homicidios, que en 2012 fue de 85,5 por cada 100 mil
habitantes, “aún sigue siendo la más alta del mundo” (Tiempo, 27/2). Es diez veces
superior al promedio informado por la OMS. “De enero a junio de 2013 sucedieron
4.993 muertes violentas y de estas 3.457 fueron catalogadas como homicidios”,
señala El Heraldo (8/10), que agrega, a su vez, que “en el primer semestre de
este año (hubo) 66 masacres en las que murieron 224 personas. Se considera
masacre cuando en un mismo acto sangriento pierden la vida tres o más personas”
(ídem).
Aunque liberales y nacionales han
jugado en común para desplazar a Zelaya, tendrán ahora sus choques. Ocurre que
el Partido Nacional ha ganado, pero no ha conseguido ni siquiera la mayoría
simple, con lo que no tiene asegurada la presidencia del Congreso. ¿Qué será de
Libre? No es descabellado pensar que muchos de sus dirigentes terminen
regresando al lugar donde todo había comenzado: el tradicional Partido Liberal.
Gustavo
Montenegro
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