Grecia, o el
enorme atraso político de la izquierda
La
agenda política de la clase obrera, con todos los matices que distinguen a
continentes y países, está definida por un período histórico de transición,
plagado de crisis económicas, políticas e internacionales, que plantean una
nueva acción histórica independiente de las masas. Una estadística reciente
señala la caída de 26 gobiernos en los últimos dos años y medio. Incluye el
derrumbe de regímenes políticos enteros e incluso revoluciones, en particular
en el norte de África y en Medio Oriente, entre ellas en Túnez y en Egipto. Por
otro lado, el giro político en Grecia, el cual se ha llevado puestos al menos a
tres gobiernos.
El
desarrollo de crisis en numerosos regímenes políticos -y luchas y rebeliones
populares- ha puesto fin a la especulación conservadora, más acentuada en la
izquierda que en la derecha, de que la crisis mundial en curso no sería más que
un episodio económico sin alcances históricos en la lucha de clases. La
cuestión del viraje político y de las masas domina el escenario mundial. Se
manifiesta en tres cuestiones de fondo: la amenaza de disolución de la Unión
Europea, el desarrollo de la revolución árabe y la amenaza de mayores guerras
en toda esa región; y en el derrumbe de los partidos patronales y el ascenso de
la izquierda en Grecia (que ahora se insinúa con fuerza en España y, hasta
cierto punto, en Italia). La política revolucionaria consiste en orientar este
viraje hacia la lucha por el poder de la clase obrera.
La
experiencia de Grecia ha sido objeto de diversos debates políticos, los que
simplemente han puesto de manifiesto el enorme atraso político de la izquierda,
que ha abordado el ascenso de la izquierda griega desde un ángulo falsamente
ideológico. Ese enfoque aísla este ascenso del cuadro político general y del
viraje que supone por parte de los trabajadores. Syriza, una coalición de
características oportunistas, canalizó un viraje político popular a partir de
un planteo político – por un gobierno de la izquierda -, que puso de
manifiesto, al pasar, el completo vacío político de varias organizaciones
centristas de la izquierda revolucionaria. El Partido Obrero apoyó la
reivindicación de un gobierno de la izquierda como un planteo de ruptura con
los partidos patronales y como un gobierno de trabajadores, en contraposición
al de Syriza, que lo entiende como un gobierno pequeño burgués parlamentario en
los marcos capitalistas. Un gobierno de la izquierda griega habría representado
una forma de gobierno de transición, en un marco de ascenso político de las
masas, entre un retorno a la ‘normalidad’ capitalista y un régimen proletario.
Tomar los planteos reformistas de Syriza para adoptar una posición neutral
entre el viraje de las masas, de un lado, y la resistencia de la burguesía, del
otro, es lo más parecido al liquidacionismo político. El votoblanquismo en una
situación de crisis política extrema -en particular cuando ella es el resultado
de un viraje popular- revela un cretinismo político insuperable.
Es
inevitable que la bancarrota capitalista se desenvuelva a través de sucesivas
transiciones, tanto económicas como políticas, frente a las cuales es necesario
desarrollar la acción de las masas y no refugiarse, ya sea en un puro
seguidismo o en un ultimatismo ideológico pedante. La III Internacional ignoró
este problema durante un corto período, a pesar de la experiencia del partido
bolchevique entre febrero y octubre de 1917, que pagó muy caro en ocasión del
levantamiento en Alemania en 1920. Esta experiencia la obligó a discutir, ¡y
con qué aspereza! Como consecuencia de ello, encaró una política concreta
frente a los gobiernos de transición, incluidos aquellos que podían tener como
punto de partida una combinación parlamentaria de partidos de izquierda.
Qué es y qué
planteó Syriza
La
súbita emergencia electoral de Syriza conmovió a la burguesía europea, envuelta
en una crisis por la permanencia o no de Grecia en la zona euro y en la UE. La
posición de Syriza, a favor de permanecer en el euro y la UE, no convenció a
ninguna fracción del imperialismo mundial. Es que Syriza había asumido el
compromiso político de derogar el Memorando que sometía a Grecia a infames
planes de austeridad, supervisado por el FMI y la Comisión Europea. La denuncia
de que la derogación del Memorando era incompatible con la permanencia en la UE
(que los revolucionarios deben desarrollar en forma sistemática, para preparar
a las masas para la lucha por el poder) es usada por los sectarios para tomar
una posición abstencionista y clasificar una derrota de los partidos patronales
por parte de Syriza como el equivalente a una derrota. Lo que emerge de aquí es
la completa incomprensión, por parte de la izquierda auto-proclamatoria, del
carácter del periodo que se ha abierto en la lucha de clases y de las tareas
que corresponden a esta transición. No son revolucionarios, sino retardatarios.
El
planteo de “un gobierno de izquierda” debía ser tomado por la izquierda
revolucionaria, oponiéndolo “a la acepción que le da Syriza y a su programa,
definiéndolo en términos anticapitalistas – en primer lugar como un gobierno de
trabajadores que repudia la deuda externa, que revierte todas las medidas de
‘ajuste’ contra los trabajadores, que plantea la confiscación de la banca (…)
rompe con la Unión Europea (…) y que convoca a la formación de comités obreros
y de barrios para luchar contra el sabotaje capitalista y para superar la
representación formalista del parlamentarismo por la representación directa de
las masas activas” (PO 1222).
Una
parte de la izquierda se mimetizó en Syriza (SU, MST, PCR) y llegó a erigirla
en ejemplo mundial de una “izquierda plural” (oportunismo). Otro sector cometió
una doble tropelía política: por un lado, impugnó la política de “gobierno de
izquierda” por “oportunista y electorerista” y, por otro, colocó al PO en la
misma bolsa del resto de los grupos que se reclaman del trotskismo (1).
III
Internacional
El
planteo del PO procede no sólo del cuarto congreso de la III Internacional
(noviembre 1922), sino de toda la experiencia mundial desde las revoluciones
europeas de 1848. Allí se dice, al analizar las distintas variantes de
gobiernos obreros, que “los comunistas están dispuestos, en ciertas condiciones
y bajo ciertas garantías, a apoyar un gobierno obrero no comunista. Pero los
comunistas deberán explicar a la clase obrera que su liberación no podrá ser
asegurada más que por la dictadura del proletariado” (2). El PO propuso un
gobierno de izquierda que suma a la clase obrera organizada en el PC y en el
propio Syriza, prácticamente un frente único proletario.
“¿Cómo lo
entenderán las masas y nosotros?”
En
las conversaciones que León Trotsky sostuvo con dirigentes del SWP como parte
de la preparación del Congreso de fundación de la IV (3), éstos le preguntaron
si la consigna del “gobierno obrero y campesino” (o de trabajadores, en una
acepción más nuestra) debía ser planteada “como un programa de transición” o
como “seudónimo de la dictadura del proletariado”. Trotsky respondió: “En
nuestra idea, conduce a la dictadura del proletariado”. En otro diálogo de la
misma serie, agregó: “Amplias masas lo entenderán en un sentido democrático
parlamentario, pero nosotros intentaremos explicarlo en un sentido
revolucionario”. Por eso, para que las masas se apropien de este sentido es
necesario explicar y explicar las reivindicaciones que “deben constituir, en
nuestra opinión, el programa del gobierno obrero y campesino”, es decir el
Programa de Transición.
La
consigna de “gobierno obrero y campesino” (o de trabajadores) está concebida en
función de lo que el manifiesto fundacional de la IV considera la “tarea
central” de los revolucionarios en esta etapa, que es “liberar al proletariado
de la vieja dirección”. El llamado a las viejas organizaciones para que rompan
con la burguesía y luchen por un gobierno “propio” plantea una línea de ruptura
con la clase que tiene el timón del Estado y es un llamado a los trabajadores,
quienes siguen a diversas organizaciones políticas a luchar por el poder. Si se
llegase a constituir, “les prometemos un completo apoyo contra la reacción
capitalista”, dice el Programa de Transición. Pero volviendo sobre la
naturaleza de estos gobiernos, Trotsky puntualiza -una vez más en las
“Conversaciones”- “que este gobierno sería para nosotros un paso hacia la
dictadura del proletariado”.
En
un informe al IV Congreso (diciembre 1922), al referirse a la situación en
Alemania, y más precisamente en Sajonia, el líder revolucionario expuso una
analogía: “Bajo ciertas condiciones, la consigna de un gobierno obrero puede
hacerse realidad en Europa. Esto quiere decir que puede llegar un punto en el
que los comunistas junto a los elementos de izquierda de la socialdemocracia
establecerán un gobierno obrero de forma similar a la nuestra en Rusia, cuando
creamos un gobierno obrero y campesino junto con los social revolucionarios de
izquierda. Una fase tal constituiría una transición a la dictadura proletaria,
total y completa” (4).
¿Qué
alternativa?
Impulsamos
la reivindicación de “gobierno de izquierda”, pero no a integrar ese gobierno
sino a apoyarlo contra la derecha (“naturalmente, nosotros seguiríamos en la
oposición”, había planteado Trotsky al referirse a la variante de un gobierno
obrero de ruptura con la burguesía en las Conversaciones (4). Es una consigna
de transición por el viraje de las masas y en una situación que plantea la
cuestión del poder. Cierto es que si no se aprecia un viraje que estalla ante
los ojos, se corre el riesgo de convertirse en un convidado de piedra frente a
la crisis.
“Al
no existir organismos de las masas en lucha que tiendan a crear un doble poder,
este llamado del PO (a defender la consigna de “un gobierno de toda la
izquierda”) apela a la voluntad de la dirección de Syriza para que ‘impulse’ un
gobierno de trabajadores, con lo cual -lejos de combatir el reformismo y el
pacifismo- fortalece las ilusiones parlamentaristas alentadas por esta
centroizquierda”, plantea el PTS (2). Pero es la III, antes que PO, quien desbarata
estas caracterizaciones en relación con el planteo de “gobierno de izquierda”
al plantear que aun “un gobierno obrero que resultase de una combinación
parlamentaria puede también brindar la ocasión de reanimar el movimiento
revolucionario” (3). Lo que importa no es si existen o no ‘organizaciones’,
sino aprovechar la crisis revolucionaria para crearlas -en el caso de que no
existieran. La respuesta al hecho de que “no existen organismos de doble poder”
no puede ser la parálisis o el votoblanquismo: es una vez más la III la que
plantea que la propia consigna de gobierno obrero es “susceptible de concentrar
y desencadenar luchas revolucionarias” (3).
Un
signo de la bancarrota de esta política es la “salida” de esta corriente frente
a la situación en Grecia: “Para derrotar los planes de la UE y de la burguesía
griega hace falta un programa revolucionario que esté a la altura de la
ofensiva de los capitalistas”- un listado de medidas “en la perspectiva de
imponer un gobierno obrero y popular basado en organismos de democracia
obrera”.
Es
decir que el PTS llamó a votar en Grecia por el PTS.
El colmo de
los colmos
Nuestros
compañeros del PTS, en esta polémica, se han dedicado -como siempre- a
enmascarar su sectarismo y el abstencionismo político en situaciones de crisis
y transición, dando lecciones a todo el mundo. Lo curioso es que, en una
cuestión estratégica fundamental, es hermano mellizo de Syriza. Sí, al igual
que Syriza (y al igual que el MST, el NPA de Francia y tantísimos otros), el
PTS tampoco plantea la ruptura de la Unión Europea. En ningún momento el PTS
critica la posición pro-imperialista de Syriza de mantenerse en la UE.
Obviamente, se trata de plantear esta ruptura, no desde un punto de vista
nacionalista sino socialista, pero no se puede dejar de plantearla con el
argumento de que luchamos por un gobierno de trabajadores.
Es
incuestionable que la lucha por quebrar la UE debe integrar un programa
socialista y que la clase obrera en Europa acabará con ella como parte de una
revolución proletaria. Pero no es menos evidente que una parte de la clase
obrera y las masas medias de Europa se paraliza ante la posibilidad de que sus
países no continúen en la UE, porque ven una salida de la UE como un pasaje al
caos. Sin una crítica sistemática de la UE, como bloque imperialista que
refuerza la opresión del pueblo y la explotación del proletariado, no puede
empezar siquiera a desenvolverse una alternativa socialista. Tampoco se trata
de una reivindicación menor, porque ella se plantea cotidianamente. Por
ejemplo, ha habido varios referendos sobre tratados comunitarios, que obligaban
a definir por el sí, el no, o el no fumo. Ahora mismo está en discusión el
‘rescate’ de España, que la colocaría bajo supervisión de la UE y el FMI, o el
planteo de pasar a una integración política y a una Europa federal.
Concretamente, se va a convertir a -corto plazo- en el tema político central en
Alemania, dada la existencia de un sector de la burguesía que está a favor de
la expulsión de Grecia. El punto se hace más relevante porque la UE no es un
bloque histórico homogéneo de naciones: hay Estados imperialistas, Estados
intermedios (semi-imperialistas) y Estados semi-coloniales. En cada uno de
ellos, la cuestión de la UE se presenta de un modo diferente. Grecia es, a la
vez, una colonia del capital extranjero europeo y una nación opresora -hasta
cierto punto- en los Balcanes. Un revolucionario alemán debe denunciar a la UE
como instrumento de explotación de su burguesía; uno rumano o griego debe
denunciar la asociación de su burguesía con el capital extranjero – que en el
caso de Grecia, por ejemplo, quiere acentuar la tutela política de la UE sobre
Grecia (protectorado). La cuestión de la UE es el eje de la crisis en Grecia,
pero el PTS reparte sermones en todas las direcciones, mientras evade el núcleo
de la cuestión. Despotrica contra Syriza ( y más todavía contra quienes
impulsan un gobierno de izquierda desde una posición clasista), pero coincide
-por medio de una clamorosa omisión- con el planteo fundamental de Syriza. Es
claro que no entiende la época que estamos transitando ni los problemas que
ella presenta.
Dos problemas
graves
Nuestra
posición no tiene nada que ver con el planteo de un gobierno “contra el ajuste”
fundado en un frente de izquierda en torno a Syriza (PSTU Brasil) , que es lo
mismo que plantea Syriza (derogar el Memorando) sino contraponer a Syriza un
planteo anti-capitalista. El SU/MST llamó a imitar a Syriza como expresión
plena de la izquierda “plural”. Los sectarios se valen de los oportunistas para
justificar su sectarismo, pero lo que está en discusión aquí no es una querella
entre sectas, sino la posición política cuartainternacionalista en una
situación pre-revolucionaria de transición. El inmenso atraso político de la
llamada izquierda trotskista consiste en usar la crisis mundial para revalidar
querellas de sectas, cuando se trata de ofrecer una caracterización
desarrollada de la transición y del viraje político, así como de ofrecer una
orientación adecuada a esta situación.
Un vacío de caracterización
A
las elecciones se presentó otra coalición de izquierda, Antarsya (a la
izquierda de Syriza) pero sin relevancia en la situación política concreta.
Tampoco tenía a su favor una posición política clarificadora, puesto que
rechazaba el planteo de un gobierno de trabajadores. En este frente heterogéneo
se encuentran fuerzas partidarias y adversarias de seguir en la UE, el bloque
imperialista europeo. Votar a Antarsya hubiera sumado a la confusión, sin la
contrapartida de un progreso del movimiento real. Hacerlo fue, sin embargo, el
refugio de las sectas sin política.
Argentina
El
problema que discute este artículo es mundial: es el desarrollo de una enorme
transición política del capitalismo y del proletariado. Tenemos que tenerlo
presente en Argentina, donde nuestro partido actúa en el Frente de Izquierda,
para ponerse a la cabeza de los virajes de la situación política y de las
masas, y no para medrar en la autoproclamación. Nuestra pasión por la discusión
sobre Grecia obedece a que sus lecciones son internacionales. Necesitamos
desarrollar un análisis de la misma calidad sobre las revoluciones árabes, las
guerras civiles y las guerras internacionales con las que el imperialismo
intenta contener esas revoluciones, porque son enseñanzas enormes para toda
América Latina.
Christian Rath
1.
“El fenómeno electoral de Syriza entusiasmó a muchos en la izquierda que se
reclama trotskista, que rápidamente hicieron suya su consigna de ‘gobierno de
izquierda’ … los compañeros del PO también se han sumado a este coro de
organizaciones” (La Verdad Obrera 478, 7/6). Las citas, salvo indicación en
contrario, pertenecen a este periódico.
2.
“Resolución sobre la táctica de la Internacional Comunista”, en Los cuatro
primeros congresos de la Internacional Comunista, Tomo II, Editorial Pluma,
1973.
3. León Trotsky, Writings (1937-38), Nueva York,
Pathfinder Press, 1985.
4. León Trotsky, The First Five Years of the Communist
International, T.II, New Park, Londres, 1974.
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