Rodrigazo en
Venezuela, los K ponen las barbas en remojo
La
nueva mega devaluación de la moneda venezolana, conocida como ‘bolívar fuerte’,
constituye una advertencia a los trabajadores de América Latina acerca de la
incapacidad de los llamados gobiernos nacionales y populares para defender los
niveles de vida de la población socialmente más vulnerable.
Esto
ocurre cuando el precio internacional del petróleo – la materia prima que
representa el 95% de las exportaciones de Venezuela – continúa elevado e
incluso es el doble de la previsión establecida en el presupuesto público del
país. Los salarios de los trabajadores petroleros de Venezuela se encuentran
entre los más bajos de la industria petrolera mundial y apenas en la media del
salario de los venezolanos.
Esta
nueva mega devaluación apunta a incrementar las contribuciones de la empresa
petrolera, PDVSA, al Tesoro de Venezuela, pero no corrige ninguno de sus
problemas estructurales: sólo PDVSA acumula una deuda externa superior a los 30
mil millones de dólares. PDVSA es manejada por una burocracia del Estado,
ligada a proveedores y contratistas, completamente ajena al control y gestión
de los trabajadores. Las empresas privadas de servicios tecnológicos, en gran
parte extranjeras, absorben la mayor parte de la renta petrolera de Venezuela.
La
devaluación golpeará fuertemente los precios de los alimentos, que son
mayormente importados. El nacionalismo de contenido capitalista ha sido incapaz
de industrializar al país y recuperar el mercado que dominan el capital
extranjero y la burguesía local.
El
tamaño de la devaluación, un 47%, no alcanza para corregir el desajuste
cambiario en las condiciones existentes, de modo que es el comienzo de una
escalada. Es una amenaza fatal para la política fiscal de redistribución del
ingreso nacional. Una redistribución auténtica del ingreso nacional depende de
una revolución en el modo social de producción y trabajo de la industria.
Las
campanas de Venezuela doblan por Argentina, que también enfrenta la inminencia
de un rodrigazo, sin que importe – aquí tampoco – la cotización elevada de la
exportación de soja.
Los
países que se jactan de rectitud fiscal y política anti-inflacionaria, están
sufriendo una enorme inflación en dólares, debido a la política de devaluación
del gobierno de Obama, que apunta a abaratar las exportaciones de Estados
Unidos y desalojar del mercado a los competidores. Esta inflación dolarizada ha
provocado un enorme proceso de desindustrialización. El rodrigazo de los países
‘probos’ llegará cuando empiecen a retroceder los precios internacionales de
las materias primas –ya comenzó con el cobre y el platino– y aumente la tasa de
interés internacional.
En
oposición a los rodrigazos, sean estos nacionales y populares o neoliberales
(abandono de la convertibilidad), propugnamos una planificación económica que
apunte al desarrollo industrial autónomo y un control de la producción por
parte de los trabajadores, para asegurar el progreso material e intelectual de
la población laboriosa.
Jorge
Altamira
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