viernes, 25 de marzo de 2016
Los izquierdistas no quieren hacer la revolución
Los izquierdistas no quieren hacer la revolución
El 6D en Venezuela apunta a ese hecho. Al socialismo del siglo XX, el llamado real, se le opuso el socialismo del siglo XXI, más pálido que aquel. Los pueblos le quitan el apoyo a quienes no los llevan a su realización revolucionaria, a veces con rabia. No fue un voto castigo, ni un favor a la derecha, fue (es) una reprobación a una dirección incapaz. Perdieron ante una derecha históricamente anulada. UNA DERROTA RIDÍCULA. ¿Hasta donde habrá reversado este proceso? ¿Qué Mal habrá causado el chavismo? Hay una clase obrera que lo intuye, ¿solo eso? La vanguardia ¿revolucionaria? se plegó a este chavismo, acríticamente y ahora… es co-responsable. Se adoceno como furgón de cola, los clásicos desde Marx lo habían denunciado, descrito hasta los huesos.
Ese infantilismo izquierdista, al cual, en holocausto se entregaron, UNOS y… OTROS a voz en cuello ¡llego la ¡revolución!
Ciertamente algunos lo advirtieron, otros denunciaron y los menos criticaron, etc. Pero…
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Acusamos un mal. No estudiado, no investigado o peor no percibido. Nuestra condición fragmentada, tendencia al divisionismo. Discontinuidad interna. Incoherencia vivencial por visión mediada, percepción difusa. La real política olvida al sujeto histórico, la clase obrera se desdibuja. Nos movemos en una pseudo concreción que nos recicla a la realidad existente. Perdida de rumbo. Estancamiento creativo (la clase obrera está elaborando otra factura)
Entre el capitalismo mundializado y el ghetto vanguardista, en fragmentos, en archipiélagos de débil conexión, hay una unidad dialéctica. Favorecedora del ordenamiento imperialista. La derrota se internaliza, acríticamente, y surge como exculpación el fragmento de la verdad iluminada, una tal identidad de laboratorio que lucha por su reconocimiento en la charca de los parlantes ilustrados, en medio del divisionismo, disfrazado de variedad autonómica. Con el cuento de “unidad en la diversidad” Lo micro variopinto, sin hegemonía, complementario y diversionista de lo macro, el globalizado capitalismo. Con su pensamiento único. Hay una crisis sistémica del capitalismo, cierto. Pero hay otra que lo acompaña –los agujeros negros se tragan todo, incluso la LUZ- La vanguardia ha sido marginal Una externalidad que no obedece a su propia realidad Su ombligo es su discurso, solo para los internos. Conocimiento paralítico
¡Ah! Soy militante de base
Frank Aries
martes, 22 de marzo de 2016
Y EN ESO LLEGÓ OBAMA Adónde va Cuba
Y EN ESO LLEGÓ OBAMA
Adónde va Cuba
Pocas cosas clarifican mejor la llegada de Obama a Cuba que el apoyo que recibió ayer nada menos que de parte de Donald Trump en una entrevista de la CNN. Casi a la defensiva, el magnate de verbo fascistoide protestó contra el reclamo por parte de Cuba de un resarcimiento de centenares de miles de millones de dólares debido los perjuicios ocasionados por seis décadas de bloqueo económico y militar. Trump ya ha puesto el ojo, como es obvio, en los desarrollos hoteleros e inmobiliarios que ofrece el turismo en Cuba y el levantamiento de las restricciones al uso del dólar por parte del gobierno norteamericano. Pero la adhesión va más allá de los negocios propios de este hombre, porque, como lo destaca ayer The Wall Street Journal, la preocupación del capital estadounidense es la penetración económica de China, cuyo comercio con la Isla ha crecido alrededor del 60% en los últimos nueve meses.
Carácter estratégico
El ritmo que ha impreso a los acontecimientos esta rivalidad, no debe oscurecer el carácter de conjunto del acercamiento EE.UU-Cuba. Es un proceso que tiene más de dos décadas, incluso antes. Ha habido varios acuerdos para regular los problemas inmigratorios y la cuestión del terrorismo – incuso cuando Cuba figuraba en una lista de naciones terroristas de EEUU. La colaboración entre ambos estados adquirió un carácter estratégico con la negociación entre el gobierno de Colombia y las Farc, que tienen lugar precisamente en La Habana. Una de las primeras definiciones del gobierno ‘uribista’ de Argentina, por medio de la canciller Malcorra, fue apoyar esas negociaciones, como antes lo había hecho el Papa – un mediador de la normalización diplomática entre ambos estados. A esa misma mesa negociadora fue llevada Venezuela, que enseguida ‘normalizó las relaciones con el gobierno colombiano de Santos. La cuarentena contra Cuba se había convertido en el último obstáculo para el desarrollo de un nuevo tipo de intervención política del imperialismo yanqui en América Latina. La ‘pax cubana’ ha permitido a la administración Obama explotar a su favor los golpes ‘parlamentarios’ en Honduras y Paraguay, y, ahora, el derrumbe de los gobiernos bolivarianos. La ‘distensión’ política-diplomática sirvió a la mayor eficacia de la intervención norteamericana en América Latina. Después del conocimiento de la ‘pinchadura’ de telefónica e informática de Petrobras, revelada por Wikileaks, es claro que la operación Lava Jato que se va a llevar puesta a Dilma Roussef fue instrumentada desde Estados Unidos – uno de cuyos objetivos es el desmantelamiento relativo de Petrobras, como lo viene haciendo el gobierno en funciones, y la privatización integral del negocio petrolero en Brasil, como ya lo está discutiendo el Senado de ese país.
La tendencia a la reintegración de Cuba al sistema político latinoamericano es de larga data y bien anterior a la disolución de la Unión Soviética. La movida que comenzó con el apoyo al gobierno chileno de Allende y al de Perón, fue interrumpida por el ciclo de golpes militares. En lugar del frente guerrillero internacional, que fue la OLAS, en 1989 surgió el Foro de San Pablo, que en 1993 adoptó el programa de la “economía de mercado”. En el seno del Foro comenzaron las primeras “negociaciones de paz” en Colombia. En 1994 se debatió incluso una política de acuerdos con el gobierno de Clinton. Esta estrategia integracionista se manifestó, por sobre todo, en ocasión de la Revolución Sandinista, cuya dirección fue presionada a no seguir el rumbo de la Revolución Cubana. Luego se expresó en los diversos “acuerdos de paz” que pusieron fin a las guerras civiles en El Salvador y Guatemala. Las fechas de estos acontecimientos coinciden con el llamado “periodo especial”, cuando Cuba quedó asfixiada económicamente con la ruptura comercial de parte de la Rusia restauracionista. A mediados de los años 90, el ejército de Cuba habría tenido reuniones mensuales con sus contrapartes estadounidenses en la base naval de EE.UU. en Guantánamo.
En todo este período, la economía cubana pasó a depender del turismo y del capital extranjero – europeo – vinculado al turismo. Fue la expresión de un gran retroceso de las fuerzas productivas. El intento de convertir a Cuba en una plaza fuerte del capital europeo, adelantándose al norteamericano, no prosperó por el veto impuesto por EEUU, por un lado, y por las restricciones que imponía la estatización económica en Cuba. De la mano de Lula, Brasil hizo una fuerte incursión económica, en especial a favor de su pupila Odebrecht. En algún momento se pretendió, como Brasil, que Cuba fuera exportadora de etanol a partir de la explotación azucarera.
Clases en presencia
La política de desarrollar un mercado capitalista en un marco dominado por empresas estatales y un monopolio del comercio exterior, cobró un fuerte impulso a partir de tres medidas: la cesantía de centenares de miles de trabajadores, que han quedado como fuerza de trabajo disponible para emprendimientos capitalistas; la privatización del pequeño comercio, que pasa a absorber una parte del excedente económico estatal; y el establecimiento de una “zona económica especial” en el puerto de Mariel – que funciona como un experimento de probeta del capitalismo. Es casi un ‘replay’ de la ‘vía China’, a la cual le falta aún el ingreso masivo de capital extranjero. No es la primera vez que la autarquía económica lleva a un impasse fenomenal de las fuerzas productivas, ni se limita a los casos de China, Vietnam y la ex URSS, donde esa misma autarquía y las acciones planificadoras habían impulsado antes un ascenso de las fuerzas de producción. La cuestión es, además de la oportunidad y de las condiciones concretas en que tiene lugar, cuál es la dirección política que busca un reintegro en la economía mundial y cuáles son los intereses de clase de esta dirección.
La dirección política de esta reintegración es, obviamente, la burocracia de Cuba – no los obreros o los campesinos. Pero la burocracia es, casi por definición, un complejo contradictorio, sometida a la presión de las clases en conflicto, incluso cuando da la impresión de gozar una elevada autonomía de acción. La presión del imperialismo tiene un objetivo bien claro: el desmantelamiento de la economía estatal y la liberación de su fuerza de trabajo para el capital. Dentro de este campo actúa la burguesía que tiene vínculos sociales y familiares que reside en Estados Unidos. Una parte de esta burguesía opera a la sombra del gran capital, pero otra parte pretende usufructuar una asociación especial con la burocracia del estado en las principales empresas. Los dirigentes de estas empresas han sido enviados a las escuelas de negocios internacionales por parte del gobierno y en especial por Raúl Castro. Las fuerzas armadas tienen el control principal de la economía estatal. El proletariado, finalmente, carece de una posición independiente pero aspira a mantener sus derechos sociales, aunque una parte de los trabajadores procura emigrar al cuentapropismo. "La isla ha pasado de tener un modelo totalmente estatal a tener hasta 40% de sus 11 millones de habitantes ganando dinero a través del sector privado, según la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, un centro de estudios."
Como acaba de observar un ex canciller de México, la fuerza de trabajo de Cuba tiene un alto nivel de educación, lo que no quiere decir que sea “calificada”, o sea que reúna las condiciones que de disciplina y flexibilidad que exige una explotación capitalista. El desenlace de este antagonismo de clase se encuentra abierto. Lo mismo que el choque comercial con China o incluso Europa – donde el Club de Paris ha propuesto un Programa de Conversón de Deuda, que permitiría al capital europeo canjear u$s14 mil millones de deuda externa de Cuba por inversiones en la Isla, o sea sin poner efectivo o créditos nuevos, o incluso adquirir activos en empresas estatales. Lo que es claro, de cualquier modo, es que una restauración completa, digamos, del gran capital, pondría fin a la independencia política de Cuba. Obama puso este punto en la agenda cuando repitió, durante su estancia en la Isla, que “respetaba” la independencia cubana. Así como América Latina ha fracasado en desarrollar una burguesía nacional independiente del capital financiero internacional, tampoco un bloque entre la burguesía ‘nacional’ de Miami y la burocracia pro-capitalista de Cuba serán capaces de mantener la independencia nacional. Después de todo, esa burguesía pro alianza con la burocracia, no solamente cultiva amigos en el seno de ésta – ella misma existe solamente por sus vínculos con el capital norteamericano. El conflicto que ha marcado 150 años de historia cubana vuelve a la superficie.
El bloqueo sigue
EEUU, hay que advertirlo, no ha levantado el bloqueo económico; se vale de él, al contrario, para forzar a Cuba a una fuerte apertura al capital extranjero y a terminar con el monopolio del comercio exterior. También hay que advertir que el contexto internacional actual no es el que prevalecía cuando se disolvió la URSS y cuando el gobierno de Clinton-Rubin-Summers convirtió a Rusia en un protectorado financiero de EEUU. En Rusia, el derrumbe económico y social, y en China, el ascenso, han derivado en contradicciones y confrontaciones intensas con EEUU y Japón, y secundariamente con Europa; incluso militares –en el mar de China y en Ucrania. La crisis mundial ha atizado estas contradicciones. No menos importante, se desarrollan movilizaciones obreras y huelgas masivas, en especial en China, nada menos que por el derrumbe de una parte del proceso de industrialización habilitado por la restauración capitalista. Los círculos dirigentes de Cuba están atentos a estos desarrollos potencialmente revolucionarios– como los mismos norteamericanos. Después de todo, en el mismo momento en que se menta un peligro para la independencia de Cuba, el derrumbe de Puerto Rico, la hermana del Caribe, ha provocado la irrupción de la consigna de la independencia nacional portoriqueña. La cesación de pagos de Puerto Rico ha dejado al desnudo que el capital continental monopoliza todos los ingresos principales de esta Isla.
Desde Cuba hasta Argentina, pasando por Venezuela, Brasil, Ecuador, Uruguay, se desarrolla en América Latina una crisis económica y política, que en muchos casos no tiene precedentes. Este es el marco en que se debe discutir el destino social y político de la Revolución Cubana.
Jorge Altamira. Partido Obrero Argentina
Brasil: Ante el golpe inminente
LA CRISIS DEL GIGANTE SUDAMERICANO
Brasil: Ante el golpe inminente
Desenmascarar la trama golpista de las denuncias judiciales es la primera tarea que impone la situación brasileña. Sin la denuncia vigorosa del golpismo, no puede siquiera arrancar una política de clase en la situación actual en Brasil. La segunda es señalar que la corrupción y descomposición del gobierno de Rousseff y del PT es la consecuencia de una política al servicio de los grandes capitales, de las alianzas contrarrevolucionarias con los partidos decrépitos de la burguesía nativa, y del carrerismo inevitable que entraña toda política de izquierda que se desarrolle a la sombra del régimen político burgués y del capitalismo.
Una forma de poner en contexto la crisis política en Brasil es destacar que sería el tercer golpe parlamentario que se consuma en América Latina desde 2010. La técnica del golpe de estado no es privativa de los militares. El primero fue el derrocamiento de Zelaya, en Honduras, para desbaratar un acercamiento al bloque bolivariano. El segundo fue el del paraguayo Lugo. El infortunio de Zelaya fue seguido por una prolongada crisis internacional, cuyo epicentro fue, en determinado momento, la embajada de Brasil en Tegucigalpa, que alojó a Zelaya y fue enseguida cercada por las fuerzas armadas hondureñas. Lo de Lugo fue más modesto; una queja diplomática de Argentina, Brasil y Venezuela desde la ciudad de Córdoba. La secuela de la caída de Lugo fue un boom de la economía paraguaya, impulsado por capitales sojeros de Brasil y de Argentina, sin que la minera Río Tinto alcanzara su objetivo de apoderarse del excedente de electricidad de Paraguay para instalar su explotación de aluminio – otro de los objetivos del golpe institucional (sic). La destitución de Dilma Roussef, a partir de un juicio político, no levanta olas, sin embargo, en el ámbito de la diplomacia regional; a lo sumo, una suerte de denuncia de Evo Morales y de Rafael Correa. Si se agrega el caso de un activo protagonista en la política latinoamericana, Irán, el cambio de tendencia política no podría ser más completo: el nacionalista Amadineijad y su guardia republicana dieron paso a una administración ‘reformista’, que se abocó de inmediato a cerrar el acuerdo nuclear que le exigía la Otan, con el apoyo de Rusia y China. Para cerrar, Macri se hizo cargo del gobierno de Argentina. Obama celebra su exitosa ‘muñeca’ internacional con un paseo por Cuba y Argentina, aunque todavía tiene pendiente el cambio de régimen en Venezuela. Todo esto, sin embargo, podría convertirse en un bumerán para este primer presidente de color de Estados Unidos si Donald Trump acabara derrotando a Hillary Clinton en noviembre próximo. No sería un golpe parlamentario, pero sí un golpe electoral.
Es hora, entonces, para que la izquierda revolucionaria convoque a una conferencia latinoamericana para tomar la iniciativa frente a este proceso político con una posición homogénea. De otro modo quedaría a merced de los acontecimientos, cuando en realidad la enormidad de la crisis en curso le ofrece una oportunidad política excepcional. Esta iniciativa en el campo de la lucha de masas debería manifestarse también en el ámbito parlamentario.
Política y Petróleo
Otra forma de poner en contexto la crisis política en Brasil es simplemente informar que el Senado brasileño deberá votar, próximamente, dos mociones acerca del régimen de explotación petrolera, que no casualmente en un fruto directo de la crisis de Petrobras y del llamado “petrolao” o “lava jato”. Una de las mociones es retirar la obligación de Petrobras de presentarse a todas las licitaciones para la explotación de la plataforma marítima pre-sal. La otra va más allá: sustituir por completo el régimen de participación con Petrobrás por el retorno al sistema de concesiones – el cual permite anotar las reservas comprobadas de petróleo en el patrimonio de las empresas beneficiarias. La razón por la cual un sistema aceitado de coimas que data de los 90 salte ahora y que entre los golpistas se encuentren en masa corruptos notorios y denunciados, es precisamente ese: rematar el capital petrolero acumulado por Petrobrás, una empresa mixta entre el Estado brasileño y las bolsas de Sao Paulo y Nueva York. La votación en el Senado pone fin a la tentativa pseudo industrialista del gobierno brasileño entre Petrobrás y las grandes constructoras y compañías de ingeniería de Brasil. El gobierno de Dilma Roussef se ha adelantado a este vaciamiento petrolero con la venta de activos y un programa de desinversión, para hacer frente a una deuda dolarizada de 250 mil millones – diez veces mayor que su capital bursátil. Este fracaso se pone de manifiesto igualmente en el campo de la minería, donde la primera productora mundial de mineral de hierro, Vale do Rio Doce, obstruyó todos los proyectos para industrializar la materia prima en el país, y ahora se hunde bajo el peso de la caída del precio internacional del mineral y una fenomenal acumulación de deudas.
Detrás de las pretensiones judiciales de castigar la corrupción, está presente el derrumbe industrial de Brasil y la disputa por los despojos de sus industrias más significativas – públicas y privadas. En el marco de la crisis en el mercado petrolero internacional, un retiro de Petrobrás sería funcional a un reacomodamiento de precios a favor de los principales monopolios petroleros y el ‘shale oil/gas’ norteamericano. Es necesaria una caracterización materialista de la crisis, para despojarla de sus vendas y falsificaciones jurídicas. Después de todo, el Supremo Tribunal Federal de Brasil no nació ayer.
Etapa política y gobiernos de recambio
Un tercer contexto fundamental de la crisis en curso, es el golpismo declarado de las corporaciones patronales más influyentes, en primer lugar la Federaçao de Industrias de Sao Paulo, Fiesp – aunque otras, como la Confederaçao Nacional de Industrias, siguen tibiamente en el campo oficial. Es que la crisis de la industria es enorme: ha perdido peso en el PBI y su poderoso sector siderúrgico registra pérdidas crecientes. El capital acerero exige poner fin a la competencia de China, de la cual dependen, sin embargo, los exportadores de materias primas agrícolas y mineras. La industria brasileña reclama un rescate financiero en gran escala – sea del Estado como del capital financiero internacional. Necesita, entonces, pasar de un régimen político de contención y domesticación de los trabajadores, por medio de la cooptación de las direcciones de las organizaciones populares, a un régimen político de franca ofensiva. Para eso necesita un ajuste violento del déficit fiscal, en primer lugar mediante un fuerte recorte del sistema previsional. El golpismo de la gran industria brasileña deja a la luz el anacronismo político del régimen que la sirvió espléndidamente durante cerca de una década. El alineamiento contundente de la burguesía nativa con un golpe, convierte a la salida de Roussef en irreversible, porque la derrota del golpismo, en semejantes condiciones, sólo podría conseguirse mediante un ataque a fondo a la propiedad privada del gran capital que opera en Brasil.
En toda América Latina se manifiesta el tránsito entre gobiernos de contención de las masas a gobiernos cuyo propósito es desarrollar una iniciativa directa contra ellas. Los recursos políticos y económicos para conseguir el éxito de este tránsito, sin embargo no existen; ni ayuda la crisis mundial ni existe una desmoralización popular que lo haga factible. Por eso, como se ve en Brasil y también en Argentina, ese tránsito podría enfrentar situaciones pre-revolucionarias.
La denuncia indiscriminada de coimas es una expresión irrefutable de la caducidad del régimen político vigente, una coalición entre el PT y partidos patronales y derechistas, que no podía operar sin un sistema generalizado de prebendas. Bajo el gobierno de Lula fue a la cárcel su jefe de gabinete, Jose Dirceu, el mandamás del PT, que repartía sueldos adicionales (mensalao) a los legisladores, para conseguir el pasaje de proyectos de ley. El ‘lava jato’ ha dejado al desnudo un sistema extraordinario de coimas repartidas desde el gobierno petista-pemedebista. Este era el carácter “do governo popular”, que desde toda la vida impulsó el stalinismo y la izquierda democratizante. No es la primera vez que tomará su propia medicina: lo liquidan sus aliados (el parlamento del Frente Popular, en Francia, expulsó en 1939 al PC de su ámbito y entregó el gobierno al fascista Pétain). Entre las masas obreras y empobrecidas del país, el desprestigio del PT es irreversible: a la hora de convocar a una manifestación de apoyo al gobierno, el PT y sus cooptados (Cut, Mst, etc) solamente logró reunir la tercera parte de lo que junto el golpismo.
Suma cero
La designación de Lula como Jefe de Gabinete es, antes que nada, un acta de renuncia de la presidenta formal, Dilma Roussef: si Lula fracasa no hará falta siquiera un juicio político. Pero Lula no tiene ninguna posibilidad de salida mediante un apaciguamiento del golpismo, como lo insinuaría el nombramiento del ex Banco de Boston, Henrique Mireilles, para presidir el Banco Central, como ya lo había hecho en 2003, por exigencia del Citibank. La crisis marcha con mucha rapidez. El único sentido de la designación sería llamar a la intervención popular, incluida la huelga general. No hay el menor indicio de una orientación semejante. Para gran parte de la opinión popular, Lula busca en el gobierno un refugio contra la arremetida judicial. En lugar de rechazar en forma unilateral la injerencia del poder Judicial para evitar su asunción, lo ha legitimado mediante sucesivas apelaciones. De este modo ha debutado colocando el poder en manos de la Corte Suprema.
¿Adónde va Brasil? El reemplazo de la Presidenta por su vice, el pemedebista Michel Temer, debería llevar a nuevas elecciones, que podrían tener lugar en octubre, junto con las municipales. Temer no tiene otra capacidad que pilotear los Juegos Olímpicos, y probablemente tampoco eso. La destitución de ambos, por una denuncia de corrupción en la campaña electoral de 2014, desencadenaría la inmediata convocatoria electoral. Existe una distante probabilidad de que la Corte Suprema dilate un dictamen sobre la designación de Lula. Este panorama inquieta a toda la prensa internacional, que caracteriza como “imprevisibles” las derivaciones de la presente crisis.
Una política de izquierda
Desenmascarar la trama golpista de las denuncias judiciales es la primera tarea que impone la situación brasileña. Sin la denuncia vigorosa del golpismo, no puede siquiera arrancar una política de clase en la situación actual en Brasil. La segunda es señalar que la corrupción y descomposición del gobierno de Roussef y del PT es la consecuencia de una política al servicio de los grandes capitales, de las alianzas contrarrevolucionarias con los partidos decrépitos de la burguesía nativa, y del carrerismo inevitable que entraña toda política de izquierda que se desarrolle a la sombra del régimen político burgués y del capitalismo. Sin esta diferenciación es imposible ofrecer una política para las masas trabajadoras. Con estos planteos y un programa de reivindicaciones urgentes, es necesario impulsar un Congreso de Trabajadores y de la Izquierda, con la perspectiva de un gobierno de trabajadores
Jorge Altamira Partido Obrero Argentina
lunes, 14 de marzo de 2016
Brasil: EL FINAL LAMENTABLE Y VERGONZOSO DEL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES
EL FINAL LAMENTABLE Y VERGONZOSO DEL PARTIDO DE LOS TRABAJADORES
Por un congreso de bases del movimiento obrero
El PT surgió en el escenario político de Brasil como consecuencia de la descomposición del régimen militar que había sido establecido en 1964 y como consecuencia de un fuerte desarrollo de la clase obrera. Este desenvolvimiento fue acompañado por la emergencia de numerosos sindicatos independientes y la creación de la Central Única de Trabajadores. Constituyó, por todo esto, la mayor tentativa de desarrollar un partido obrero independiente en América Latina en décadas, incluso con la fuerte traba potencial que implicaba el establecimiento de una dirección política constituida por una burocracia sindical en formación aliada a una pequeña burguesía que se estaba reconvirtiendo del stalinismo y del castrismo.
La llegada del PT al gobierno fue del todo singular. Aunque había atravesado un ‘periodo de prueba’ en la gestión de gobernaciones y municipios, el PT se vio obligado a adoptar un procedimiento excepcional para ser aceptado como partido de gobierno. El propio Lula se encargó de advertir a los delegados del Congreso Nacional reunido a principios de 2002 que si deseaban ocupar el Palacio del Planalto en las elecciones de ese año, debían estar dispuestos a “tragarse sapos”. El primero fue, indudablemente, el requerimiento de la compañía, como candidato a vicepresidente, de un empresario textil, evangélico y fundador de un partido de la derecha brasileña. No fue, con todo, el sapo más grande. Cuando el presidente en funciones, Fernando Henrique Cardoso, reclamó el apoyo del FMI para hacer frente a la crisis económica enorme que había comenzado en 1999, el FMI puso como condición que el acuerdo fuera firmado por los partidos que competían en la elección. Lula aceptó con entusiasmo esta extorsión, ofreciendo el primer caso de un partido que sustituía su programa por un programa confeccionado por la principal institución del capital financiero internacional. Para ser rigurosos es necesario destacar, sin embargo, que esta línea de tragarse sapos venía de antes: el hecho más importante es la paz social que había firmado Lula con los terratenientes y el capital sojero de Brasil, en un país donde la cuestión agraria es conocidamente explosiva.
Ya en el gobierno el PT dio varios pasos adicionales. El primero, enseguida de asumir, fue la firma, por parte de Lula y el presidente del Citibank, de un pacto financiero para que la banca norteamericana levantara el bloqueo a los créditos destinados a financiar la exportación de Brasil – u$s12 mil millones de aquellos años (Lo explica William Rhodes en el Financial Times del 24.6.04). De inmediato, designó para presidir el Banco Central a un altísimo funcionario del Bank of Boston, Henrique Mireilles. El gabinete apuntado para la gestión incorporó a ministros designados por el PMDB, así como a numerosísimos funcionarios en distintas reparticiones del Estado. El PMDB no solamente es el mayor partido de la burguesía brasileña sino también una criatura sobreviviente de la dictadura militar. Es también la agrupación más corrompida (“fisiológica”, en la “giria” local) de la política brasileña. Aunque la prensa y la opinión pública hablaran del “gobierno del PT”, no era el caso obviamente: era un gobierno capitalista de coalición con la burguesía y la derecha del país. El programa anti-obrero que aplicó enseguida provocó la escisión de un número importante de legisladores y la formación del Psol, una coalición de agrupaciones que se había ‘tragado todos los sapos’ precedentes.
En este cuadro estalla el primer gran episodio de corrupción: el llamado “mensalao”, por el cual se utilizaba dinero público para conseguir los votos de la bancada del PMDB, en casos no necesariamente controvertidos, para aprobar los proyectos del gobierno; el lubricante de la coalición con la burguesía era la corruptela. No obstante esto, quienes hoy aseguran que la corrupción es común a la derecha como a la izquierda, en aquellos momentos saludaba el ‘liderazgo’ de Lula y la supuesta elevación de la misérrima población brasileña a la categoría de “clase media C”. El mensalao produjo las primeras bajas en el gobierno, cuando la Justicia condenó al N°2 del PT, Jose Dirceu, un ex guerrillero castrista devenido en un ‘realpolitiker’ del capitalismo. Lo instructivo de todo esto, si se lo puede llamar así, es que la corrupción se instaló en el nuevo gobierno desde el principio, como un mecanismo que habilitaba el funcionamiento de un régimen de coalición con la burguesía nacional. De aquellos polvos vienen estos lodos que ahora aparecen comprometer la continuidad del gobierno de Dilma Roussef. El mecanismo del poder se ha puesto en reversa: los votos del PMDB se han convertido ahora en árbitros de un juicio político contra la Presidenta – que, por otra parte, tampoco es oriunda del PT sino del PDT, un partido nacionalista que había quedado confinado al estado de Rio Grande do Sul.
Petrobrás, Oderbrecht, Eike Batista
Como lo admite con descaro toda la prensa, las coimas de Petrobrás vienen de lejos; afecta al ex presidente Fernando Henrique Cardoso (un ex izquierdista y famoso intelectual convertido en agente del Departamento de Estado de EEUU) y al padre del actual presidente de la constructora y empresa de ingeniería Oderbrecht. El destape de la corrupción ahora es la consecuencia del choque violento de intereses contrapuestos en la burguesía brasileña y en el capital internacional.
Los gobiernos ‘petistas’ habían convertido a Petrobrás y a las constructoras (y también a la minera Vale) en el pivote de un desarrollo industrial de Brasil. La explotación de los yacimientos pre-sal mediante enormes inversiones y el monopolio operativo de Petrobras pretendía desarrollar una periferia industrial relevante, sea de servicios tecnológicos como de refinerías y producciones derivadas del petróleo. Este plan entró rápidamente en conflicto tanto con las petroleras internacionales, que reclamaban licitaciones abiertas de explotación, como con los accionistas internacionales de Petrobrás, que cuestionaban la rentabilidad de las inversiones así como el recorte de los dividendos en beneficio de las inversiones. Es así que a medida que la actividad de Petrobrás crecía, su cotización en la Bolsa de Nueva York caía; hoy, en el pozo de la crisis, es un 80% inferior a su punto más alto. En el marco de este plan, el gobierno de Lula intentó crear una burguesía petrolera nacional, mediante fuertes concesiones y apoyos financieros a un aventurero, Eike Batista, el cual se lanzó a un incesante acaparamiento de empresas mediante deudas. La primera señal del derrumbe que se desarrolla en la actualidad fue la declaración de quiebra de Batista y toda su red de empresas, agobiado por un endeudamiento que no podía renovar ante los síntomas de crisis en el mercado petrolero internacional. La revelación pública de las coimas de Petrobrás interviene cuando la caída estrepitosa de los precios internacionales del petróleo invalida la tentativa industrializadora, ya que priva a la petrolera de capacidad de inversión. Petrobrás ha comenzado a malvender activos en gran escala, por un lado para pagar deudas, pero también para asegurar la continuidad de sus proyectos más relevantes. En Nueva York, los accionistas de Petrobrás reclaman un resarcimiento por el dinero sustraído a las utilidades por las coimas. Hace tres semanas, Dilma dio el paso más duro: eliminó el monopolio de Petrobras como operadora de los yacimientos pre-sal – la principal exigencia del capital financiero internacional y ¡de las bancadas aliadas del PT! La Presidenta asegura que no va a renunciar, bajo ninguna circunstancia, pero ya ha renunciado a los objetivos básicos de su gobierno.
Las constructoras brasileñas se encuentran entre las más importantes del planeta. Lula ha sido su principal lobbysta en el país y en el exterior. Coimeado o no, su rol como líder obrero ha quedado completamente desnaturalizado – es un gerente de las firmas capitalistas. Oedrbrecht, Andrada Gutierrez, Camargo Correa y otras, no solamente se beneficiaron de los contratos de obras de Petrobrás, por los cuales han pagado coimas a diestra y siniestra. Gran parte de la política exterior de Brasil se atuvo a los intereses de ellas. Lula se adelantó a Obama en la obtención de concesiones en Cuba para las constructoras brasileñas – lo cual lo convierte en un ariete de la privatización de empresas en Cuba y de la ruptura del monopolio del comercio exterior de la Isla. Lo mismo en Venezuela, Nicaragua, Bolivia o El Salvador, que tienen en común su condición bolivariana. El cabo electoral de Lula, Joao Santana (que también lo fue de De la Sota y Duhalde), organizó las campaña electorales en esos países en función de los intereses de Brasil. Brasil dirigió la campaña electoral de Ollanta Humala, el cual se había comprometido a otorgar la concesión de las construcciones de rutas y oleoductos hacia el Pacífico a Oderbrecht. La corrupción social y política de la dirección y el aparato del PT es considerablemente mayor que la que deriva de las coimas que le son imputadas. Es lo que simplemente olvidan quienes salen a defender a una organización que es políticamente para los trabajadores. La camarilla petista ha trabajado con dedicación para destruir la condición clasista de la izquierda y el movimiento obrero en América Latina. En las elecciones para elegir la representación obrera en el Consejo de Petrobrás, hace tres semanas, el sindicato de la CUT fue derrotado por una improvisada lista independiente. Los obreros de la petrolera perciben que el gobierno de Roussef está destruyendo a Petrobrás y cediendo a la presión financiera internacional, con el único pretexto de salvar su propio pellejo. El potencial de derrumbe económico que encierra el desmantelamiento de Petrobras y de las propias constructoras, podría llevar a Brasil rápidamente a una situación pre-revolucionaria.
El Golpe
La destitución de Dilma Roussef es reclamada por todos los sectores capitalistas que han chocado con el gobierno en los últimos años. No han conseguido todavía reunir, sin embargo, una mayoría parlamentaria para proceder al juicio político de la Presidenta, porque las consecuencias serían muy graves para otros intereses tanto o más poderosos. Una gran parte de los destituyentes parlamentarios enfrentan procesos de corrupción a igual título que los funcionarios del gobierno o los dirigentes del PT. En la burguesía se teme, por sobre todo, el estallido de una rebelión popular, que sería la consecuencia del vacío de poder que podría producir una transición precaria, y de los planes de ajuste que aplicaría un nuevo gobierno. Los ajustes petistas ya han producido casi dos millones de despidos o suspensiones. Puede sorprender que la burguesía industrial de Sao Paulo sea abiertamente golpista, en contraste con el silencio relativo del capital sojero – el cual está recibiendo los beneficios de una gran devaluación de la moneda, el real. Ocurre que esta burguesía industrial ha sido marginada de las tentativas de industrialización de Lula, porque quedó expuesta a la competencia demoledora de China – una gran aliada de Petrobrás y las constructoras. Las grandes acerías brasileñas encabezan la campaña internacional para penalizar la exportación siderúrgica de China. La burguesía paulista reclama la sanción de una “ley compasiva”, que blinde el capital de las empresas de los perjuicios que ocasionen los ejecutivos de ellas (Ámbito, 10.3). De lo contrario, arguyen, podría venirse abajo el patrimonio de numerosas compañías. El paso siguiente sería la absolución o la disminución de penas por parte de los tribunales de apelaciones o la Corte Suprema.
La charlatanería característica en estos casos, atribuye a la independencia de la Justicia el conocimiento y la sanción de la corrupción. Es Justicia, en realidad, está sustituyendo la aportación de pruebas materiales de los delitos por un sistema de coacción penal que ofrece rebaja de penas y arrestos domiciliarios a quienes confiesen responsabilidades y delaten a supuestos cómplices. Semejante procedimiento sería fácilmente cuestionado en una apelación, incluyendo un cambio en la opinión de los nuevos jueces. La Justicia es un poder del Estado, que en ningún caso irá contra el poder de ese Estado. Mauricio Oderbrecht, el presidente del conglomerado, ha dicho que apelará su condena a 19 años, porque el expediente abundaría en delaciones y estaría carente de pruebas. La llamada “ley del arrepentido” otorga poderes discrecionales a jueces, investigadores y policías contra los derechos ciudadanos.
No se puede dejar fuera de foco la implicancia internacional que tendría un desplazamiento del gobierno de Dilma. Aceleraría el proceso para poner fin al gobierno de Maduro, en especial por el impacto que tendría en las fuerzas armadas de Venezuela un ‘golpe blanco’ en Brasil. En Uruguay, se está desarrollando en torno a acusaciones de corrupción en la petrolera estatal Ancap, un proceso similar al de Brasil. Por último, sería un espaldarazo al gobierno ‘buitre’ de Macri. La desvalorización enorme que ha sufrido la Bolsa de Sao Paulo es un bocado de cardenal para los bancos y fondos de cobertura internacionales; Brasil se vería obligada también a renegociar la deuda pública. El aguijón de la crisis lo constituye, sin sombra de duda, la voracidad del capital internacional para lograr un nuevo reparto de patrimonios y capitales en Brasil. La deuda externa de Brasil, pública (80% del PBI) y privada (70% del PBI) es de u$s3 billones.
Crisis en el movimiento obrero
El domingo 13 está previsto lo que sería una gran manifestación a favor del juicio político para destituir a Dilma. La dirección del PMDB se encuentra atenta a los resultados para determinar si se retira del gobierno e inviabiliza de este modo la gestión de Roussef, y lograr una renuncia que evite el ‘impeachment’. No existe ninguna posibilidad, sin embargo, de que estas manifestaciones atraigan a la masa del pueblo pobre y trabajador, que conoce bien a sus inspiradores. No sería, sin embargo, la primera vez que cae un gobierno por presión de un movimiento civil minoritario. Es significativo que a los organismos convocantes les importe poco que el encargado del juicio político a la Presidenta sea el Congreso más corrompido de la historia brasileña.
Frente a la amenaza de golpe a cargo de un parlamento de corruptos, el PT se encuentra ‘groggy’, debido a su complicidad evidente con el favoritismo a los conglomerados capitalistas y la corrupción, y como consecuencia de su complicidad con la política de despidos masivos que asola Brasil. La única oposición a la salida capitalista catastrófica a la crisis en curso, incluida la oposición a un golpe ‘blanco’, es la que puede partir de la clase obrera.
Por eso entendemos que lo que se encuentra a la orden del día es el llamado a un congreso de trabajadores, electos en lugares de trabajo y en asambleas, para lanzar una movilización contra despidos y suspensiones, contra el desmantelamiento o privatización de empresas del Estado y contra cualquier salida golpista de parte de un Congreso de delincuentes políticos y económicos. La reivindicación de una Asamblea Constituyente no tendría otra implicancia que poner fin al gobierno de Dilma Roussef, lo cual, en el momento actual, potencia la agitación golpista. Solamente cuando la clase obrera haya reunido las condiciones mínimas de movilización para poder pelear por su propia salida a la crisis, esa reivindicación podría ser una herramienta de lucha. No es aceptable ninguna forma de frente único de hecho con la movilización golpista. La iniciativa de un Congreso obrero de delegados, que debería ser dirigida a todos los sindicatos y comisiones de fábrica de la CUT, podría ser adoptada conjuntamente por la central sindical combativa, Conlutas, y por la izquierda constituida por el Psol y el Pstu. Este congreso se convertiría en punto de polarización de los trabajadores en el caso de que prospere un ‘impeachment’ y con él una situación de mayor crisis económica y política. Brasil vive una circunstancia singular donde gobierno y golpistas rivalizan en el tamaño de su debilidad política y la carencia de apoyo político propio.
Jorge Altamira
Partido Obrero Argentina
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