El capitalismo
es una catástrofe humanitaria
Otra masacre:
más de 300 muertos en las costas de Lampedusa
Los ataúdes de las víctimas de un naufragio cerca de Sicilia se ven en un hangar del aeropuerto de Lampedusa |
Cuando esta edición de Prensa Obrera esté en la calle, todavía habrá cadáveres
flotando cerca de las costas de Lampedusa, esa isla italiana del archipiélago
de las Pelagias, la cual geográficamente es africana y está más cerca de Túnez
que de la Europa continental. Mientras tanto, centenares de otros cadáveres sin
identificación se amontonan en el puerto de un lugar en el cual, según su
alcaldesa, “ya no hay sitio donde poner a ni a los muertos ni a los vivos”.
Lampedusa es la llamada “puerta de Europa” para la inmigración procedente del
Africa subsahariana, para gente llegada desde Eritrea o Somalia -en el Cuerno
africano asolado por mafias internacionales de piratas, dictaduras infames,
pestes, hambrunas y la extrema miseria, moral y material. Más de 20 mil han
muerto en los últimos 25 años en el intento de atravesar esa puerta y más de 50
mil se hacinaron, sólo en 2011, en ese campo de concentración en que se ha
convertido Lampedusa.
Cuando
estas tragedias ocurren, el Papa, las Naciones Unidas y los gobiernos europeos
claman contra las mafias dedicadas al tráfico de personas, las que a cambio de
un elevado pago en dólares sobrecargan embarcaciones precarias en el norte de
Africa para llevar migrantes hacia las costas de Europa. Son barcos que no
tienen registro en puerto alguno, como el que se hundió la semana pasada, cuyo
patrón había sido contratado por los traficantes de carne humana en Trípoli y
se hizo a la mar desde el puerto de Misrata, también libio.
Es
un clamor de una hipocresía aberrante, porque ellos toleran y alientan a esas
mafias por su necesidad económica de importar fuerza de trabajo, a la que
explotarán en condiciones peor que precarias para empujar a la baja las
condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera de Europa -una necesidad reforzada
hasta extremos de catástrofe humanitaria en tiempos de crisis.
Las mafias y
el trabajo sucio
Gonzalo
Fanjul, columnista del diario español El País (4/10), escribió que “nuestros
gobiernos han contratado a los Estados del norte de Africa para que hagan el
trabajo sucio que sus votantes no admitirían aquí”. Migrantes de todo el
subsahara -y aún de más al sur- llegan a Marruecos, Argelia o Libia, donde
deambulan por los puertos, hostigados y acosados por el racismo y la violencia
policial, hasta que caen en manos de los mercaderes, quienes se quedarán con
sus ahorros a cambio de embarcarlos en un viaje tenebroso.
La
reaccionaria revista española La ilustración Liberal ha escrito recientemente
sobre las razones de esta catástrofe. “Un gran número de países industriales
-dice esa publicación- necesita importar mano de obra con el fin de cubrir
puestos de trabajo (y) de financiar sus costosos sistemas de protección
social”. Añade que el gran problema consiste en “reconciliar la necesidad
económica de importar capital humano con las resistencias políticas y sociales”
que esa necesidad genera en Europa.
La
respuesta es de una sencillez atroz: Lampedusa “reconcilia” esa necesidad y
esas resistencias. Por un lado, provee fuerza trabajo, no calificada y también
calificada (los diarios publican, por ejemplo, el testimonio de un
sobreviviente del último naufragio, un joven eritreo electrotécnico), que
contribuirá al derrumbe de las condiciones salariales y laborales europeas y,
por otro, alimenta el nacionalismo y la xenofobia, que también constituyen
necesidades políticas y económicas de la burguesía imperialista europea
(Amanecer Dorado, en Grecia, es una excrecencia extrema de esa tendencia
burguesa).
El
papa Francisco se declaró “avergonzado” por la masacre de Lampedusa y ha
convocado a “rezar en silencio” por los muertos. Pero el silencio es,
precisamente, lo que necesitan las mafias de tratantes y los gobiernos
imperialistas que se aprovechan de ellas. Se necesita exactamente lo contrario:
el ruido ensordecedor de la movilización popular, de las huelgas que recorren
Europea, contra estas lacras. Para que la crisis la paguen los capitalistas, no
los trabajadores. El capitalismo y su supervivencia ya son una catástrofe
humanitaria que resulta indispensable detener.
A. Guerrero
10/10/2013
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