BRASIL:
CRISIS, COMBATES Y PERSPECTIVAS
Cuando Brasil venció la Copa de las
Confederaciones, en el mismo momento, fuera del Maracaná, una multitud,
equivalente a la que se encontraba en el estadio, protagonizaba una batalla
campal contra la policía, que usó bombas, gas y balas de caucho. El saldo fue
decenas de heridos y detenidos. Que el fútbol, religión nacional, no haya
desviado una movilización antigubernamental es un hecho inédito en la historia.
Tan insólito como el hecho de que la presidente ni siquiera pisó el estadio,
temiendo una silbatina peor que en la inauguración de la Copa. Neymar se
pronunció (pese al cerco de seguridad que lo rodea permanentemente) en favor de
las manifestaciones. El mismo domingo, la Cámara Municipal de Belo Horizonte
fue ocupada por jóvenes que reivindican la apertura de los contratos con las
empresas privadas de transporte urbano, para poner en evidencia los superlucros
patronales y la corrupción descarada de los “representantes populares”. Desde la semana pasada, los movimientos de
las favelas paulistas (MTST, los “sin techo”, y “Periferia Activa”) organizan
manifestaciones y bloqueos de avenidas contra las pésimas condiciones de alojamiento,
salud y transporte en los barrios pobres.
Al mismo tiempo, se desarrolla una
formidable ofensiva represiva no solo en las calles sino en las mismas favelas,
un gigantesco operativo de militarización para evitar que los sectores más
explotados se incorporen masivamente a la lucha. En la Favela de la Maré la
operación dejó media docena de jóvenes muertos, definidos como “ladrones”;
enseguida se puso en evidencia que ninguno de ellos había tenido siquiera una
acusación formal en su contra en toda su vida. El monstruoso aparato represivo
brasileño ha sido incrementado y se ha sofisticado como nunca en función de los
“grandes eventos” (campeonatos mundiales de fútbol y Olimpiadas) por el
“gobierno de los trabajadores”. Durante las primeras manifestaciones, Dilma
Rousseff ofreció pública y explícitamente el apoyo de la “Fuerza Nacional”, un
engendro represivo “contrainsurgente” montado por el gobierno del PT, a
gobernadores e intendentes “en apuros”.
La rebelión popular ha originado una
crisis institucional. La PEC (propuesta de enmienda constitucional) nº 37,
enviada por el gobierno al Congreso, fue rechazada por... 430 votos contra 9.
La PEC proponía transferir las facultades de investigación del Ministerio
Público a la Policía Judicial. Es una maniobra para que el Poder Judicial (que
se le escapó al PT de las manos) frenase la investigación de los casos de
corrupción gubernamental. Los nueve votos a favor fueron de nueve derechistas
hipercorruptos, hasta el presente adversarios del gobierno; toda la bancada del
PT votó contra el gobierno, que se ha quedado sin “base aliada” parlamentaria.
Frente a la catástrofe política, Dilma sacó de la galera una propuesta de
constituyente para tratar una reforma política (financiamiento público
exclusivo de las campañas electorales), a la que el Poder Judicial y la mayoría
de los parlamentarios se declararon hostiles. El gobierno reculó y pasó a
defender un plebiscito sobre una propuesta de reforma. En las actuales
condiciones, la propuesta puede dar un eje político nacional de repudio a la
movilización heterogénea de las calles.
El índice de aprobación de Dilma
Rousseff cayó del 70% al 30%. En una reunión de Dilma con las centrales
sindicales, el representante de la CONLUTAS denunció la propuesta de
“plebiscito popular” como una maniobra distraccionista desesperada. Los
planteos de las centrales sindicales al gobierno fueron simplemente ignorados,
y ha sido convocado un paro general para el 11 de julio, esto es, para casi un
mes y medio después de las primeras manifestaciones contra el tarifazo de los
transportes. CONLUTAS convocó a algunas movilizaciones parciales (sin éxito)
antes de esa fecha.
La tentativa de la izquierda de
participar con columnas propias (“rojas”) en las manifestaciones en la Av.
Paulista fue literalmente repelida a palos. Los manifestantes no apreciaron el
intento de diferenciación de la izquierda y tampoco el propósito de hacer
propio al movimiento. La izquierda ha
replicado reclamando el derecho a participar con banderas propias en las
manifestaciones. Pero todo esto es distraccionismo, porque la izquierda no se ha
hecho conocer a través de un planteo propio, es decir sin aportar al movimiento.
No ha dicho ni pío sobre la constituyente, cuando la burguesía la rechaza con
el planteo de que las constituyentes se convocan cuando se rompe un régimen
político y se plantea la creación de otro. Algunos de la “izquierda progre”
(intelectuales sin partido, aliados del PT de todo tipo) han llegado a
denunciar todas las manifestaciones como montajes de la CIA contra el gobierno
del PT, en un artículo ampliamente traducido y difundido por sitios y redes
chavistas y “progres” del continente (“La protesta brasileña de la última
semana”, por Tania Jamardo Faillace, Alai-Amlatina). Este fin de semana, Lula
salió de su mutismo para decir que hay que estar en la calle para “empujar el gobierno hacia la izquierda”...
La movilización callejera es cada vez
más generalizada; el paro general nacional del 11 de julio, convocado por todas
las centrales sindicales es un intento claro de recuperar la calle para las
agencias populares del gobierno, que se encargarían luego de desmovilizar la
rebelión. Un boicot al plebiscito podría
re-encender el movimiento y provocar la caída del gobierno y las elecciones anticipadas.
Puede darle una plataforma nacional y un nuevo escalón político al movimiento
de las calles. Egipto también ayuda.
Osvaldo
Coggiola
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