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miércoles, 4 de abril de 2012

Energía nuclear, génesis, resplandor y debacle


Energía nuclear, génesis, resplandor y debacle

El capitalismo desenvolvió la energía nuclear a partir del descubrimiento de la fisión nuclear por dos razones fundamentales: la alta eficiencia (energía por unidad de masa) y el uso del subproducto de la generación (radioisótopos residuales) como materia prima de la industria bélica.
 La primer gran experiencia de uso de energía nuclear se realizó en 1945 sobre Hiroshima (bomba de Uranio) y Nagasaki (bomba de Plutonio).
 Actualmente U.S.A. y otros países (Rusia, Francia, China, Inglaterra) que desarrollaron la energía nuclear tienen grandes arsenales. No solamente acopian el combustible gastado de sus propios reactores si no que también se han dedicado a acumular los subproductos de las centrales nucleares de los países que no pueden producir armamento nuclear. Por ejemplo, Japón entrega gran parte de sus desechos a Inglaterra, que tiene un acopio enorme y constituye el principal pasivo ambiental de ese país. USA acopia barras de elemento combustible gastado de muchos países, incluso Argentina.
 Dado que los países del eje, que perdieron la segunda guerra mundial, no podían desarrollar armas nucleares porque el Tratado de Yalta se los impedía, entregaban su combustible usado a otros países.
 Italia no desarrolló la industria nuclear en principio por las restricciones de Yalta y posteriormente porque un plebiscito le fue desfavorable; se abastece en parte de energía por red desde Francia.
 Alemania tuvo un desarrollo tardío y ahora, por efecto Fuckushima, ha tenido que retirar de servicio las centrales viejas y va a eliminar todas en un plazo de diez años. Aquí se han desarrollado mucho las energías alternativas, como por ejemplo la energía eólica. Además, en este país hay una gran eficiencia en el manejo de residuos, que en parte se incinera y cubre necesidades de calefacción, y el resto se recircula en los circuitos industriales.

 ¿Que intereses sostienen este tipo de energía?

La fabricación de armas y la producción de energía eléctrica son dos negocios paralelos.
 El Tratado de No Proliferación Nuclear (1968) impide que los países desarrollen armas nucleares. Solamente los que ya tenían armas a la fecha de constitución del Tratado pudieron seguir acrecentando sus stocks de materia prima. Son ellos USA, Inglaterra, Francia, Rusia y China. También la AIEA (Organismo Internacional de Energía Atómica) controla que los demás países cumplan con las salvaguardas haciendo inspecciones de los stocks de elementos combustibles usados.
 Argentina suscribe este tratado por presión internacional en 1987 (Tratado de Tlatelolco para América Latina), antes tenía una posición más soberana al respecto. Desde principios de la década y hasta el momento de la firma había una pretensión de compatibilizar el Plan Cóndor de misiles teledirigidos con las ojivas nucleares.
 En estas décadas ha habido una evolución de este tipo de tecnología, en parte para adecuarse al grado de concentración de uranio del combustible. Es decir, para que los países impedidos de desarrollar armas no manipularan grandes cantidades de uranio se desarrollaron tecnologías que requerían menos cantidad de uranio fisionable.  Esto da cierta tranquilidad a los países ya poseedores de armas nucleares.
 Así como hay capitales que se introdujeron en el negocio de la tecnología del hidrocarburo fósil para producir energía, otros o los mismos se han introducido en la tecnología nuclear. Una vez que la maquinaria capitalista encuentra un mercado grande tiende a reproducir su capital en él.
 La disposición de los residuos es una de las grandes preocupaciones de los países centrales. Por ejemplo, en USA hacía más de veinte años que no se construían reactores nucleares debido a que no tenían ya lugar donde disponer los desechos, pero a mediados de la década pasada lograron que el Parlamento les apruebe la construcción de un gran repositorio en Alaska (sitio antes prístino, área protegida). Desde entonces reactivaron la industria de reactores, fundamentalmente para aprovechar las ventajas de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero e ir adecuándose al Protocolo de Kyoto, o al menos al mercado de bonos de carbono.

¿Que pasa con las energías alternativas?

Si se analiza todo el ciclo de la actividad (la prospección, la extracción del mineral, la restauración de  las minas agotadas, la fabricación de las barras de combustible, la operación de las centrales, la clausura y la disposición y el mantenimiento eterno de los reservorios) los costos de la energía nuclear son muy altos.
 Agregando a esto la falta de licencia social, se comprende el desplazamiento de capitales hacia tecnologías alternativas como energía eólica y, en menor medida, solar, hidrógeno, mareo-motriz, geotérmica. También hay mucha producción de combustible a partir de la agricultura, industria más cuestionada porque ejerce presión sobre la forestación y compite con la producción de alimentos.

Declinación


Hubo muchos accidentes nucleares que afectaron el negocio nuclear, los más conocidos: Three Mile Island (Estados Unidos 1979, 140 mil personas evacuadas), Chernóbil, (Ucrania 1986, que causó la muerte de unas 16 mil personas) y Fukushima, con consecuencias todavía difíciles de evaluar.
Otro motivo de la declinación de esta industria es la dificultad de controlar la fabricación de armas nucleares de los países que poseen reactores u otras tecnologías. Los casos más relevantes son Irán y Corea del Norte.
También la afectación de terrenos tanto para disponer los residuos (compuestos de radioisótopos que irradian durante cientos de años) como para confinar las instalaciones obsoletas, afecta la renta del suelo urbano y rural. Además, las personas no quieren vivir cerca de centrales nucleares, los terrenos e inmuebles se deprecian a kilómetros de cada planta.  El negocio inmobiliario también presiona para el cierre de unidades en varios países europeos.
Finalmente todo esto incide en la rentabilidad de las centrales nucleares. La industria privada se hace cargo de operar los reactores pero no quiere saber nada con la disposición de residuos y mucho menos con las consecuencias de los accidentes, impredecibles en un marco de cambio climático y voracidad de ganancias.
Alicia Rodriguez

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