El mito del modelo japonés
Reactor dañado en la Planta Nuclear de Fukushima |
El material radiactivo emitido ha contaminado gran parte del territorio y por muchísimos años quedará inutilizado. También están comprometidos los alimentos y el agua, dado que la nube radiactiva es dispersada por los vientos y luego cae por gravedad en forma de material en polvo incorporándose al suelo y a las aguas. Estos isótopos radiactivos tienen una vida media larga, muchos superan los 25 años. Recordemos que Chernóbil sigue emitiendo radiaciones a pesar de haber sido confinada con cemento.
La insustentabilidad del Estado nipón no se manifiesta solamente por este episodio desgraciado. Hay situaciones crónicas de contaminación, por ejemplo la derivada de la incineración de todos los desechos sólidos (domiciliarios e industriales), colocando luego las cenizas (previa inmovilización) en reservorios instalados en el mar. Ha habido protestas de pescadores porque estas cenizas tienen muchos metales pesados y contaminan los peces. La ingesta de éstos genera cáncer. Minamata y el mercurio resulta minimizado respecto a esto. Los datos epidemiológicos mencionan a este país entre los de mayor prevalencia de cáncer de estómago, vinculado a que la principal ingesta proteica proviene del pescado.
La crisis del sistema capitalista es una crisis de sobreproducción. Hay una lucha por los mercados, un incentivo al consumo y los bienes consumidos tienen incorporado una gran cantidad de energía. El consumo es desmedido, a veces suntuario e inequitativo. También hay una imposición del tipo de maquinaria nuclear por parte de las empresas que poseen esta tecnología.
Los países que han perdido la segunda guerra mundial están impedidos de desarrollar tecnología nuclear, por lo tanto, los Estados no son dueños de las centrales nucleares, todo está en manos de grandes empresas privadas.
La corporación nuclear ha salido a minimizar los hechos. La OIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) recién ahora transcurridos once días del inicio del terremoto se está despegando de la gestión nuclear de las empresas operadoras, criticando el incumplimiento de las normas de seguridad internacionales. Todo esto para seguir continuando con su principal objetivo que es controlar los residuos radiactivos de los países miembros para evitar un uso bélico de los mismos. Es decir, que los países poseedores de bombas nucleares sean siempre los mismos.
En la mayoría de los países que tienen previsto continuar con el desarrollo nuclear, voceros de los gobiernos también han salido a defender la tecnología a toda costa y en cualquier lugar. En Venezuela, al contrario, el presidente Chavez ha comentado que colocará en el congelador el proyecto de construcción de un reactor nuclear con fines de generación eléctrica para los proyectos de explotación del crudo pesado de la Faja del Orinoco que harían las trasnacionales del petróleo y de los países “amigos”. Sin embargo, la “preocupación” de Chavez no es por algún tipo de riesgo sísmico, que ya sus asesores internacionales le habrán aclarado, sino que tiene que ver más por la reacción de los habitantes de sus poblaciones cercanas que podrían oponerse. Las plantas proyectadas son onerosas para el país. No solamente por los sobreprecios que se pagan sino porque en general en los costos no se prevén las etapas de cierre, la disposición de los elementos combustibles quemados que tienen vida media muy larga y los impactos ambientales propios de la extracción del mineral, que, por otra parte, cuenta con la oposición de las comunidades afectadas.
Volviendo a Japón, lo que está sucediendo en esta etapa de descomposición del sistema capitalista es en gran escala el ciclo: cavar zanjas, tapar zanjas, cavar zanjas. Primero destruyeron el país con dos bombas atómicas, luego lo “reconstruyeron”, luego volvieron a destruirlo… y el futuro está abierto. ¿Se organizarán los trabajadores para tomar la conducción de las centrales nucleares y de todas las plantas de generación eléctrica y tomarán las riendas de la situación? Porque la alternativa de un nuevo Plan Marshall en el marco de esta crisis capitalista no parece viable. Mientras los empresarios huyen de la zona y trasladan sus oficinas a lujosos hoteles lejos de Tokio, los trabajadores están dejando su vida para controlar la reacción en cadena. Sería entonces el momento de que, en el marco de la participación social, surja la organización que lleve a los trabajadores a gobernar, expropiar las centrales nucleares y los grandes medios de producción y ponerlos a disposición de la comunidad.
Alicia Rodríguez, 22 de marzo de 2011
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