Trotsky,
virajes y perspectivas: historia, política revolucionaria y actualidad
20 de agosto:
aniversario de su asesinato
El
título de este artículo alude una obra de Trotsky escrita inmediatamente
después de la revolución de 1905. Resultados y Perspectivas plantea las
lecciones de aquella revolución y consagra un pronóstico histórico cuyo rigor y
audacia sólo pueden compararse con las del Manifiesto Comunista- como lo señaló
Isaac Deutscher en su trilogía biográfica sobre Trotsky.
La
sustancia de tal pronóstico alude precisamente a un viraje de la historia
contemporánea: “En un país económicamente atrasado -concluyó entonces Trotsky-
el proletariado puede tomar el poder antes que un país donde el capitalismo
esté desarrollado (…) La Revolución Rusa produce condiciones en las que el
poder puede (…) pasar a manos del proletariado antes de que los políticos del
liberalismo burgués tengan la oportunidad de mostrar plenamente su genio de
estadistas”.
Un
viraje y una nueva transición histórica. En 1848, en el momento de la
publicación del Manifiesto, la luz de la revolución democrática burguesa, que
había brillado en el París de 1789, tendía a apagarse por la aparición de la
clase obrera, que la burguesía consideraba una amenaza peor que la del viejo
orden. Por eso, el Manifiesto Comunista preveía que la “revolución alemana (…)
será el preludio de la revolución proletaria”. En 1905, el papel del movimiento
obrero en la revolución mostraba la consolidación de una nueva era, de otra
transición, que ponía en el primer plano la revolución socialista.
Para
ese entonces, el bolchevismo ya había dado a este viraje de la historia el
sello de su propio programa, cuando Lenin señaló que “el capitalismo se
transforma en imperialismo en un momento muy alto de su desarrollo, cuando sus
características fundamentales alumbran la transición a un nuevo régimen
social”. Otra vez: viraje y transición.
Estructura y
coyuntura
Los
virajes y las transiciones no dominan apenas del “tempo” de la historia, sino
también el de la situación política y el de la evolución de la conciencia de
las masas. Trotsky vio la capacidad de Lenin para apreciar este proceso, cuando
aludió a su excepcional “golpe de vista político”. Es decir, su rigor para
detectar lo esencial y lo accesorio de las manifestaciones diversas de la
situación corriente, lo concreto como la “síntesis de múltiples
determinaciones”. “Golpe de vista”, una suerte de intuición construida sobre la
base de la experiencia y tenacidad revolucionaria para captar lo esencial de un
panorama político. Una cuestión clave: la evolución de la conciencia de las
masas que contribuye a precisar la línea de trabajo específica (táctica).
Ese
“golpe de vista político” al servicio de la tarea de llevar a la clase obrera
al poder es el que, en su testimonio biográfico (Mi Vida) Trotsky estima como
una de las virtudes insuperables de Lenin. Una virtud que modeló al bolchevismo
en la coyuntura decisiva de 1917 y en la guerra civil.
El
propio Trotsky se esmeró en el desarrollo de este recurso virtuoso para
caracterizar los virajes y transiciones que dominaron las convulsivas dos
décadas posteriores a la toma del poder por los bolcheviques: las derrotas de
la revolución alemana del 18 al 23, la huelga general inglesa del 26 y la
revolución china del 27; la trágica derrota sin lucha del PC alemán y el
ascenso nazi en Alemania; las vicisitudes de la revolución española y del
levantamiento del proletariado francés poco después. Por último, pero decisivo,
sus planteamientos políticos en el combate final por la IV Internacional, lo
que Trotsky consideró la batalla más importante de su vida, la única en la cual
consideró que su tarea era “imprescindible”. Otra transición, aún inacabada,
por reconstituir la dirección revolucionaria del proletariado.
Hoy
No
está mal recoger, desde el ángulo que aquí indicamos, este legado de Trotsky en
la situación presente. En primer lugar, porque estamos en una bisagra de la
historia reciente. Es nuestra “transición”. Apenas “ayer”, en el inicio de los
noventa y con el derrumbe de la URSS, el capital proclamaba a tambor batiente
una suerte de venganza final contra los arrebatos revolucionarios de la clase
obrera. La colonización capitalista de China, según aseguraba la burguesía,
consagraba un nuevo siglo de supremacía capitalista.
Ironías
de la historia: no había pasado una década cuando, en el propio sudeste
asiático, el tsunami de una crisis mundial debutó en Tailandia y arrasó con los
“tigres”, que se presentaban como testimonio de la siempre renovada capacidad
modernizadora del capital. Fue en 1997, al año siguiente el huracán arrasó con
la Rusia en restauración, cuando declaró la cesación de pagos y llevó a la
quiebra a gigantes del capital financiero en Wall Street, que habían hecho su
agosto con los burócratas y mafiosos reconvertidos. El derrumbe bursátil y la
bancarrota se extendieron al territorio norteamericano con el estallido de las
llamadas compañías tecnológicas y quiebras de corporaciones monopólicas
emblemáticas como WordCom y Enron. Los vientos de la crisis entonces volvieron
a tomar dirección al sur, esta vez en nuestro continente. Depredaron a Brasil y
se llevaron puesto al gobierno de Fernando Henrique Cardoso, y soplaron con más
fuerza en nuestro propio suelo. Es la historia conocida de la mayor depresión
económica de la Argentina de todos los tiempos y su estallido final en el
Argentinazo.
Ahora
sabemos (¡pronosticamos!) que la “recuperación” de la economía global entre el
2002/3 y el 2007 estaba condenada a reventar en proporción a la mayor burbuja
especulativa que la alimentó. Y reventó. De tal manera que tenemos una
bancarrota sin precedentes que, en dos actos, se extiende desde hace más de
quince años. La restauración que pretendía ser la locomotora inédita de una
nueva época de ascenso, se revela ahora como una carpa de oxígeno para un
enfermo terminal. ¡Cuántas palabras se han gastado para ignorar lo se puede
plantear en una simple metáfora! Como un fenómeno de boomerang, pasamos ahora
de la desintegración de las viejas economías estatizadas (como supuesto
salvataje del capitalismo mundial y reversión de su larga declinación a lo
largo de un cuarto de siglo, desde la crisis de los años setenta) a la
desintegración de uno de los centros claves del capitalismo mundial, la Unión
Europea.
Es
la bisagra que invierte el signo de los acontecimientos de más de dos décadas y
restituye el hilo de la historia, que incluso cuando parece doblarse, retorcerse
y aún retroceder, no se dobla. Bisagras, virajes y transiciones. El tema ha
sido examinado, otra vez, en el reciente Congreso del Partido Obrero, el cual
ha trazado nuevas perspectivas -a partir de los virajes de la revolución árabe,
el derrumbe político de los partidos tradicionales de Grecia y las
movilizaciones crecientes en España- a lo que se suma la crisis política de
conjunto en América Latina.
Desafío
En
este punto, vale la pena también volver a Trotsky cuando señalaba que la
revolución socialista seguiría presente, más allá de los reflujos y las
derrotas, en la inevitable tendencia a las crisis capitalistas y al “retroceso
de las fuerzas productivas”. El viraje de la situación se expresa ahora, luego
de una década y media de crisis mundial, en el quebrantamiento sin prisa y sin
pausa de los regímenes políticos, desbordados por la bancarrota que no cesa,
por huelgas y levantamientos populares -con epicentro en el viejo continente y
en el mundo árabe- de un alcance que no tiene precedentes en nuestra historia
reciente. Los desplazamientos políticos de las clases, la disolución de las
formaciones políticas llamadas tradicionales, los cambios bruscos de frentes
están a la orden del día.
En
definitiva, la agenda política de la clase obrera, con todos los matices que
distinguen a continentes y países, está definida por un período histórico de
transición -de crisis económicas, políticas e internacionales, que plantean una
nueva acción histórica independiente de las masas. La bancarrota del capital desarrolla
un salto en calidad en el plano de la subjetividad política y de la conciencia
de las masas. Lo vemos en Grecia (ver Grecia, o el enorme atraso… en páginas 14
y 15). La cuestión del viraje domina el momento político, así como la cuestión
de la dirección política de las rebeliones populares. Es como resultado de esta
caracterización que el Partido Obrero se convoca a sí mismo y a toda la
izquierda revolucionaria -que proclama la lucha por la dictadura del
proletariado- a desenvolver una orientación en consecuencia. La razón última
del faccionalismo y de la autoproclamación, que sigue caracterizando a gran
parte de la izquierda revolucionaria mundial, reside en una incomprensión fatal
de la nueva transición histórica. Nuestra forma de rendir homenaje a Trotsky es
recuperar uno de sus legados teórico-prácticos fundamentales: cómo construir
una política revolucionaria en un período de transición.
Pablo
Rieznik
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