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jueves, 2 de agosto de 2012

Siria: entre la revolución y la contrarrevolución


Sungur Savran es dirigente histórico de İş çi Mücadelesi(Lucha Obrera), sección turca de la CRCI. El siguiente análisis pormenorizado de la situación actual en Siria revela detalles para nada considerados en el campo de la izquierda nacional o internacional, sólo posibles de exponer con la herramienta esencial de los marxistas, el materialismo dialéctico. Precisamente por pretender ser una referencia para el proletariado turco, İş çi Mücadelesi está capacitado como los que más para entender el drama sirio y la revolución árabe como la consecuencia de la bancarrota mundial del capital. Como titula el exhaustivo artículo, Siria está entre la revolución y la contrarrevolución en los actuales momentos. Las fuerzas que resulten vencedoras entre ambas alternativas, que para nada incluyen la permanencia de la figura del régimen de Beshar el Assad como pretende cierta izquierda nacionalista y el chavismo, serán la resultante de cómo los pueblos explotados y oprimidos en Siria de forma organizada y en lucha puedan enfrentar la avanzada del imperialismo que pretende mantener su hegemonía en el medio oriente y a la vez servir de defensor del régimen sionista de Israel.

Siria: entre la revolución y la contrarrevolución

La lucha entre el régimen Baath de Beshar el Assad y las masas populares de la ciudad y el campo en Siria, que comenzó el 15 de marzo de 2011, parece haber agotado a ambos bandos en su ferocidad, prometiendo una victoria inminente a una tercera fuerza que ha sido cuidadosamente diseñada, apoyada y armada por las fuerzas internacionales de la contrarrevolución. Esta tercera fuerza es una coalición burguesa compuesta por diferentes tendencias políticas, incluyendo a políticos burgueses pro-imperialistas en el exilio que esperan su oportunidad, movimientos musulmanes suníes de diversa índole, entre los que sobresale la Hermandad Musulmana, representantes directos de varios sectores de la burguesía siria y desertores del ejército sirio. Las fuerzas de la contrarrevolución internacional, compuestas principalmente por el imperialismo -ante todo el norteamericano, por supuesto-, la reacción árabe suní liderada por Arabia Saudita, Qatar y Turquía (Israel ha mantenido un increíble bajo perfil) parecen estar cerca del éxito en su gran objetivo de desviar el levantamiento de las masas populares –una expresión auténtica de la revolución árabe- hacia un movimiento pro-imperialista “responsable”, que pueda tomar el lugar de Assad sin una ruptura radical con el Estado burgués preexistente.

Sin embargo, al mismo tiempo que la revolución siria se prepara para dejar el escenario en favor de un nuevo gobierno burgués, recientemente ha engendrado un producto marginal capaz de conmover el status quo, no solamente de Siria, sino también de toda la región, bajo la forma de una región autónoma que se está conformando en las provincias del norte de Siria. ¡Un nuevo Kurdistán autónomo está emergiendo bajo nuestros propios ojos, y esta vez, a diferencia del gobierno regional de Kurdistán en el norte de Irak, no ha sido creado por los Estados Unidos!

Imperialismo, reacción árabe y Turquía

A pesar de los persistentes e infundados rumores en contrario, la revolución árabe que comenzó en Túnez en 2010 y se extendió como un reguero de pólvora a muchos otros países árabes (Egipto, Bahrein y Yemen para citar solamente las instancias más importantes) sorprendió al imperialismo sin preparación y causó a su posición en el mundo árabe un importante daño. Aparte de la dinámica de revolución permanente que se puso en movimiento -especialmente en Egipto, donde la lucha proletaria fue decisiva incluso en esta primera fase de la revolución y de la perspectiva alternativa de llegada al poder de uno u otro sector del islam político, la oposición mejor organizada en estos países durante décadas-, hubo también una amenaza a Israel y al status quo de tres décadas que se constituyó en Medio Oriente mediante el acuerdo de Camp David. Frente a la formidable masacre de las masas simbolizada por Tahrir –en Egipto-, el imperialismo, luego de alguna improvisación, diseñó una estrategia: la “transición ordenada”, basada en salvar lo que se pudiera de las instituciones, mientras sacrificaba a los más destacados actores del viejo régimen. El abandono de Ben Ali (Túnez), Mubarak (Egipto) y Saleh (Yemen) fue esencial para bajar la temperatura de las masas. Por añadidura, una coalición imperialista liderada por los Estados Unidos y Francia se inmiscuyó en la guerra civil regional y tribal en Libia para apoyar militarmente a la oposición a Gadafi, a fin de crear una base segura para la intervención imperialista en Egipto y Túnez en caso de que estas dos revoluciones, las más avanzadas hasta el momento, se les fueran de las manos.

Siria tiene sus especificidades. La más importante, que es un vecino inmediato de Israel. Si bien los sionistas consideran al régimen Baath un enemigo tradicional, no se debe olvidar que mediante la intermediación de Erdogan, el primer ministro turco, Israel y Siria estuvieron al borde de crear su propia versión de Camp David, hasta que el ataque sionista a Gaza en 2008 destruyó toda la empresa. Temiendo que una alternativa islamita suní a la Alawi y al gobierno de Assad -que se podría calificar de casi secular-, pudiera ser una amenaza aún mayor para Israel, los Estados Unidos y el establishment sionista, estos, cuando se enfrentaron a la revolución siria en marzo de 2011, optaron al principio por una reforma del régimen existente, a fin de absorber las demandas del movimiento de masas. Esta fue también la línea seguida por el gobierno islamita moderado de Erdogan en Turquía, teniendo en cuenta todo lo que había invertido en años anteriores en sus relaciones con el gobierno de Assad.

Pero el gobierno de Assad y la gran burguesía suní, cristiana y alawi no estaban listos para ceder ningún espacio importante a las demandas de las masas. La coalición contrarrevolucionaria internacional le dio la espalda a Assad solamente cuando se dio cuenta de su falta de capacidad o su rechazo. Aproximadamente seis meses después del comienzo de la revolución, en el verano de 2011, el gobierno turco creó una oposición a medida bajo el paraguas del llamado Consejo Nacional Sirio (CNS) a imagen y semejanza del Consejo Nacional de Transición en Libia. Meses más tarde, se le agregó la creación del Ejército Libre Sirio (ELS) al cual Turquía en forma descarada le dio asilo y entrenamiento, fue armado con dinero saudí y qatarí y la inteligencia fue suministrada por los EEUU.

La estrategia aquí es nuevamente la de la “transición ordenada”. De las tres conferencias organizadas por los llamados “Amigos de Siria”, la más importante fue la de Estambul, celebrada a principios de abril de este año. La resolución adoptada sobresale por su claridad de propósito: “una transición pacífica, ordenada y estable” (“pacífica” es, por supuesto, una absoluta hipocresía) y una insistencia en la preservación y reforma de las instituciones de Siria. Este segundo punto es nuevamente adaptado a la estrategia de salvar lo que se pueda de los regímenes existentes, a fin de imposibilitar un gobierno popular o un régimen islámico.

Sin embargo, a diferencia de la experiencia del Consejo Nacional de Transición en Libia, el CNS no ha sido capaz en este año de existencia de hegemonizar a la oposición siria. Aquí juegan diversos factores.

Primero: muchas fuerzas de la propia revolución popular, comenzando por los movimientos de izquierda, se han opuesto inflexiblemente a la intervención extranjera y han denunciado al CNS como un títere del imperialismo y de la reacción árabe.

Segundo: los movimientos que representan a los kurdos, una nación oprimida que vive predominantemente en el norte del país, no han visto y no ven siquiera un destello de esperanza en la orientación política de la oposición.

Tercero: el CNS no ha podido aunque sea crear una relación armónica entre las diferentes tendencias burguesas. Hay un temor creciente dentro del campo contrarrevolucionario internacional de que el CNS y la lucha armada dentro del país estén siendo dominados cada vez más por la Hermandad Musulmana -un movimiento pan-árabe moderado que es la fuerza en ascenso también en Egipto- así como los movimientos salafistas cercanos a Arabia Saudita e, incluso, Al Qaeda.

Siria se ha convertido en la línea de avanzada de la lucha entre el campo islamita suní, que está siendo construido por Arabia Saudita contra el frente shiita-alawi apuntalado por Irán. Siria es un eslabón de la cadena de fuerzas que ahora están en una firme alianza con Irán: el nuevo Irak dominado por los shiitas y el Hezbollah que es el poder más fuerte dentro del actual gobierno de Líbano, además de Siria dominada por los alawis (los alawis están cercanos a los shiitas en algunos temas pero muy alejados en otros, y la fuerza que los une es, en realidad, su oposición común al dominio suní) Hamas en Palestina, alguna vez un importante aliado de Irán, ha mostrado signos de regresar al campo suní bajo el impacto del alza de la Hermandad Musulmana en las vísperas de la revolución egipcia. Por lo tanto la lucha en Siria es también parte de una más profunda rivalidad sectaria entre los suní y los shiitas, que amenaza con una conflagración a escala de todo el Medio Oriente, y que puede llegar a dimensiones bárbaras.

El combate dentro de Siria se ha convertido en una guerra civil de gran envergadura, con una oposición que controla muchas áreas. Ha habido una serie de deserciones en el ejército y en la burocracia civil (más espectacularmente algunos embajadores). Más importante es la reciente deserción de Manaf Tlas, un general de la Guardia Republicana, el ejército pretoriano de la familia Assad. La familia suní Tlas es la que sigue en importancia a la familia Assad en el régimen Baath y una de las más poderosas familias capitalistas del país. Manal es posiblemente considerado como el candidato a liderar un gobierno de transición. Esto garantizaría la supervivencia del poder capitalista en el país. Tlas tiene la ventaja adicional del posible apoyo de Rusia, que es la oposición más activa contra la coalición capitalista en la cuestión siria, junto con China e Irán.
Parece que los días de Assad están contados. El escenario más probable sería la muerte no violenta de la revolución popular en Siria. La responsabilidad política de la izquierda debe aún ser estudiada una vez que el enigma que es la revolución siria en este punto revele sus secretos en el futuro. Aún así no podemos todavía declarar la consumación de la muerte de la revolución siria. El período post-Assad podría deparar muchas sorpresas al mundo.

Kurdistán Occidental Autónomo

Los recientes hechos que se desarrollaron en el norte de Siria traen nuevos elementos a la ecuación. Desde el 20 de julio, las ciudades del norte de Siria, incluyendo la más grande, Qamishlo, han caído una después de otra en manos del pueblo kurdo. El pueblo kurdo de esas ciudades y aldeas ha formado concejos para manejar los asuntos locales y una milicia para defender la nueva realidad política. Se ven banderas kurdas por todos lados.
La historia de los kurdos, uno de los pueblos autóctonos de la región y de Kurdistán, es larga y complicada. Es suficiente decir que desde la Primera Guerra Mundial Kurdistán ha sido dividido en cuatro partes, cada una colonizada por un estado de Medio Oriente: Turquía, Irán, Irak y Siria. Por lo que el norte de Siria en términos del status quo de la ley internacional es en realidad, Kurdistán Occidental. Por décadas, las cuatro partes del Kurdistán fueron esclavizadas, con diferentes grados de opresión nacional en diferentes épocas y lugares, por estos cuatro Estados. Por lo tanto, la lucha del pueblo kurdo por el derecho a su auto-determinación y unificación nacional es una causa justa. Recién a comienzos de este siglo XXI está emergiendo lentamente la silueta de un Kurdistán.

Aquí juegan dos factores de diferente origen. Uno es la creación de un Kurdistán autónomo en el norte de Irak con el aval de los EEUU, dentro del proceso de ataque imperialista a Irak desde la Primera Guerra del Golfo en 1991. El líder de este gobierno regional de Kurdistán, una entidad dentro del Irak federal, es Barzani. El otro es la lucha que lleva a cabo el PKK (Partido de Trabajadores de Kurdistán) en guerra de guerrillas dentro de Turquía, que comenzó en 1984. Si bien el líder del PKK, Abdullah Ocalán, fue capturado por la CIA, el PKK es ahora seguido por las masas, y es también la base electoral para un partido legal que está representado por un grupo parlamentario. El partido es también una fuerza política muy importante entre los kurdos de Irán y Siria, a través de partidos locales que le están vagamente asociados.

Es importante entender que debido a estas circunstancias, Barzani y el PKK son fuerzas contendientes que compiten entre sí por la hegemonía sobre la totalidad de Kurdistán. En esta competencia, los EEUU y Turquía son aliados de Barzani. En los años recientes, Turquía ha llevado a cabo negociaciones secretas que no han tenido éxito con Ocalán en prisión y los líderes de PKK separadamente, pero el estado turco y el PKK son todavía fuerzas hostiles.

Se debe tener en cuenta que las fuerzas que han tomado las ciudades kurdas de manos de las fuerzas gubernamentales son una coalición de partisanos del PKK y simpatizantes de Barzani; esta es una situación realmente inesperada. Puede ser explicada por el hecho de que, preocupado por la clara hegemonía del PKK sobre Kurdistán Occidental, Barzani trató, apenas antes de la conquista de las ciudades kurdas, de reunir todas las fuerzas políticas kurdas sirias en un frente para poder mantener al PKK bajo control. El hecho es que los partisanos del PKK son visiblemente hegemónicos.

Segundo, luego de décadas de esclavitud kurda, este es la segunda entidad kurda en emerger en el espacio de una simple década. Esto, por supuesto, sorprende a los cuatro países opresores.

Tercero, este ente promete, si es capaz de sobrevivir, ser muy diferente del de Irak. El feudo de Barzani es a la vez pro-estadounidense y pro- turco, mientras que el PKK es en la actualidad y al menos en el corto plazo, independiente del imperialismo estadounidense y una amenaza para Turquía.

Cuarto, el gobierno turco casi ha entrado en un estado de pánico como resultado del surgimiento de este presunto Kurdistán Occidental. Ha amenazado con la intervención militar, declarando que la presencia del PKK en poder de su flanco sur es simplemente inaceptable por razones de “seguridad nacional”.

Quinto, la facilidad con la cual las fuerzas kurdas han sido capaces de capturar las ciudades del norte de Siria crea la sospecha de que el régimen de Assad puede, al menos, hacer la vista gorda a este desarrollo. Hace una gran diferencia si el liderazgo kurdo de Siria está actuando con un espíritu revolucionario o simplemente juega el juego de un déspota regional. También hace una gran diferencia la motivación que yace detrás de la conducta del gobierno de Assad. En efecto, Assad puede estar tratando de involucrar a Turquía militarmente en los campos de batalla sirios a fin de crear una atmósfera patriótica entre los sirios, quizá su última oportunidad de sostenerse en el poder.

La emergencia de un Kurdistán Occidental que es potencialmente anti-imperialista en orientación señala un inmenso cambio en el balance de fuerzas del Medio Oriente. El gobierno turco ya ha amenazado con la guerra y la invasión a este nuevo Kurdistán. Los internacionalistas de todo el mundo tienen el deber de defender a este pueblo oprimido contra sus opresores, ya se trate de los Estados opresores regionales o del imperialismo. Permítasenos decir, sin embargo, que el Kurdistán Occidental, incluso con el poder consolidado en las manos de sus nuevos dueños, es un emprendimiento inmensamente frágil. Solamente con una estrategia de revolución permanente que tenga como objetivo liberar a las cuatro partes del Kurdistán puede esta nueva entidad sobrevivir y florecer.

Más generalmente, la revolución árabe puede avanzar y eliminar las trabas del despotismo imperialista del antiguo régimen y del islamismo reaccionario si se apoya cada vez más en una revolución permanente de la clase obrera, las masas empobrecidas y la juventud desempleada.

Sungur Savran

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