Venezuela: crisis bolivariana, crisis
continental
La
crisis, en Venezuela, parece no tener límites. El "tejido social",
históricamente débil, se descompone a un fuerte ritmo como consecuencia de una
inflación que escala sin controles y el desabastecimiento.
Objetivamente, la revolución bolivariana ha llegado a su final: diversos avances sociales, pero también nacionales (recuperación de PDVSA), están siendo arrasados por la marcha de la crisis. Desde diversos sectores del partido oficial, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), se ha denunciado el lucro que obtiene la llamada "boliburguesía", por su acceso privilegiado a divisas oficiales o permisos de importación. Es indudable que se desarrolla una "guerra económica" contra el gobierno, como el acaparamiento o el contrabando de petróleo, pero el terreno ha sido abonado por el fracaso del intervencionismo estatal (burocrático) de contenido burgués, por un lado, y por la permisividad oficial frente a esta misma guerra, por el otro. En los últimos días, esta crisis ha alcanzado un punto extremo con la decisión de prohibir el tráfico comercial y el tránsito de personas en la frontera con Colombia. El contrabando de combustible de uno a otro lado ocurre, sin embargo, desde hace más de una década –incluida la instalación de ductos subterráneos–, es curioso que recrudezca ahora que los precios internacionales están perforando a la economía de Venezuela. Ha habido, se denuncia, un incremento del paramilitarismo colombiano –vinculado con la ofensiva del uribismo y la derecha republicana en apoyo a la derecha de Venezuela, que impulsa una ‘salida' anticipada del gobierno. Un organismo de la ONU acaba de denunciar que el asesinato de activistas sociales ha alcanzado, en Colombia, un nuevo pico (El País, 24/8). Lo delicado del asunto se comprueba por el hecho de que Venezuela co-patrocina las ‘negociaciones de paz' entre las FARC y el gobierno de Santos.
Objetivamente, la revolución bolivariana ha llegado a su final: diversos avances sociales, pero también nacionales (recuperación de PDVSA), están siendo arrasados por la marcha de la crisis. Desde diversos sectores del partido oficial, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), se ha denunciado el lucro que obtiene la llamada "boliburguesía", por su acceso privilegiado a divisas oficiales o permisos de importación. Es indudable que se desarrolla una "guerra económica" contra el gobierno, como el acaparamiento o el contrabando de petróleo, pero el terreno ha sido abonado por el fracaso del intervencionismo estatal (burocrático) de contenido burgués, por un lado, y por la permisividad oficial frente a esta misma guerra, por el otro. En los últimos días, esta crisis ha alcanzado un punto extremo con la decisión de prohibir el tráfico comercial y el tránsito de personas en la frontera con Colombia. El contrabando de combustible de uno a otro lado ocurre, sin embargo, desde hace más de una década –incluida la instalación de ductos subterráneos–, es curioso que recrudezca ahora que los precios internacionales están perforando a la economía de Venezuela. Ha habido, se denuncia, un incremento del paramilitarismo colombiano –vinculado con la ofensiva del uribismo y la derecha republicana en apoyo a la derecha de Venezuela, que impulsa una ‘salida' anticipada del gobierno. Un organismo de la ONU acaba de denunciar que el asesinato de activistas sociales ha alcanzado, en Colombia, un nuevo pico (El País, 24/8). Lo delicado del asunto se comprueba por el hecho de que Venezuela co-patrocina las ‘negociaciones de paz' entre las FARC y el gobierno de Santos.
¿Adónde
va Venezuela? El periodista Andrés Oppenheimer, del Miami Herald, ha
confirmado, en una entrevista con el secretario norteamericano, John Kerry (que
transmitió CNN), que la crisis de Venezuela forma parte de las reuniones y
negociaciones entre Cuba y Estados Unidos. La próxima etapa de la crisis son
las elecciones parlamentarias de diciembre próximo: el chavismo espera obtener
una ratificación –la oposición aspira a usar una victoria para impulsar un
referendo revocatorio para poner fin al gobierno de Maduro. El inmovilismo
descomunal del gobierno (o incluso más, sus golpes ciegos) se explica por el
desafío de esas elecciones: al igual que lo que ocurre en Argentina, los
pronósticos de devaluación y ajuste apuntan al día después de esos comicios.
Para asegurar un triunfo, el oficialismo ha prohibido algunas de las
candidaturas de la oposición y está alterando las circunscripciones –o sea que
podría perder en votos, pero obtener una mayoría parlamentaria. La mediación
cubano-norteamericana estaría centrada en conseguir que las parlamentarias se
desarrollen en conformidad con el oficialismo y la oposición. El desarrollo de
la crisis ha dado una relevancia cada vez mayor al ejército, que se ha
convertido en el árbitro potencial de cualquier salida.
Venezuela
no está sola: la crisis de China ha perforado las posibilidades económicas de
la mayor parte de los gobiernos bolivarianos o similares. China ha frenado los
rescates financieros de países como Argentina, Venezuela y Ecuador, por la
simple razón de que se encuentran en situación de insolvencia. El banco de los BRICS
tiene marcha lenta, acentuada por la crisis enorme de Brasil. La crisis mundial
ha mostrado los límites del nacionalismo burgués que ha surgido en la última
década. Al mismo tiempo, sin embargo, anticipa los límites de una salida de
derecha o de ajuste, que no es viable en el actual contexto internacional, sin
provocar nuevos caracazos o argentinazos.
La
izquierda revolucionaria de América Latina tiene la enorme responsabilidad de
organizar un debate de conjunto sobre esta crisis y una política de salida,
desde un punto de vista socialista. La actualidad de una Conferencia
Latinoamericana es mayor que nunca antes.
Jorge
Altamira
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