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jueves, 15 de octubre de 2015

Adónde va el Medio Oriente


Adónde va el Medio Oriente

La crisis desatada en Europa por la ola de refugiados de Medio Oriente y el norte de África elevó la crisis en esta región a un nuevo estadio internacional. El régimen migratorio de la Unión Europea fue sacudido de cabo a rabo, cuando aún se hacían sentir los peligros para la zona euro planteados por la bancarrota de Grecia. Alemania se vio sometida de inmediato a una crisis política, por ejemplo con la resistencia a la recepción de refugiados por parte del estado de Baviera. Significativamente, en el gabinete de Merkel empezaron a circular iniciativas para confiscar las propiedades sin alquilar en su territorio para paliar la escasez de espacios habitacionales para acoger a los refugiados. Ni más ni menos. La crisis humanitaria de los refugiados había sacudido a la opinión pública de todos los continentes.

Es precisamente en estas circunstancias, o sea cuando la crisis de la periferia invade a las metrópolis que la desataron, que Rusia decide intervenir militarmente en Siria. La situación creada en Europa era una prueba irrefutable del fracaso de los planes políticos de los estados imperialistas para ‘pacificar’ a Siria como a Irak y convertirlas o consolidarlas como estados títeres. Putin justificó la intervención rusa como el recurso necesario para que la desintegración de esos países no se transforme en una crisis directamente mundial, e incluso que la huida de refugiados la afecte a ella en un plazo relativamente corto. En contraste con la política occidental, Putin planteó de inmediato el envío de tropas sobre el terreno –incluso de la guardia revolucionaria de Irán. Irán, Irak y Rusia anunciaron un acuerdo de intercambio de informaciones; la dictadura militar de Egipto saludó la intervención militar de Rusia.

El objetivo invocado para la intervención fue el combate al Estado Islámico, pero enseguida quedó claro que era planteado a partir del sostenimiento al gobierno de Al Assad. El propósito estratégico de Putin es defender su única base en el Mediterráneo, más necesaria que nunca ante la precaria situación internacional de su ocupación de Crimea –que comunica a Rusia con el Mediterráneo a través del Mar Negro. Más allá de esto, para Putin no existe ninguna fuerza con capacidad para enfrentar al EI fuera del ejército de Siria y de las guardias de Irán y de Hizbollah. Si faltaba alguna prueba para esto, Obama anunció el cese del entrenamiento de sectores opositores a Al Assad pocos días después, alegando un fracaso rotundo en los resultados. Putin contó para su operación con el guiño de hecho del propio Obama, que pasó a admitir la continuidad de Al Assad para organizar una transición política en Siria. Putin no hubiera podido enviar tropas a Siria sin el consentimiento de EEUU y del estado sionista. Esto quedó de manifiesto, adicionalmente, cuando Netanhyau viajó a Moscú. Dentro de la UE, Rusia tuvo el respaldo inequívoco de Alemania. Quienes han visto en estos hechos un retorno a la ‘guerra fría’ tienen el reloj atrasado; asistimos a un acuerdo político de grandes potencias, incluso si en un futuro inmediato desatan nuevas crisis internacionales e incluso más violentas. Luego de la disolución del ejército de Saddam Hussein, en Irak, hace mucho que los analistas militares norteamericanos han llegado a la conclusión que en cualquier cambio de régimen que promueva Estados Unidos sería necesario preservar a las fuerzas armadas del viejo régimen. Cuando se habla de una transición negociada en Siria, se tiene en cuenta la necesidad de conservar a las fuerzas armadas de Al Assad. En la reunión que tuvieron en los márgenes de la asamblea reciente de la ONU, Obama y Putin coincidieron en la finalidad de asegurar la “unidad de Siria”.

La intervención rusa representa con toda claridad un golpe para el régimen de Turquía, pues entierra la pretensión de éste de crear una base al interior de Siria bajo su tutela para proceder a la liquidación de Al Assad y convertir a Siria en un satélite. El turco Erdogan buscaba de este modo acabar con el gobierno kurdo en el norte de Siria –frontera con Turquía–, que había sido el único en resistir en forma victoriosa al EI, con la ayuda del PKK –el partido kurdo en Turquía e Irak. También está acusada de complicidad con el EI. ¿Cómo pretenden Obama y sus secuaces acabar con el EI sin quebrar al principal régimen político de la región que avala sus acciones militares y sus masacres? Turquía se ha convertido ahora en un epicentro de la crisis, luego de haber sido su promotora, incluido su apoyo al EI, del cual esperaba que pusiera fin al régimen de Al Assad. La necesidad militar había llevado a Obama a apoyar a los kurdos contra el EI y a chocar también con el gobierno de Turquía, al cual el curso que han tomado los acontecimientos podría llevar a un colapso. Luego del aplastamiento de la primavera árabe, el territorio del viejo imperio otomano podría conocer en poco tiempo una nueva crisis revolucionaria. Los atentados criminales reiterados contra la izquierda y la población kurda en Turquía son una confección hecha y derecha de Erdogan, incluso si usa para ello al EI.

Rusia repite, contra el EI, la táctica de la Alemania contra la URSS en la segunda guerra: ataca a los opositores de Al Assad que ocupan el noroeste de Siria, como Hitler atacó primero a Gran Bretaña y Francia –para cuidar sus espaldas. Ese sector opositor está representada principalmente por una fracción de Al Queda –con vasos comunicantes con EI. El gobierno kurdo de esa región ha declarado su apoyo a Rusia y reclama una autonomía en una Siria unida. Obama y compañía conocen estos planes de antemano y reconocen su consistencia militar. Esta unidad de circunstancia entre EEUU y Rusia y entre Obama y Putin, de ningún modo ponen fin o siquiera limitan las contradicciones explosivas entre uno y otro. Es la misma unidad que los juntó para imponer a Irán el acuerdo de control de su programa nuclear por parte de EEUU. Es la unidad de conveniencia que está tejiendo Arabia Saudita con Rusia, a partir del fracaso de la coalición militar de los estados del Golfo Pérsico y Estados Unidos para doblegar la rebelión en Yemen. Asistimos a un acuerdo limitado y circunstancial entre Obama y Putin, del cual cada uno quiere sacar ventajas en su confrontación de orden general. En el marco de la bancarrota mundial del capitalismo, la estrategia del imperialismo es doblegar las resistencias que bloquean su dominación completa del ex espacio soviético y de China.

Las mismas razones que empantanaron a EEUU en Afganistán e Irak deberán empantanar a Putin en Siria, como ya empantanaron a la ex URSS en Afganistán. Rusia, por otra parte, no tiene los recursos económicos ni políticos para capitalizar una victoria en Siria, que siempre será transitoria. Afectada por una fuerte recesión y una quiebra bancaria, los gastos de la acción militar en Siria comprometerán más su situación económica. La conclusión es que así como contó con la venia del viejo imperialismo para intervenir en la guerra en Siria, acabará arreglando una salida con EEUU y la UE, si es que logra consumar el trabajo sucio de pelear con tropas propias contra las milicias contrarias a Al Assad.

Como se ha dicho más arriba, el epicentro de la crisis se ha desplazado a Turquía, cuyo régimen ha fracasado en todos sus objetivos de convertirse en potencia regional. Asimismo, la ferocidad de la crisis humanitaria y social vuelve a colocar en el primer plano la cuestión del sionismo y la opresión de Palestina, cuando el protagonismo gana a la población que habita dentro de las fronteras de Israel. Es necesario despertar a los trabajadores de todo el mundo a la necesidad de una acción internacional contra el imperialismo y por la autodeterminación de las naciones y la revolución socialista.

Jorge Altamira
10/10/2015



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