Izquierda no chavista
confunde brotes fascistas con protesta social
A las acciones de sectores de
ultraderecha, de claro corte fascista que ataca a sus vecinos sin distingo de
afinidad política en la ya acostumbrada polarización entre chavistas y antichavistas,
le llaman reacción popular. Es decir, cuando a todos los vecinos circundantes
no le permiten el paso, ni siquiera en emergencias de salud, atacan
indiscriminadamente y dañan ambulatorios de asistencia social (CDIs),
instalaciones de servicios públicos y deportivos, talan y queman árboles,
transportes colectivos de trabajadores, impiden el paso de todo tipo de
transporte de carga para los comercios, supermercados y hasta de combustible, y
llegan a colocar trampas mortales para impedir el tránsito. Todo esto dentro de
sus urbanizaciones de clase media y sus alrededores, sobre todo si en ellos hay
avenidas o autopistas de tránsito intenso. En resumen, tienen cercadas sus
urbanizaciones impidiendo la entrada o salida de los vecinos de sus propias comunidades,
e impiden todo tipo de intercambio comercial, escolar, inclusive de apremios de
salud.
El gobierno nacional, en un
principio, permitió las protestas –de origen escuálido y no pacíficas– para luego combatirlas con la represión de
bandas parapoliciales, cuerpos policiales, la GNB, y el ejército. Su salida fue echarle más leña al
fuego fomentando enfrentamientos entre sí con saldo importante de muertos y
heridos. Por supuesto que las protestas legítimas e independientes de los
trabajadores, ni ahora ni antes, han sido permitidas por el actual gobierno
como tampoco lo han sido por quienes desde la MUD pretenden sacar al gobierno
para gobernar ellos, como María Corina Machado, la cual pertenece y representa
la oligarquía más rancia del país, otros como vestigios de los viejos partidos
AD y COPEI disfrazados con nuevos membretes representando a los sectores más
reaccionarios de la MUD, sus alcaldes, sus policías, sus medios de prensa, la
televisión apoyada por la derecha gringa e internacional, sus acólitos en
Colombia, Panamá, y la gusanera cubana de Miami.
En la lucha entre el gobierno y
la ultraderecha no cabe para ambos la defensa de los derechos democráticos de
los trabajadores. Lo más grave, si no hay alternativa por parte de estos, será el
recrudecimiento de esta lucha para, a fin de cuentas, salir favorecidos con
acuerdos, a base de pactos muy concretos en contra de los trabajadores.
Es notable que
la mayoría de los caídos de ambos bandos lo hayan sido con certeros disparos en
la cabeza. Estas bandas fascistas no representan ni al movimiento estudiantil
ni mucho menos al pueblo. No es por democracia que así actúan, como dice Ivan
Freites secretario ejecutivo de la FUTPV, ni son estudiantes dándoles ejemplos
a los trabajadores, ¿o acaso Maria Corina, su líder, es proletaria? Marino
Alvarado, coordinador general de Provea (Programa Venezolano de Educación-Acción
en Derechos Humanos) denuncia que “Nicolás
Maduro incitó a la confrontación pueblo contra pueblo”, mientras el Sec.
General del Partido Socialismo y Libertad (PSL), Miguel Angel Hernández, en una
red social alaba un artículo de un periodista argentino que incluye citas como
esta: “El gobierno de Nicolás Maduro
busca sofocar las protestas, pero no puede liberarse de la crisis que alimenta
esa reacción popular”, a lo que cabría la pregunta: ¿cuál reacción popular?
La verdad es que esas bandas,
mejor conocidas como guarimbas, entre sus antojos exigen el que Maduro
renuncie. Expresan delirios como el “a costa de todo”, es decir, de la forma
que sea sin medir consecuencia alguna, en contra de los derechos de los demás,
de la vida de los que no aceptan sus deseos desquiciantes. Por tanto, lo que
indica la permanencia de estos brotes de la ultraderecha es la salida por la
vía fascista como alternativa a los 15 años de gobierno chavista cívico-militar
incapaz de sacar al país del fracaso capitalista, rentista petrolero, tanto por
la situación internacional con su colosal crisis económica y social en el
planeta, como la situación nuestra, en donde continúa deteriorándose la
producción de las empresas básicas de Guayana del hierro, acero y aluminio, lo
cual impacta en las industrias metalmecánicas; la industria del cemento, el
petróleo, la petroquímica; con un déficit descomunal de gas teniendo nosotros
grandes reservas; la electricidad; artículos de higiene personal y familiar
como desinfectantes, lavaplatos, jabón de baño, papel toilet que ahora integran
los rubros de escasez relevante conjuntamente con los alimentos; el agro, con
importaciones del 70% de los alimentos, pollo, carne de res, azúcar, granos,
leche, café, maíz; por otro lado el deterioro ambiental, los botaderos de
basura, la contaminación de los ríos y el mar Caribe, pero en contrapartida la
cerveza, las gaseosas, el yogurt y las
golosinas, para nada reguladas, llenan cualquier depósito en los comercios.
Esa crisis imbatible en el marco
del capital los sobrevivientes del régimen anterior y los vividores del actual
pretenden resolverla haciendo pagar a los trabajadores sus costos. Como la
forma de vivir y enriquecerse es a través de la renta petrolera, es la única
forma para todos ellos salvarse. Para nosotros es evitarlo y salir adelante,
por ello es urgente construir una alternativa política independiente al
desastre en que nos encontramos con dos versiones del capital en pugna.
Requerimos de un programa para responder a las necesidades sociales y no a al
pago de deudas y el traspaso de las divisas a la burguesía parásita por parte
del gobierno que vive de él al calor de la corrupción y que ahora ha renovado
acuerdos con la “conferencia de paz”, la paz de los verdugos para los
explotados.
José
Capitán
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