¿Nicolás
Maduro ó Dr. Dolittle?
Definitivamente este es el país de los elegidos, los mortales no tenemos cabida
aquí. Cuándo nos íbamos a imaginar los venezolanos que contaríamos con un
presidente que no sólo tendría facultades para alcanzar ese estado de
elevación, una especie de nirvana, sino que al entregarse en oración, sería
capaz de interpretar el canto de los pájaros.
Estas revelaciones del presidente vienen a trastocar por completo mi crudo escepticismo. Apartando los estados extáticos, los trances místicos de Santa Teresa de Jesús, como para no dejar todo en manos de la ciencia, hasta hoy era de las que pensaba , y mira que me ha costado salir de mi asombro, que se puede ir desde una matriz mágica a una matriz científica, pero lo contrario, jamás!!
Ahora, es conveniente saber que se debe tener cuidado con esos pajaritos chiquiticos, porque también tienen la costumbre de hacerse los muertos y pueden dar señales equivocadas.
Un cuento de un tunecino, Nacer Khemir, “La libertad no se da, se toma".
Érase una vez un mercader que hizo un viaje a China. En un puesto del mercado, compró un magnífico pájaro, un pájaro de China. Lo llevó a su casa y lo instaló en una jaula dorada. A medida que pasaban los días, su cariño por el pájaro aumentaba.
Cada vez que volvía a su casa, su primera mirada
no era ya para su mujer, sino para el pájaro. Y cada vez que salía, su
última mirada no era ya para su mujer, sino para el pájaro. Un día,
sus negocios le llevaron a China. Antes de partir, se acercó a la jaula:
—Querido amigo, voy de viaje a tu país. ¿Quieres que
te traiga alguna cosa?
Tras unos instantes de silencio, el pájaro
respondió:
—¡Mi libertad!
—¡Tu libertad...! ¿Y yo, entonces? ¿Qué será de mí sin
tu presencia? Elige algo distinto, ¡hay tantas cosas en China!
El pájaro reflexionó y contestó:
—Si no puedes darme la libertad, ve al lindero del bosque
donde fui capturado. Allí, anuncia a los míos la noticia de mi cautiverio.
El mercader marchó a China. Como todos los
mercaderes, vendió y compró. Antes de regresar, se dirigió al lindero del
bosque y gritó:
—¡Vuestro amigo está en cautiverio!
Al oír estas palabras, un magnífico pájaro,
semejante al suyo, cayó fulminado a sus pies. El mercader se dijo: “Qué
triste noticia voy a llevarle...”.
Y regresó a su casa.
Por una vez, fue directamente a ver a su mujer, evitando
al pájaro. Tres días más tarde, se acercó lentamente a la jaula:
—Amigo, he vuelto de China... Te traigo, ¡ay!, una triste
noticia...
—¿Triste? —dijo el pájaro. Cuenta, de todas
formas. Lo que es triste para ti, quizás no lo sea para mí...
—Oh... —dijo el mercader. Apenas había anunciado la
noticia, cuando uno de tus hermanos cayó muerto de su rama...
Al oír estas palabras, el pájaro cayó, fulminado,
al fondo de la jaula. El mercader se golpeó el pecho:
—¡No he causado su desgracia, sino la mía!
Abrió la puerta de la jaula y sacó al pájaro
inanimado. Corrió a buscar agua. Cuando volvió, el pájaro había levantado
el vuelo... Antes de desaparecer, le gritó:
—¿Ves, mercader? ¡La noticia no era triste para
mí! Gracias a ti, mi hermano me ha transmitido su mensaje: “La
libertad no se da, se toma”. ¡Adiós! Vuelvo a mi hogar, a China...
El pescador que contaba esta historia a un genio,
le dijo:
—¿Ves? Yo no he podido liberarte, ¡la libertad no
se da, se toma!
—Tengo prisa —dijo el genio—.
—Pero escucha antes la historia de la muerte que tenía
una cita en Samarcanda...
El genio se exasperó:
—Alto ahí, humano, no tengo más tiempo. Hace tanto
que espero... ¿Eres pescador o contador de cuentos?
Vilma
Ramos
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