A
las organizaciones participantes del Foro de Caracas (organizado por el EQUIPO
PROMOTOR POR UNA PLATAFORMA DE IZQUIERDA el 16/01/2016):
Los desafíos y responsabilidades que tenemos
por delante la izquierda revolucionaria son muy importantes cuando asistimos en
América Latina a un proceso político marcado por una gran crisis económica y
social en el marco de una nueva fase de la bancarrota capitalista mundial, por
un lado, y un agotamiento de los movimientos nacionalistas y el progresismo que
venían conduciendo los destinos de nuestros países, por el otro.
En el caso de Argentina, la transición
planteada por la derrota electoral del kirchnerismo y la asunción de un
gobierno de cuño derechista expresa una aguda fractura económica, social y
política. El rescate capitalista de la bancarrota que deja el gobierno anterior
deberá conducir a graves convulsiones sociales y enfrentamientos de fondo entre
las clases. El colapso del kirchnerismo traduce un agotamiento más general del
peronismo, el movimiento histórico que logró acaparar la atención popular
durante décadas y que ha entrado en una descomposición irrevocable. Al mismo
tiempo pone de relieve el fracaso de la tentativa nacionalista del kirchnerismo
en el marco de la crisis capitalista mundial, en la que su papel ha sido el
repago “serial” de la deuda pública con la banca acreedora y el rescate de las
privatizaciones. La derecha que asume la conducción del Estado tendrá que
probar su capacidad de pilotear la crisis económica y poner en marcha un
rescate que exige una confiscación social de gran alcance. La condición para
ello será disciplinar y doblegar a los trabajadores. Vamos por lo tanto, a una
gran pulseada. El Partido Obrero se plantea el desafío de que esta transición
de alcances revolucionarios culmine con un desenlace favorable a los
explotados. Esto plantea una gran iniciativa en el campo del programa y la
acción, pero al mismo tiempo, como condición sine qua non, una delimitación
implacable respecto del nacionalismo en descomposición. Lo cual constituye ya
mismo un terreno de lucha política con la izquierda centrista que mediante
planteos de “frente antimacrista” con el kirchnerismo, se propone contribuir
como furgón de cola a una recomposición del nacionalismo fracasado.
Venezuela es quizás la expresión más
aguda de esta transición, dominada por el fracaso y el agotamiento del chavismo
y el ascenso de la derecha. Estamos frente a una suerte de doble poder entre el
Ejecutivo y la Asamblea Nacional en el marco de una crisis económica de
características catastróficas. El sector mayoritario de la oposición, sin embargo,
tiene conciencia de que este panorama podría desembocar en una explosión social
y está actuando con pies de plomo para evitar que la situación se desmadre.
El problema que enfrenta el gobierno bolivariano,
no es la derrota electoral sino su carencia de una salida superadora a la
política responsable del actual colapso. Este inmovilismo conduce a un
auto-golpe –o sea, a la disolución de la Asamblea Nacional por parte del
Ejército.
Alternativamente, podría conducir a
otro golpe, pactado entre un sector del oficialismo y uno de la oposición.
El oficialismo y buena parte de la
izquierda latinoamericana han atribuido a la “guerra económica” la derrota
electoral, encubriendo la responsabilidad de la camarilla gobernante en la
desorganización económica. El boicot económico que se desenvuelve contra el
gobierno es consecuencia directa del fracaso del intervencionismo estatal, que
nunca alteró la base de la gestión capitalista de la economía.
El movimiento obrero venezolano, a
pesar del creciente desencanto con el régimen, sigue atenazado políticamente al
chavismo. La izquierda ha contribuido a reforzar esa tendencia, llamando a
cerrar filas con el gobierno en nombre de la lucha contra la derecha.
La expectativa de reformar al chavismo
con la consigna del retorno a los orígenes, es un callejón sin salida. Los que
siguen invocando a la “masa chavista” para seguir medrando con la reforma del
chavismo, ni siquiera toman nota de que una parte importante de la masa del
chavismo acaba de pronunciarse con un voto a la oposición y con la abstención.
El impasse que se ha creado pone más
al rojo vivo la necesidad imperiosa de una acción política independiente de la
clase obrera. Los explotados deberían terciar en la crisis política. Pero, para
que ello suceda, es necesario que conquisten su independencia política, romper sus
ataduras al chavismo y formar un partido obrero independiente. La unidad de la
izquierda no es un fin en sí mismo: será útil y progresiva si es una
herramienta en esta perspectiva. Un agrupamiento político clasista debería
evaluar la oportunidad de la consigna de Asamblea Constituyente libre y
soberana que desarrolle un programa de control obrero generalizado, en
oposición al gobierno y a la oposición.
Les deseamos éxito en vuestro debate y
que las conclusiones políticas sean un paso adelante en la batalla por poner en
pie una alternativa obrera y socialista en Venezuela.
Partido Obrero (Comisión internacional
del Comité Nacional)
Buenos Aires, 15 de enero de 2016
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