07 04 2017 Prensa Obrera Argentina #1453 Por Pablo
Heller
Venezuela: Del autogolpe al golpe
La marcha atrás en el autogolpe promovido
por Nicolás Maduro es una indicador de la grieta y división que impera en el
campo oficialista venezolano. Esa situación atraviesa todos los estamentos del
Estado, desde el Poder Judicial, pasando por el Poder Ejecutivo y la burocracia
estatal hasta las propias fuerzas armadas. Maduro ha tratado de disimular ese
hecho, en especial, intentando exhibir un respaldo cerrado e incondicional de
los militares al régimen bolivariano. Lo cierto es que el paso dado por la
fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega, con declaraciones explosivas
condenando el autogolpe -al que calificó de “ruptura del orden
constitucional”-, sólo se puede explicar por un guiño de la cúpula militar en
este contexto de enorme fractura dentro del chavismo. Si Maduro hubiera
persistido en la virtual disolución del Parlamento, esto hubiera acelerado un
golpe militar. Ya hubo ultimátums militares en el pasado, como el que obligó al
régimen bolivariano a reconocer el resultado de las últimas elecciones
legislativas, donde la oposición conquistó una mayoría abrumadora en dicho
cuerpo.
Descomposición
El auto-golpe de Maduro se ha convertido en
un bumeran, ha precipitado el colapso del gobierno y ofrece la justificación a
los militares para su derrocamiento. Maduro conserva la ilusión infundada de
que puede maniobrar y seguir prologando su mandato y volviendo al estadio
previo al autogolpe. No hay retorno posible. Maduro, a través del autogolpe, ha
terminado escupiendo para arriba y pavimentando el terreno para su
desplazamiento.
Este “autogolpe” y el recule posterior es
el punto culminante de un descomposición cada vez más amplia y notoria del
régimen bolivariano. El régimen plebiscitario de Chávez, que revindicaba para
sí la masividad del voto popular, se ha ido convirtiendo en un régimen de
facto, que gobierna por decreto, con un rechazo mayoritario de la población y
violentando la mayoría de la Asamblea Nacional ganada por la derecha en forma
abrumadora en las ultimas elecciones.
El autogolpe se da en el marco de una
agudización insoportable de la desorganización económica. El desabastecimiento,
la carestía incontrolable que llega al 500% anual, la desvalorización de los
salarios como consecuencia de ello, están haciendo estragos en gran parte de la
población venezolana. A pesar de la escasez de alimentos y productos de primera
necesidad -que son en su abrumadora mayoría de origen importado-, el gobierno
de Maduro viene reservando las divisas para el pago de la deuda externa.
El chavismo ha pagado escrupulosamente,
hasta ahora, los vencimientos de capital e intereses a los fondos
internacionales, a costa de crecientes penurias populares, un freno al gasto de
mantenimiento y a las inversiones de PDVSA y de la infraestructura estatal y,
de un modo general, de los insumos importados, lo que ha redundado en una
progresiva paralización de la producción y en un defol con los acreedores
locales. Empresas extranjeras de servicios tecnológicos han salido del país.
Las operaciones comunes con empresas extranjeras están congeladas.
La suma de la deuda externa de PDVSA y de
la administración nacional es de alrededor de 80 mil millones de dólares, sin
considerar la deuda con China, que es pagada con exportación de crudo y, que
por lo tanto, no reporta ingreso de divisas.
Este descalabro no ha sido un obstáculo
para que Maduro persista en esta orientación, que se empeña en preservar a
fuerza de nuevos ajustes y devaluaciones. Desde comienzos del año pasado, el
gobierno lanzó un paquete de iniciativas económicas en lo que llamó “Agenda
Económica Bolivariana”. Los discursos contra la “guerra económica” ofician como
pantalla, mientras Maduro viene otorgando nuevas concesiones y prebendas al
capital, que van de la mano de un ataque en regla al bolsillo popular.
Entre las medidas económicas sobresalen la
fuerte devaluación de la moneda, la mayor apertura económica al capital
extranjero en distintas áreas, las mayores facilidades a sectores
empresariales, sobre todo exportadores. Además de un mayor endeudamiento,
subsidios a empresarios para la producción local, acompañado de liberación de
precios, la fuertísima depreciación del salario mediante la inflación y
congelamiento en la discusión de los convenios colectivos.
Apenas tres días antes de la disolución del
Parlamento, el gobierno anunció una mayor “flexibilización cambiaria”, que no
es más que una envoltura elegante a una nueva y drástica devaluación.
Esta política de seducción al capital, sin
embargo, no ha servido para revertir la desorganización economica ni la fuga de
capitales, ni el sabotaje empresario. El gran capital internacional toma
distancia del régimen y presiona por acelerar el desenlace de la crisis
política.
El autogolpe fue precipitado por la
intención del gobierno de privatizar las operaciones de PDVSA sin pasar por el
control parlamentario-o sea por decreto. Este golpe en favor de los pulpos
termina de destruir la principal bandera que reivindicaba para sí el chavismo.
Militarización
Los últimos episodios colocan más que nunca
a las Fuerzas Armadas como árbitro de la situación política. Este proceso fue
pavimentado por el chavismo. La militarización creciente del Estado fue
alentada y justificada con el argumento de que se trataba de una militarización
“ bolivariana”. Este proceso, sin embargo, no fue progresivo sino reaccionario.
Históricamente, estos gobiernos de facto han presidido las transiciones entre
un régimen político y social y otro.
El recule del gobierno va a acentuar el
ritmo de la transición. Se van a profundizar las presiones internas y externas
para precipitar un desenlace. Por lo pronto, la oposición fragmentada y de capa
caída, ha recuperado aliento y ha puesto en marcha un plan de acciones
callejeras, con el apoyo de la Iglesia que ha llamado a la “desobediencia
civil” contra el regimen. La Asamblea Nacional, a su turno, activó el proceso
de remoción de los siete magistrados del Tribunal Superior de Justicia que
emitieron la sentencia con la que intentaron atribuirse los poderes del
Parlamento.Por su parte, a nivel internacional, aunque no existe homogeneidad
en el punto, el secretario general de la OEA, con el apoyo de algunos de sus
países miembros -incluido el gobierno argentino y la mayoría del peronismo que
apoya la ‘gobernabilidad’ de Macri-, plantea la aplicación de la “cláusula
democrática” contra Venezuela. Esto significa declarar a Venezuela oficialmente
en defol, porque quita respaldo legal internacional a cualquier préstamo o
financiamiento que solicite el gobierno de Maduro, e incluso a sus operaciones
comerciales. Estamos en presencia de la mayor de las hipocresías: el golpista
Temer, el régimen paraguayo que destituyo, en su momento, al presidente Lugo,
así como los que lo mancaron, aparecen como defensores de la democracia.
Esta en marcha un “cambio de frente de la
burguesía. La derecha alienta una salida golpista, con mas razón si
tenemos en cuenta el fracaso en su
tentativa por hacer prosperar el referéndum revocatorio y el fiasco de la
mediación papal tendiente a buscar una fórmula de compromiso. Qué la derecha
quiere enfrentar el autogolpe de Maduro con un golpe propio alcanza para
mostrar que las apelaciones a la democracia no pasan de la pura demagogia. La
derecha tiene un largo historial de golpes fracasados contra el chavismo, por
lo que ahora sabe que debe apelar al concurso de un sector clave del régimen como
son las Fuerzas Armadas para poder lograr su propósito.
La clase obrera y la izquierda
En Venezuela hay una crisis de poder
irreversible: una definición de la situación política depende de una salida de
poder. El reconocimiento de una crisis de poder significa que el poder oficial
del chavismo es un espectro, cuyo recurso último de defensa no es la
movilización popular, que no quiere ni podría realizar, sino que se asienta en
una esperanza cada vez más lejana, en un respaldo de las Fuerzas Armadas. La
oposición de derecha, por su lado, ya se encuentra llamando a un golpe militar
para implantar su salida ‘democrática’. Es necesario explicar este cuadro
político a los trabajadores para explotar este momento de la crisis y las
etapas subsiguientes de ella para desarrollar una alternativa socialista de la
clase obrera.
La izquierda y la clase obrera deben
emerger como un factor político independiente en la crisis del país que esta
polarizada políticamente por la burguesía. Esto habla de la actualidad de la
batalla por la convocatoria de un congreso de trabajadores, motorizado, en
primer lugar, por el movimiento obrero combativo y la izquierda para aprobar un
programa y una salida obrera frente a la crisis nacional: luchar contra el
desabastecimiento, promoviendo la constitución de asambleas populares que
elijan comités de control y gestión para evitar los negociados y el control
obrero en los lugares de trabajo Asambleas fabriles y sindicales para reclamar
la convocatoria a paritarias y la imposición del ajuste automático de los
salarios frente a la inflación. Terminar con el flagelo de la desocupación y la
tercerización que es impulsado por las patronales a caballo de la crisis,
planteando la incorporación de todo el personal a planta permanente y el
reparto de las horas de trabajo existentes sin disminuir salarios. La fuga de
capitales plantea el problema de la nacionalización de la banca y del comercio
exterior, bajo control directo de las asambleas obreras y, en primerísimo
lugar, la suspensión del pago de la deuda externa. En oposición al autogolpe y
salidas democráticas de derecha y golpistas, llamamos a la izquierda y al
movimiento obrero combativo a discutir e impulsar la convocatoria de una
Asamblea Constituyente por parte de un gobierno de trabajadores.
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