La izquierda
del PSUV apoya el referendo revocatorio
Por Jorge
Altamira
El
ajetreo de las potencias mundiales en torno a la guerra del Yemen y de Siria;
al terrorismo que se atribuye Isis; al golpe en Turquía y las manifestaciones
contra el intento de Erdogan de establecer una dictadura; a la quiebra bancaria
en la eurozona y al Brexit; al derrumbe del precio del petróleo y a las
amenazas financieras que se ciernen sobre Japón; a las advertencias de un
aterrizaje forzoso de la economía de China; a la candidatura chovinista y
belicista de Donald Trump; ninguna de estas preocupaciones ha mermado la
inquietud de esas mismas potencias y
varias otras de dimensiones menores por el desarrollo de la crisis en
Venezuela. El desplome del gobierno de Maduro y la posibilidad de que ocurra lo
mismo con el régimen chavista figura en el tope de la agenda de Obama y de
Cuba; del Vaticano y de la Unión Europea; de las piezas sueltas a las que han
quedado reducidos la Unasur y el Mercosur; y por último, y no por eso de menor
importancia, de la agenda de China –el principal cliente y acreedor de
Venezuela.
Deuda externa,
un espantapájaros
La
descripción de la crisis de abastecimiento que sufre la población y los relatos
de saqueos a supermercados, no significan que en la descomposición de Venezuela
no haya un método. El gobierno se encuentra aplicado al pago riguroso de la
deuda externa, la cual cotiza con un descuento del 40% por el riesgo de un
defol. Esto significa un negocio monumental para los fondos buitres, que han
salido a comprar en manada los títulos públicos bolivarianos. El monto de la
deuda externa venezolana, del Estado y PDVSA, sería de US$ 127 mil millones a US$
150 mil millones, con vencimientos de alrededor de US$ 20 mil millones en los
próximos 18 meses, en tanto que las reservas líquidas serían de US$ 12 mil
millones, Venezuela cuenta con un stock de 600 Tm de oro, luego de haber
vendido cerca de 50 Tm, entre febrero y mayo últimos. El ministro de Economía,
Pérez Abad, ha informado que las importaciones del país han caído de US$ 37 mil
millones a US$ 20 mil millones en los dos años últimos, y que el propósito del
oficialismo es bajarlas aún más, a US$ 15 mil millones, esto para reunir las
divisas necesarias para abonar los vencimientos de la deuda internacional. Para
eso ha recurrido al remedio “clásico” de una enorme devaluación del bolívar,
con la intención de acercarlo a la cotización del mercado negro, que se
encontraba un mil por ciento por encima. La prioridad que se ha otorgado al
pago de la deuda sobre las importaciones, ha sido el disparador (no la causa)
de la crisis alimentaria que parecería crecer sin contención.
(Hace
tres décadas, cuando el régimen estalinista de Ceaucescu logró su propósito de
cancelar la deuda externa de Rumania, sometiendo a penurias inauditas a la
población, acabó derrocado por una tremenda insurrección de masas).
La
salida del defol es propiciada, en forma abierta, por Ricardo Haussman, un
venezolano antichavista que trabaja en la Universidad de Harvard, quien ya
probó fortuna, en enero de 2001, cuando abogó, junto al FMI, por el defol de
Argentina. Esa salida, bajo el gobierno de Maduro, produciría un colapso del
régimen, aún mayor que el que sufrió De la Rua. La mayor parte de la deuda
externa de Venezuela la contrajo el propio chavismo –no puede endilgarle la
responsabilidad a una dictadura militar [N.R.: Después de haber pagado toda la asumida
directamente o de forma refinanciada hasta de forma corrupta por los gobiernos
cuartorepublicanos anteriores]. Para peor, gran parte de esa deuda tiene
su origen en los bonos que el Estado otorgó a los importadores y que terminaron
en la Bolsa de Nueva York. El 40% de esa deuda, por otro lado, está contraída
con China, que es pagada con exportaciones de petróleo. La producción del
combustible, sin embargo, ha caído a los niveles de principios de siglo,
precisamente por falta de financiación de inversiones y la desorganización que
prima en las empresas nacionalizadas. La moneda de cambio de Venezuela, el
petróleo, está prendada a los acreedores internacionales –cuando el precio del
barril, además, se acerca a sus mínimos históricos.
Remate,
rescate
La
expectativa de los teóricos del chavismo (Mommsen, Ali Araque [N.R.:
Altamira se refiere a Bernard Mommer y a Alí Rodríguez Araque]), acerca
de la posibilidad de sustentar un régimen de autonomía nacional a través de la
recaudación de una renta minera internacional extraordinaria, ha terminado en
un espejismo. Solamente una unión federativa y una reorganización social
anti-capitalista dirigida por la clase obrera, puede ofrecer un principio de
salida a los países rezagados. El conjunto de las fuerzas capitalistas y
pro-capitalistas en presencia hacen eje en la deuda externa, para que la
atención popular no se concentre en la necesidad de un gobierno de trabajadores
que asuma la reestructuración de Venezuela sobre nuevas bases históricas. La
pretensión de impulsar la industrialización mediante un corte de importaciones,
como justifica Pérez Abad el desabastecimiento, es un despropósito; eso sólo
podría lograrlo una planificación determinada por la fuerza productiva del trabajo.
En
oposición al programa de compresión de las importaciones para pagar la deuda
externa y atenuar de este modo la presión política internacional, el presidente
del Banco Central, Franklin Méndez [N.R.: En realidad integrante del directorio
del BCV], propone vender los activos que Pdvsa posee en el extranjero y
recomprar parte de la deuda externa con ese dinero [N.R.: Un tercio de los bonos
2016 de PDVSA a vencerse en noviembre ya han sido recomprados con descuento con
el dinero del fondo de jubilación de los trabajadores petroleros que administra
directamente PDVSA]. Sin embargo, si no se hace una recompra a precios
de mercado, Venezuela pagaría 100 lo que vale 60 o aun menos; Méndez plantea
también llevar el precio interno de los combustibles, irrisorio en la
actualidad, al nivel internacional. Desde otros ambientes se plantea renegociar
la deuda con China. De acuerdo a algunas informaciones, China aceptaría el
convite si la renegociación es avalada por la Asamblea Nacional, que controla
la oposición de derecha. La cesación de pagos potencial de Venezuela lleva en
línea recta a la discusión de una transición al post chavismo.
Milicos al
frente
El
enfrentamiento a la Asamblea Nacional mediante un gobierno por decreto, ha
instaurado en Venezuela un régimen de facto. En las elecciones pasadas, el
chavismo perdió sin atenuantes en las zonas urbanas e industriales. En esa
lógica, boicotea el reclamo de que se convoque a un referendo revocatorio. La
designación de Vladimir Padrino, el jefe de las fuerzas armadas, para dirigir
el aparato estatal de distribución de alimentos, subordinando incluso al
gabinete, militariza la disgregación del Estado y la transición hacia un nuevo
régimen político. Algunos claman que se trata del pasaje a una dictadura
castrense, otros de una transición pactada con la oposición de derecha. En
cualquiera de estas variantes, la presidencia de Maduro estaría concluida. Los
sobrinos políticos de Maduro, en posesión de pasaportes diplomáticos, habrían
confesado a la Justicia norteamericana su participación en una red internacional
de tráfico de cocaína. Para llegar a este punto de la crisis no hizo falta
Wikileaks. El cambio de gobierno y de régimen se ha puesto a la orden del día.
Cualquier otra discusión es ociosa. Es necesario concentrar el interés de las
masas en una salida política propia.
La
Unasur, Obama, la burguesía escuálida, el Vaticano se encuentran empeñados
también en dar sustento económico a una transición, la cual consistiría en
liberar el “cepo” [N.R.: Control de cambios] y
culminar la devaluación, que sería complementada con una reestructuración de la
deuda (revalorización). En este plano, Venezuela se convertiría en un paraíso
financiero de corto plazo para quienes comprarían nueva deuda a tasas de
interés varias veces mayores a las que han ofrecido el macrismo o los golpistas
brasileños. Los bloques continentales y los pontífices “que supimos conseguir”,
se reconvierten sin ruido, con el progresismo afroamericano y la
socialdemocracia europea, en instrumentos de una salida contrarrevolucionaria.
La cuestión del
poder
La
izquierda del PSUV (los ex ministros Ana Elisa Osorio y Jorge Giordani [N.R.:
Giordani en días recientes se deslindó de la nombrada y el que se debió
mencionar es Héctor Navarro] y varios militares que acompañaron a
Chávez en el levantamiento de febrero de 1992 (el nombre de golpe se aplica
solamente a la acción de una institución del Estado) han decidido apoyar el
revocatorio que reclama la derecha. Entre los firmantes del planteo hay
personalidades de Marea Socialista, el equivalente del MST de Argentina. Es
evidente que el apoyo al revocatorio es inducido por el reconocimiento de que
la cuestión de poder está “a full”. En condiciones relativamente diferentes,
los anima, sin embargo, la misma ilusión de aquellos disidentes de Syriza que
esperaban que los electores repudien a sus dirigentes incapaces o traidores y
los premien a ellos por representar, en el caso de Venezuela, “el chavismo original”. Seguramente sufrirán
una decepción, pero en todo caso tampoco ese “premio” electoral sería una
salida, porque las masas necesitan, ante la catástrofe que sufren y la que se
avecina, una fuerza política compacta en términos estratégicos.
Es
precisamente esto lo que brilla por su ausencia en los planteos de fuerzas más
avanzadas (por ejemplo PSL, ligada a nuestros compañeros de IS en el FIT),
cuando invocan la necesidad de la “unidad para pelear contra el ajuste”.
Cualquier “pelea contra el ajuste”, si es mínimamente seria o real, plantea la
cuestión del poder. Por gravísima que sea, la crisis en Venezuela no se
desarrolla en términos de “todo o nada”; hay mucho camino para recorrer,
incluso si acontecen sucesos tremendos. La “pelea contra el ajuste” no supera
la caracterización mistificadora de Maduro (y aparentemente del PTS), que
apuntan a una “pelea contra la guerra económica o el sabotaje de la burguesía”.
En ninguno de los dos casos hay un planteo de poder, que es la condición de una
construcción política capaz de intervenir en las distintas etapas que aún
recorrerá este derrumbe social y político. En Venezuela se manifiesta con toda
claridad que la atomización y el faccionalismo en la izquierda revolucionaria
es la consecuencia de una falta completa de estrategia.
[N.R.: Añadido de Opción Obrera: para el
planteo por el poder se necesita un grupo de consignas que movilicen a los
grandes sectores sociales que están pagando los costos de la crisis, pero
nosotros no planteamos una unidad en abstracto si no es acaudillada por el
proletariado y que coloque en perspectiva la lucha por el poder con el gobierno
de los trabajadores. La consigna mágica sería la suspensión inmediata del pago
de la deuda para usar sus recursos en importaciones imprescindibles pero
planificadas en función del control de los trabajadores sobre el monopolio del
comercio exterior (incluyendo a PDVSA) y la estatización y centralización de la
banca. Pero también es imprescindible que los trabajadores sean los que
intervengan, y para movilizarlos, a la par deben estar las consignas transicionales
relacionadas con el salario: uno mínimo igual al valor de la cesta básica
familiar, un aumento general de sueldos y salarios igual a la inflación de un
año, y su indexación mensual también con la inflación.]
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