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jueves, 27 de septiembre de 2012

Santos y las Farc negocian la paz bajo patrocinio de la ‘comunidad internacional’


Santos y las Farc negocian la paz bajo patrocinio de la ‘comunidad internacional’

El gobierno colombiano y las Farc se sentarán en octubre a negociar el fin del conflicto armado, con el patrocinio de Noruega y Cuba, con Chile y Venezuela en calidad observadores.

El anuncio de las negociaciones fue saludado por casi todo el arco político colombiano, incluyendo al Polo Democrático. Fundamental es el apoyo de Obama, o sea que la negociación forma parte de la política mundial del imperialismo. ¿Podría fracasar una acción que reúne en la misma mesa a todos los matices de la llamada ‘comunidad internacional’? Los obstáculos son enormes, pero una vez tomada una decisión estratégica, deberán ser removidos por los cagatintas de la diplomacia internacional. El mayor desafío que enfrenta esta tentativa es la crisis internacional, que tiene la capacidad para alterar el escenario político mundial, de un lado, y acentuar las luchas de masas por el otro. Este escenario potencial ha sido, sin embargo, el incentivo principal para ir a estas negociaciones, porque su finalidad última es asociar a los regímenes y fuerzas políticas que tienen roces con el imperialismo, para defender un orden que se convertiría en patrimonio común.

Las Farc hacen una concesión fundamental, porque el proceso no incluye una tregua en las acciones militares; o sea, habilita la continuación del hostigamiento militar que mantiene la iniciativa en el terreno, aunque se supone que regirá de hecho porque, de lo contrario, podría torpedear toda la negociación. Santos se aseguró el apoyo de toda la cúpula militar que ha estado combatiendo a la guerrilla. Asimismo, precedió las negociaciones con una ley agraria que prevé el regreso de miles y miles de campesinos expulsados por capitales agrarios asociados al ex presidente Uribe. Se busca reciclar la economía de la droga hacia la producción agraria que pueda transformarse en biocombustibles. También saludan la negociación los pulpos del petróleo, que verían eliminado el asedio de los atentados a tubos de transporte y refinerías.

Con la formalización de las negociaciones culmina el acercamiento iniciado hace tiempo entre Santos y Chávez, o sea que integra al chavismo al orden internacional establecido en América Latina. Por eso Obama declaró, contradiciendo a Romney, que Venezuela “no representa una amenaza a la seguridad de Estados Unidos”. Así, “el proceso de paz” en Colombia encuadra políticamente a Venezuela. El gobierno de Caracas continúa entregando jefes del narcotráfico con pedido de captura a Colombia, incluso a los que están acusados de asociación con las Farc. Por una vez, Chávez y su rival, Capriles, se encuentran en la misma onda.

Dificultades
Las Farc obtienen, de hecho, el reclamo de ser consideradas una “fuerza beligerante”, sistemáticamente negado por el militarismo y la oligarquía de Colombia, pero llegan a esta instancia muy golpeadas tanto militar como políticamente. Sufrieron miles de bajas durante la presidencia de Uribe, a lo que se suma el aislamiento político en que quedaron sumidas con el relanzamiento de las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela-Ecuador, cuando asumió Santos. En esto reside una de las diferencias principales con el frustrado proceso del Caguán, hace dos décadas, que incluía la concesión a la guerrilla de una zona desmilitarizada del tamaño de Suiza. Ahora, el diálogo no incluye ninguna cláusula de amnistía, y las fuerzas armadas ni siquiera garantizan la detención de su accionar durante el proceso de paz (siete integrantes de las Farc fueron asesinados cuando ya habían sido anunciadas las conversaciones). Ha trascendido que emisarios del gobierno de Santos llevaban entre doce y catorce meses de tratativas preliminares con referentes de las Farc, en el mismo lapso en que eran abatidos algunos de sus máximos dirigentes. El gobierno de Santos, de todos modos, llega también en condiciones de crisis. El diario Vanguardia (31/8) advierte que la situación económica desplazó a la seguridad como principal asunto de preocupación de los colombianos. Enfrenta la presión de las luchas de petroleros, portuarios, estudiantes e indígenas. Ha debido cambiar a casi medio gabinete.

Entre las pruebas que este proceso deberá sortear, se encuentra la cuestión de la tierra. Uribe y sus aliados paramilitares se han manifestado en contra del proceso de paz pero, por ahora al menos, han quedado en minoría. La Federación de Ganaderos se opone a que se discuta el problema agrario. Para el gobierno, ese debate es más la oportunidad de un negocio que implica la puesta en valor de centenares de miles de hectáreas bajo control guerrillero, que una concesión a las Farc. Sintomáticamente, la mesa de negociación con los indígenas del norte de Cauca se encuentra empantanada. Otro punto a tener en cuenta es la propia descomposición de las Farc, que pone en duda la capacidad de su secretariado nacional para encuadrar a toda la fuerza.

Mientras que Obama promueve la negociación y el ex presidente Carter ha solicitado que se quite a Cuba de la lista de países terroristas por auspiciar el proceso, un ala del Partido Republicano, expresada en el Congreso por la dirigente de la comisión de Relaciones Exteriores, Ros-Lehtinen, considera “alarmante el hecho de que el régimen castrista reciba un papel de liderazgo en las discusiones” (Terra, 4/9). Se trata, como puede verse, de un rechazo limitado, para las tribunas. Romney y Obama expresan dos abordajes diferentes de la crisis mundial, como ocurre en otros países, pero el Presidente lleva la batuta: el capital se inclina por la emisión de dólares para rescatar a la banca, antes que por salir a una cruzada antiobrera potencialmente fascistizante.

Negocios
En esta orientación de encauzamiento, la revista Semana (1/9) indica una razón “(de) puro pragmatismo económico: no sólo la violencia le cuesta a Colombia entre uno y dos puntos del PIB, sino que el fin del conflicto con las Farc y el Eln podría ahorrar otro tanto en gasto militar (entre 3.500 y 7.000 millones de dólares al año)”. Un acuerdo mejoraría las posibilidades de proyectos como el oleoducto binacional colombiano-venezolano hasta el puerto de Temuco u otros negocios, como el TLC con Corea del Sur y el que está en proceso de negociación con Israel. Una paz con las Farc se inscribe en todo este entramado capitalista, en momentos en que Colombia ha desplazado a la Argentina del segundo lugar dentro de las economías sudamericanas.

Otras experiencias de desmovilización guerrillera resultaron exitosas para la burguesía colombiana. Por caso, uno de los líderes del M19, Gustavo Petro, se recicló como alcalde de Bogotá. El País (6/9) dedica un largo artículo a analizar los vínculos de las Farc con el naciente grupo Marcha Patriótica. Para Santos, el proceso de negociaciones implica un intento de posicionamiento como líder regional y un paso hacia su reelección. La integración de las Farc a la vida política forma parte de un fenómeno más vasto de contención al interior de Colombia. Santos le ha concedido rasgo ministerial a la consejería presidencial para el diálogo social y la movilización ciudadana, “en el que nombró al ex dirigente sindical y ex alcalde de Bogotá, Luis Eduardo Garzón”, del Partido Verde (AFP, 31/8). El diálogo actual, que se desarrollará entre Oslo y La Habana, aspira a una integración similar en relación con las Farc, y pone de manifiesto los límites políticos de la guerrilla colombiana en cuanto sujeto de una transformación social.

Las aspiraciones de las Farc en estas negociaciones, como son los derechos políticos y una reparación parcial a los agravios sufridos por los campesinos y otras aspiraciones sociales, no tienen nada de revolucionarias. Asistimos, de este modo, al final de una lucha armada no revolucionaria, que hacía tiempo se encontraba en su ocaso. El poder no se encuentra en la boca del fusil, ni la violencia es sinónimo de revolución social. Ella solamente puede ser el resultado de una acción histórica independiente del proletariado.

Gustavo Montenegro

viernes, 20 de mayo de 2011

El pacto Chávez-Santos

Las posiciones que hoy en su prensa asume el Partido Obrero de Argentina, acompañan a los que hemos planteado, más allá de lo puntual del caso de Pérez Becerra, lo que es una política de gobierno de Chavez con su entorno latinoamericano y en particular con Santos como gobernante colombiano. Pérez Becerra es la gota que rebasa el vaso para los chavistas que se niegan a admitir todo como bueno cuando se trata de las decisiones que asume Chavez y que previamente generaron la alarma cuando concretó con Santos el restablecimiento de las relaciones comerciales, que evidentemente colocaban en riesgo a la propia burguesía colombiana en medio de la bancarrota mundial del capital; servía de tapón de contención al escape a nuestro país de las fuerzas beligerantes colombianas sometidas a la ofensiva militar coordinada con el imperialismo y el renacimiento de los paramilitares; y le ponían un pulmón de oxígeno en la OEA a Lobo en Honduras mientras las masas aún denuncian en las calles su origen golpista luego que el imperialismo defenestrara a Zelaya.

El comentario de la resolución del congreso de PO es una magistral versión en como se puede expresar lo que es el agotamiento del nacionalismo en el marco burgués cuando la crisis económica resulta patente a pesar que los ministros de la economía venezolana a fuerza de cifras convenientes concluyen que sin la entrega a montones de las divisas por la venta de nuestro petróleo a los capitalistas la tal salida de la recesión no tendría sentido. Esto no es más que otra muestra del carácter de clase que mantiene, ahora a rabiar, el gobierno bolivariano con Chavez a la cabeza.
 
PO 1177 19/5/2011 Internacionales

El pacto Chávez-Santos

Gobierno bolivariano deporta a luchador colombiano

El 23 de abril fue detenido en el aeropuerto Maiquetía, de Caracas, el periodista Joaquín Pérez Becerra, coordinador de la página de noticias alternativas Anncol, con sede en Suecia. El periodista se nacionalizó en ese país luego de exiliarse de Colombia, huyendo de la matanza de más de 4 mil militantes de la Unión Patriótica (UP) a principios de los '90.

El gobierno de Venezuela lo entregó tres días después a Colombia, a pedido de sus autoridades. Según el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, Becerra sería el cabecilla del Frente Internacional de las FARC-EP y responsable de "toda esa mala propaganda que le han hecho las FARC a Colombia en Europa". Paradójicamente, Becerra es defensor del gobierno de Chávez, y ha sido invitado a participar de eventos bolivarianos en Caracas en 2009 y 2010. "Le di el nombre y le pedí que si nos colaboraba para su captura (...), dijo Santos. No titubeó (...) Hablé esta mañana con el presidente Chávez, y le agradecí" (Aporrea.org, 24/04/11). El gobierno de Chávez respondió: "El gobierno bolivariano ratifica así su compromiso inquebrantable en la lucha contra el terrorismo, la delincuencia y el crimen organizado, en estricto cumplimiento de los compromisos y de la cooperación internacional, bajo los principios de paz, solidaridad y respeto a los derechos humanos." O sea que Chávez pasa de pedir el reconocimiento de las FARC como "fuerza beligerante", a catalogar de "terroristas" a sus supuestos integrantes. Desde 2009, Venezuela extraditó a ocho presuntos guerrilleros del ELN y de las FARC-EP, tres de ellos en los últimos meses.

Kirchner

Los acuerdos de inteligencia entre Chávez y Santos se firmaron en Santa Marta (Colombia) en agosto del año pasado, bajo la mediación del en ese entonces secretario general de la Unasur, Néstor Kirchner. Ambos países reanudaron sus relaciones comerciales, rotas por las provocaciones del ex presidente Uribe, pero fueron más allá, pues Chávez se comprometió a no permitir la presencia de grupos armados en su territorio. Más tarde Chávez se convirtió en artífice de una negociación con los golpistas hondureños para levantar las sanciones aplicadas por la OEA.

Para algunos analistas, la extradición de Becerra sería "un intercambio de favores" por "la extradición del presunto narcotraficante Walid Makled a Venezuela, dejando a un lado el interés de Estados Unidos" (El País, 26/4). Walid Makled comprometió al gobierno de Chávez al declarar que aportó "por lo menos dos millones de dólares" a la campaña del fallido referendo promovido por el presidente venezolano con el fin de aprobar la reelección indefinida. "Del alto gobierno, claro que recibían dinero mío. Mensualmente, entre todos ellos, como un millón de dólares" (runrun.es), declaró Makled luego de su arresto en Colombia. El dinero era destinado a gobernantes, generales y hasta hermanos de ministros, para que no interviniesen en sus negocios ligados al narcotráfico. Evitar su juzgamiento en Estados Unidos era vital para el oficialismo bolivariano.

Se sacuden las filas chavistas... (y las uribistas)

Radio Nacional de Venezuela, bajo la órbita del Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información publicó, luego de la extradición de Becerra: "Estamos desconcertados, queremos explicaciones; ha sido un duro golpe para las fuerzas que luchan dentro de la revolución contra la derecha en todas sus expresiones. No podemos concebir que se entreguen revolucionarios a gobiernos al servicio del imperio".
La detención en Venezuela de Becerra ha generado un terremoto político en las filas del chavismo. Más de 180 cartas y mensajes de casi sesenta movimientos sociales, sindicatos, partidos, intelectuales reconocidos del hemisferio y Europa y periodistas de diversos medios han llegado al gobierno criticando la extradición de Becerra (Tiempo Argentino, 29/4). Dos días después de la detención, más de 2 mil militantes bolivarianos marcharon al Ministerio del Poder Popular de las Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional para exigir explicaciones.

Veinticuatro trabajadores de Radio del Sur rechazaron la destitución de la directora de esta emisora, Cristina González, ordenada por el ministro Andrés Izarra, por la cobertura de las protestas contra la deportación ilegal de Joaquín Pérez Becerra a Colombia. En la protesta del jueves 28 de abril, frente a la Cancillería venezolana y la Asamblea Nacional, fue quemado un muñeco de los ministros de Relaciones Exteriores, Nicolás Maduro, y de Comunicación e Información, Andrés Izarra, que trabajó para NBC y CNN y pasó por Radio Caracas Televisión, la cuna mediática del golpe de Estado en abril de 2002, antes de asumir durante los años siguientes cargos altos en la administración de Chávez. Izarra fue uno de los encargados de realizar la extradición. Esta cobertura rompió la línea oficial, cuya consigna era "Cero Joaquín Pérez Becerra en el Sistema Nacional de Medios Públicos".

En Colombia, el Movimiento Comunero Socialista Bolivariano de Colombia (MSB-Colombia) rompió con el gobierno de Chávez por la deportación, pero lo mismo ocurrió dentro de las filas de la derecha colombiana. Uribe desmintió la afirmación de Santos de que Chávez había despejado de guerrilla la frontera venezolana. Rodrigo Rivera, ministro de Defensa de Colombia, señaló que los acuerdos regionales firmados con Venezuela permitirán poner fin al "conflicto armado" (El País, 11/5).

Cobertura ideológica

En su reciente visita a Uruguay, Chávez declaró que no importaba "si gobierna la izquierda o la derecha, hay un compromiso más allá de los asuntos internos y es la unidad entre nosotros" (Telesur). Luego de su último encuentro con Santos declaró: "Qué importa que gobierne en Colombia la izquierda o la derecha, tenemos un compromiso más allá, que es la unidad entre nosotros, respetando nuestras diferencias". Chávez ha convertido a la "unidad" de América Latina en un acuerdo con la oligarquía y el paramilitarismo; Santos está a punto de firmar el tratado de libre comercio con Obama. "Para el nacionalismo militar -dice la tesis del Congreso del Partido Obrero- la unidad nacional debe prevalecer sobre la lucha de clases interna, por eso su obsesión por la regimentación de la clase obrera, y el corolario de la unidad con las oligarquías que simulan distanciarse del imperialismo" (Prensa Obrera Nº 1.156).

Cristian Henkel

http://po.org.ar/articulo/po1177036/pacto-chavez-santos