Francia, después de la masacre
París
sin cafés, sin cines, sin museos, sin gente en la calle. Ese era el espectáculo
en la gran ciudad luego de los atentados terroristas en cadena, con 130 muertos
hasta ahora, y centenares de heridos.
París
y Francia han sido sumergidos por la barbarie de la guerra imperialista, por la
dislocación política, por los llamados al exterminio.
Los
atentados golpearon directamente a la población en un concierto de música, en
las terrazas de los cafés, en las calles, en el estadio de fútbol, con el
objetivo bien preciso de aterrorizar. A diferencia de lo ocurrido en enero
-Charlie Hebdo- los atentados se produjeron en lugares públicos, para que murieran centenares de personas sin identidad previa.
La
condena no debe tener ningún atenuante, pero los discursos sobre el país y la
ciudad de los derechos del hombre ocultan los crímenes de la burguesía
francesa. En octubre de 1961, la policía asesinó centenares de personas en las
calles y los cadáveres fueron arrojados al Sena. Eran argelinos que apoyaban la
lucha por la independencia. La aviación francesa bombardea pueblos y ciudades
de Africa, Irak y Siria pero esos poblados están lejos, el Estado francés
sostiene al Estado sionista y avala las masacres del pueblo palestino. En los
últimos 50 años, la población parisina parecía inmune y ajena al rol de su
burguesía y al hecho que París es un centro imperialista, económico, político y
militar.
Sarkozy
y Hollande han acentuado este rol con las intervenciones militares en Libia,
Malí, Irak y Siria. Bush desencadenó la guerra iraquí y dio paso a la
generalización de la intervención militar imperialista; Sarkozy y ahora
Hollande decidieron sumarse a la cruzada. Irak, Libia y Siria son países en los
cuales la intervención imperialista liquidó las estructuras estatales y
promovió el caos actual, en el que se suceden las masacres de la población
civil, se desintegra todo elemento nacional y se proclama el derecho al pillaje
de las riquezas. Este caos ha desembarcado en París.
El Estado
Islámico reivindicó el atentado y no dejó de estigmatizar a París como la
ciudad de las "abominaciones y la perversión". Como señalan los
observadores y analistas que guardan algo de sentido crítico, esta
reivindicación es apenas un elemento de propaganda y las preguntas que hay que
formularse se refieren a quienes crearon a EI: ¿Qué está haciendo Arabia
Saudita, socio inalterable de Estados Unidos, y a quién financian sus múltiples
clanes? ¿Cuáles son las provocaciones que organiza y/o precipita el Estado
sionista? ¿Cuál es el papel del actual gobierno turco? ¿Cómo se atizan los
enfrentamientos religiosos? La responsabilidad comprende al conjunto del
imperialismo, sus aliados y sus peones. Putin se suma al concierto y en estos
mismos días avanzan las negociaciones en Viena sobre Siria, entre todas las
potencias.
Existe
una unión sagrada que protege la masacre permanente del pueblo palestino o del
pueblo kurdo, que busca aplastar toda rebelión por sus derechos nacionales. La
intervención imperialista es contraria a toda reivindicación nacional
progresiva. El imperialismo francés quiere jugar su rol al respecto y queda
subordinado a los movimientos e intereses de la potencia dominante, los Estados
Unidos.
"En
guerra"
Los
atentados han sido la palanca para que el gobierno francés acentúe su política
militarista. "Quiero decirles a los franceses que estamos en guerra",
insistió una y otra vez el primer ministro en la televisión. El presidente
Hollande proclama la "unión nacional" y reúne en forma extraordinaria
al Congreso (diputados y senadores) para cerrar filas. El Frente Nacional apoya
la política del Presidente y pide simplemente más firmeza. En una situación de
crisis, hay que soldar el bloque reaccionario. Otra cosa es que lo consiga. El
gobierno Hollande-Valls está en retirada y se apresta a una derrota electoral
enorme en las elecciones regionales de diciembre. Francia puede entrar, ella
misma, en un periodo de disgregación política.
Las
reacciones de las organizaciones del movimiento obrero y de la izquierda
"institucional" han sido deplorables. La condena de los atentados
sirve de pretexto para sumarse a la "unión nacional". El conjunto de
las confederaciones sindicales condenan el terrorismo, proclaman que seguirán
luchando por la democracia, la paz y las libertades y omiten toda referencia al
gobierno: las intervenciones militares y la guerra social simplemente no
existen. Las huelgas previstas esta semana han sido anuladas (la de las
finanzas públicas el 18 y la de los controladores aéreos el 17, entre ellas).
La manifestación del personal de los hospitales del martes 17, como todas las
manifestaciones, ha sido prohibida.
El
Partido Comunista y el Partido de la Izquierda se han sumado a la "unión
nacional". Lutte Ouvrière y el NPA han condenado los actos de terrorismo y
denuncian la política imperialista del gobierno. No aceptan alinearse detrás
del gobierno y del Estado en esa "unión nacional".
Roberto
Gramar desde París
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