Opción Obrera es la sección venezolana de la CRCI (Coordinadora por la Refundación de la IV Internacional)

Propulsamos el desarrollo de una política proletaria al seno de los trabajadores tras su independencia de clase y una organización de lucha para su liberación de la explotación e instaurar El Gobierno de los Trabajadores, primer paso hacia el socialismo.

Ante la bancarrota capitalista mundial nuestra propuesta es que:


¡¡LOS CAPITALISTAS DEBEN PAGAR LA CRISIS!
¡LOS TRABAJADORES DEBEN TOMAR EL PODER!



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domingo, 27 de noviembre de 2016

FIDEL, ESBOZO DE CRÍTICA DE UN LEGADO


FIDEL, ESBOZO DE CRÍTICA DE UN LEGADO

Fidel Castro fallece cuando se cumplen exactamente sesenta años de la salida del Granma, desde México, de una fuerza revolucionaria que debía llegar a Cuba para derrocar al dictador Batista, en combinación con una huelga cívica prevista en el Oriente de la Isla. Sería el comienzo accidentado de la Revolución Cubana.

Fidel deja una herencia política contradictoria. De un lado, porque Cuba se encuentra empeñada en repetir la experiencia de restauración capitalista de China, en un lugar más inadecuado y en peores condiciones económicas internacionales. El ascenso de Trump prueba el carácter explosivo de esta tentativa, cuando no su completa inviabilidad. El bloqueo económico sigue en pie como un arma de presión para liquidar los obstáculos que aún existen en Cuba a la colonización del capital financiero. La limitada asociación del Estado con el capital extranjero ha llegado al tope de sus posibilidades. Irónicamente, es precisamente China, el espejo en el que se mira el gobierno de Cuba, el blanco preferido de la guerra económica que ha anunciado el magnate norteamericano.

En la conciencia popular, sin embargo, el legado que deja Fidel es una revolución social sin precedentes en América Latina, con la peculiaridad de que el papel dirigente de la clase obrera es sustituido por la clase media radicalizada. La Revolución Cubana no es el producto de una construcción histórica de la clase obrera internacional; incluso entra en colisión con todas las estructuras burocráticas esclerotizadas del movimiento obrero internacional, y en particular con los partidos estalinistas. Se desarrolla, en estas condiciones, un proceso histórico transicional peculiar: un régimen político que expropia a la burguesía, en un movimiento de independencia nacional, sin el horizonte histórico del gobierno de la clase obrera, ni de la revolución proletaria mundial. La historia del siglo XX ha sido muy fecunda en producir transiciones de características especiales. Esto no significa que, en ausencia de nuevos procesos revolucionarios, no queden condicionadas por la economía y la política mundiales.

El punto más elevado de la Revolución Cubana y del propio Fidel es la derrota que inflige, en abril de 1961, a la invasión mercenaria organizada por EEUU en Playa Girón – en la que fueron movilizados un millón de cubanos en armas. En octubre de 1962 comienza una curva descendente, luego del pacto Kennedy-Kruschev, que es denunciado vigorosamente por Fidel. Es a partir de este momento que el imperialismo decide combatir a la Revolución Cubana sembrando a América Latina de dictaduras semi-bonapartistas, primero, y directamente criminales, poco después. En Cuba, Fidel se sirve del manto revolucionario para establecer un régimen de arbitraje político personal. A diferencia de lo que ocurría con las revoluciones pasadas, cuando cada etapa política daba lugar a un liderazgo diferente, Fidel va a ser el protagonista irremplazable de las mutaciones de la Revolución Cubana.

El impacto mundial de la Revolución Cubana y el protagonismo internacional de Fidel no deben confundirse, como se ha hecho, con una orientación estratégica internacionalista. El apoyo a distintas formas de lucha armada (foquismo) constituyó una operación de aparato, que concluyó en derrotas crueles. Más adelante adoptará el camino contrario: una diplomacia de apoyo al entendimiento con la burguesía nacional. Es lo que ocurrirá con la UP en Chile y con la revolución sandinista en Nicaragua y los ‘procesos de paz’ en Centroamérica. El Foro de Sao Paulo servirá como marco para una negociación estratégica, a la que se integrará el Vaticano y Estados Unidos, y luego al apoyo de los gobiernos del “socialismo del siglo XXI”, que rechazan el radicalismo anticapitalista de la Revolución Cubana.

La muerte de Fidel no es la expresión ‘simbólica’ del final del ciclo revolucionario latinoamericano, como pontifican los enemigos de la Revolución Cubana. Las premisas que le dieron lugar, hace 60 años, están más presentes que nunca en todo el mundo.

Jorge Altamira
Partido Obrero Argentina

La muerte de Fidel Castro y la encrucijada cubana


La muerte de Fidel Castro y la encrucijada cubana

Ha muerto el líder del acontecimiento político más importante del siglo XX latinoamericano: la Revolución Cubana, por la cual toda una generación de jóvenes siguió las banderas del socialismo. El fallecimiento de Fidel Castro se produce en un momento crucial de la revolución en Cuba y en América Latina

Cuando fue juzgado después del asalto al cuartel Moncada en 1953, Fidel Castro transformó ese estrado judicial en una tribuna política para producir su famoso alegato: “La historia me absolverá”, todo un programa político que tenía su eje en la convocatoria a elecciones libres y en la vigencia de la Constitución demo-burguesa de 1940, que abrió el periodo de los gobiernos llamados “legítimos” (Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás) hasta el golpe de Fulgencio Batista en marzo de 1952.

Consumada la revolución el 1° de enero de 1959, la jefatura guerrillera en el poder intentó ejecutar aquel programa: estableció un acuerdo con partidos burgueses opositores a la dictadura de Batista y nombró presidente a Manuel Urrutia, representante de aquella coalición. El 8 de enero una maniobra política quiso imponer en el gobierno a una junta militar, pero Castro y su Movimiento 26 de julio convocaron a la huelga general para derrotarla.

Más tarde, cuando Urrutia expulsó a Fidel del mando militar, una movilización obrera y campesina lo repuso en el cargo y el presidente debió renunciar. Se quebró la coalición con la burguesía y se decretó la expropiación de los emporios azucareros, muchos en manos de pulpos norteamericanos. Esto es: cuando los objetivos democrático burgueses que perseguía el movimiento revolucionario se demostraron de cumplimiento imposible si no se les quitaba a la burguesía y a los latifundistas su poder económico y político, la dirección cubana tuvo el mérito histórico de avanzar audazmente por ese camino, el de barrer a todo el antiguo poder estatal. En enero de 1961, después de que Castro personalmente comandara las milicias que rechazaron la invasión de exiliados (financiados, entrenados y armados por la CIA) en Bahía de los Cochinos, el gobierno cubano proclamó públicamente el carácter “socialista” de la revolución.

Así, los aliados democráticos del M26 se van del gobierno o son expulsados, terminan en el exilio. La revolución entra en crisis con sus postulados originales y, mientras echa del gobierno a los partidos burgueses y expropia a los latifundistas, prohíbe elecciones libres en los sindicatos e impide cualquier desarrollo independiente de las organizaciones obreras y del proletariado mismo. El poder exclusivo del M26 deriva en el poder personal de Castro y se instaura así un bonapartismo sui generis. Poco después, los reveses económicos (el fracaso de campañas agrícolas y sobre todo la derrota de las tendencias industrializadoras, impulsadas por el Che Guevara y el ala izquierda del M26) empujarían a Castro a refugiarse en la burocracia contrarrevolucionaria del Kremlin; es más: el Partido Comunista, que se había opuesto a la revolución porque se contradecía con el equilibrio político acordado por Moscú con las potencias imperialistas, pasó a formar parte decisiva del gobierno y el Movimiento 26 de Julio tomó el nombre del partido estalinista.

Desde entonces, y particularmente a partir del fracaso de la experiencia foquista de Guevara, Castro se empeñaría en evitar que otros siguieran el camino cubano. Respaldó la “vía pacífica” al socialismo propugnada por Salvador Allende en Chile (1970-1973) y luego, producida la revolución nicaragüense en 1979, señaló con énfasis que Nicaragua no tenía por qué hacer como él mismo había hecho en Cuba, de modo que el sandinismo no expropió a burgueses ni a terratenientes y reconstituyó el ejército regular destruido por la revolución.

En sus últimos años de gobierno efectivo, Castro respaldó a gobiernos nacionalistas como los de Hugo Chávez y Evo Morales, e incluso al de los Kirchner. Una manera de desandar el camino de Cuba en 1959-61.

La encrucijada

Fidel Castro acompañó los acuerdos del gobierno cubano con Barack Obama, si bien en algún momento dejó caer alguna observación crítica (“no necesitamos que el imperio nos regale nada”), acuerdos que ahora entran en nueva crisis por la victoria de Donald Trump. Debe subrayarse, en ese punto, que Obama no levantó el bloqueo; apenas lo moderó, y con cuentagotas.

Este proceso se desenvuelve, además, cuando la bancarrota capitalista empeora en extremo las condiciones económicas de Cuba. Una reconversión capitalista en la isla revolucionaria produciría una situación explosiva por el grado de miseria que acarrearía. Por otra parte, la economía cubana está deteriorada gravemente en sus centros neurálgicos: la producción azucarera, por citar un caso, se ha derrumbado de 8 millones de toneladas en la década de 1990 a poco más de 1 millón en la actualidad. La entrega de tierras en propiedad a campesinos y cooperativas encuentra también obstáculos severos en el atraso agrario del país.

En términos políticos, la autoridad de Fidel, perdida en la práctica desde que su salud lo obligó a retirarse del gobierno, se pierde ahora hasta en su sentido simbólico. La crisis del Estado cubano deberá necesariamente apurar la transición política, que finalmente se decidirá en el terreno de la lucha de clases dentro del país y, sobre todo, en el plano internacional.

En definitiva, el de Cuba es un proceso abierto. Junto a las tendencias restauradoras se desenvuelve otra, opuesta al régimen burocrático y favorable a la democracia obrera, a la defensa de las conquistas de la revolución, a la libertad de organización con ese fin. Las masas cubanas son conscientes de que se aproxima el momento del desenlace: Fidel ha muerto y Raúl está también ante el límite intraspasable de la naturaleza. La crisis mundial pone a los trabajadores cubanos ante ajustes similares a los que sufren sus compañeros de todo el mundo. La revolución latinoamericana bien puede recomenzar por la gloriosa Cuba.

Por último, se debe subrayar lo obvio: es un momento de congoja. Los revolucionarios nunca han sido indiferentes al dolor de un pueblo ante la pérdida de sus grandes líderes, y más aún cuando se trata del jefe de una revolución que cambió la historia latinoamericana.

Alejandro Guerrero


sábado, 26 de noviembre de 2016

La muerte de Fidel Castro



La muerte de Fidel Castro

Con la muerte de Fidel Castro, a los 90 años de edad, desaparece uno de los revolucionarios más importantes del siglo XX. Castro personificó, en su larga vida, el derrotero de la revolución cubana, desde su etapa democrática inicial hasta la confrontación con el imperialismo y la burguesía cubana, para derivar, en el transcurso de su primera década, en una adaptación al estalinismo que marcaría su derrotero futuro. La larga estadía de Castro en el poder (1959-2008), marca claramente su rol bonapartista en este proceso, arbitrando entre las masas cubanas, armadas en milicias pero desprovistas de la posibilidad de organizarse en un marco clasista, por un lado, y el imperialismo y el aparato estalinista, por el otro.

Esta caracterización revela tanto los alcances como las limitaciones del proceso revolucionario que Castro arbitró durante medio siglo: una revolución en la que, a pesar de haberse expropiado el capital, la clase obrera no apareció como el sujeto revolucionario, organizado como tal y separado programáticamente de las otras clases, sino subordinada políticamente a una dirección de origen pequeñoburgués. El surgimiento de una burocracia privilegiada y la adaptación al estalinismo mundial (la Unión Soviética) y local (el Partido Socialista Popular, ex-Partido Comunista de Cuba, que había participado en un gobierno de coalición con Batista), condujo al nuevo estado revolucionario a suprimir a los trotskistas cubanos en 1965 y al alejamiento del Che de la dirección revolucionaria, lo cual conduciría a su muerte en Bolivia en 1967, a la edad de 39 años. Su trágica muerte es testimonio no sólo de las divergencias que la presión del estalinismo generó en el seno de la cúpula revolucionaria cubana entre el ala izquierda liderada por el Che y el ala centrista dirigida por Castro, sino del fracaso de la estrategia foquista del Che, quien, en un retorno a las teorías de los populistas rusos, postulaba que el sujeto revolucionario no eran los trabajadores asalariados sino los pequeños propietarios campesinos de los países semicoloniales.

Los trotskistas cubanos, abandonados a su suerte por la mayoría de las corrientes trotskistas mundiales, creían que el nuevo estado era un estado obrero; a pesar de ello, fueron suprimidos por demandar que no hubiera listas únicas de candidatos confeccionadas por el partido gobernante en las elecciones a los sindicatos, la convocatoria a un Congreso Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba Revolucionaria con nuevos líderes y delegados libremente elegidos; el establecimiento de Consejos de Trabajadores para controlar, a través de sus delegados, la administración del Estado cubano, y el derecho de todas las tendencias políticas que apoyaran la Revolución a la libertad de expresión.

La historia de Cuba luego de su alineamiento con el estalinismo es un testimonio a los límites infranqueables de los procesos permanentistas en los que la burguesía es expropiada y las masas movilizadas para combatir al imperialismo sin que la clase obrera juegue un rol dirigente en este proceso. Otro tanto cabe decir de la política exterior cubana luego de su alineamiento con el estalinismo, desde el apoyo de Castro a la invasión soviética en Checoslovaquia en 1968 a su apoyo a los frentes populares en Chile y Nicaragua en los años setenta y ochenta. En el marco de esta adaptación al estalinismo, el asesino de Trotsky, Ramón Mercader, encontró refugio y murió en Cuba en 1978.

Hechas estas salvedades, que explican por qué nos reivindicamos trotskistas y no castristas o guevaristas, cabe señalar que, en cierto modo, somos hijos de la revolución cubana, ya que el Partido Obrero nació en 1964, cinco años después de la revolución y al calor de la misma. Nuestros debates con el foquismo en el pasado y con el curso actual de la burocracia cubana, cuya política de concesiones crecientes al imperialismo amenaza con llevar a la restauración del capitalismo en la isla, no deben oscurecer los grandes logros sociales de la revolución ni la deuda política que tenemos con el gigantesco impulso que los revolucionarios cubanos dieron a la izquierda latinoamericana. Nuestra tarea como revolucionarios es asimilar críticamente estas experiencias y expliárselas a los trabajadores, que serán los continuadores genuinos de la revolución cubana.

Daniel Gaido

jueves, 24 de noviembre de 2016

Venezuela, en vísperas de definiciones


Venezuela, en vísperas de definiciones


El carácter tardío de la mediación vaticana en Venezuela quedó ilustrado rápidamente por los acontecimientos de las últimas semanas. El descontento de la oposición respecto del resultado del “diálogo” radica en que éste no puede dar respuesta al único tema relevante: la crisis de poder. Por ello, el tema del desplazamiento de Maduro se cuela en forma permanente, sin acuerdos posibles. La derecha -MUD- asegura que vuelve a “la agenda de la calle” mediante la recolección de millones de firmas por el revocatorio, para presentar en la tercera reunión con el gobierno, prevista para el 6 de diciembre. La iniciativa apenas intenta disimular sus propias divisiones: una semana antes, Capriles había anunciado que “el 11 de noviembre era la fecha límite” para la satisfacción de sus demandas -liberación de presos y calendario electoral-, algo que ostensiblemente no ocurrió, sin que la coalición derechista ofreciera respuesta al nivel de las amenazas previas. En realidad, la MUD refracta el impasse del propio imperialismo, cuyas iniciativas “mediadoras” para contener la crisis latinoamericana vienen pisando arenas movedizas -Cuba, Colombia. El triunfo de Trump ha puesto patas para arriba esa agenda, desde el pacto nuclear con Irán hasta las transacciones con Raúl Castro, lo que se ilustra con los nombramientos de su gabinete. En ese marco, los sectores más derechistas de la MUD reclaman concluir en forma inmediata cualquier negociación con Maduro, porque los encuentros “no han dado resultados ni los van a dar” (Lilian Tintori en latercera.com). Hasta la Iglesia evidenció el callejón sin salida, pues “el presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, monseñor Diego Padrón, aseguró que la institución religiosa 'no está contenta' con el desarrollo 'del proceso de diálogo'” (ídem).

Bancarrota económica

La sanata papal según la cual “dialogando se entiende la gente” como parte de “la cultura del encuentro” está lejos de ocultar que el trasfondo profundo es una bancarrota monumental -y a su turno, una crisis de poder que exige definiciones de todas las clases sociales-. De una “redistribución eterna” a partir de la renta petrolera, pasamos al inminente default de PDVSA, que el 21 de noviembre activó una “gracia” de 30 días para pagar compromisos de deuda por aproximadamente 539 millones de dólares. El dato es significativo, porque en ningún momento el chavismo interrumpió el pago religioso de estos cupones, lo cual desangra sistemáticamente una economía en terapia intensiva. El JP Morgan “todavía cree que PDVSA hará los pagos durante el período de gracia” (El Nacional, 21/11); sin embargo, es evidente que el default se aproxima. El desquicio económico es pagado íntegramente por las masas, que afrontan una canasta familiar que llegó a los 429 mil bolívares, mientras el salario mínimo no alcanza los 30 mil. Incluso considerando los “cestaticket”, una suerte de vale alimentario que impuso el gobierno para asegurar la reproducción de la fuerza de trabajo, el salario no cubre siquiera la cuarta parte de la canasta.

Las evidencias que aquí señalamos confirman que Venezuela marcha a un desenlace. Esto coloca sobre el tapete la necesidad que la clase obrera emerja en la crisis nacional como un factor político independiente. Es imperioso que la izquierda obrera y socialista postule un planteo de poder, que incluya la convocatoria a un congreso de trabajadores y una constituyente que reorganice la nación sobre nuevas bases.

Alejandro Lipco

sábado, 19 de noviembre de 2016

Marea Socialista y los resultados del Diálogo

Marea Socialista y los resultados del Diálogo



El diálogo me parece un nombre de lo más adecuado para eso que se dio, o se está dando entre el gobierno de Maduro y un sector de la MUD. Tal cual lo dice el diccionario, discusión sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución.  

El grosero pacto como prefiere decir,  la representante de Marea Socialista, Z. Matamoros  en un recién artículo publicado por internet[1]  más bien extraña ante las coincidencias, que luego  pasa a explicar,  entre los “pactantes”

La representante de Marea Socialista expone las coincidencias entre los partner del diálogo,  primero descubre que todos pertenecen a la burguesía, unos son los muy exclusivos y los del PSUV, de su cúpula, son los boliburgueses,  algo nada más falso, y es importante precisar que sí le sirven a la burguesía, de un momento a otro pueden pasar a ser infuncionales y se les acabe su servicio.

Luego continúa  con otra coincidencia, describiendo la acumulación de ambas burguesías mediante la captación de dólares a través de Cadivi, con lo cual Marea se auto incrimina ya que ellos votaron y defendieron al gobierno de Chávez que fue cuando se dieron estos negociados.

Le sigue poniendo  más aderezos,  también descubre que ambos atienden al capital internacional mediante otras pruebas argumentales y cierra denunciando el pago de los bonos. Esos extravagantes bonos fueron emitidos durante la época de Chávez,  donde ellos apoyaban al gobierno de punta a cabo y todavía hoy siguen  haciendo apología como cuestión de fe, denuncian esos casos como correspondientes al modelo rentista, pero como todos los del chavismo puro, ahora que se agoto la renta debido a los precios del petróleo, es que denuncian a ese llamado modelo.

Esas revelaciones  las ubican, para los dos bandos de dialogantes, refiriéndolas a  diferencias tácticas ya que según Marea, la estrategia es la misma para ambos.

Para Marea  ahora sobre la estrategia,  las coincidencias son más profundas. La intervención de el imperio y el vaticano donde, para nosotros, obligó al dialogo, para ellos fue el mediador.  Precisamos y es importante establecer, que esos mediadores impusieron  el dialogo y ahora con los resultados de esa  primera ronda,  prefieren mantener a  Maduro por los momentos, como fórmula de estabilidad débil o crítica,  porque temen  un desbordamiento de las masas ante la grave situación  que  genere una crisis de ingobernabilidad, ante la lucha  por el poder entre los ahora dialogantes. Le temen al  inicio de  un proceso revolucionario.  Para Marea, el diálogo y los mediadores no tienen ya razón de ser porque ya acordaron el reparto del poder.

Quizás esta sea lo más peligroso, sobre un análisis de la situación actual. La lucha por el poder sigue dándose, a pesar de la intervención de los foráneos, que lograron frenar por unos días las situación  crítica, pero solo los corrieron e internamente tanto en el PSUV como en la MUD,  ahora hay más división, lo que indica menos control y más desconcierto, con una peor situación económica, lo que da  mayores elementos para una explosión social, que es lo que quieren evitar los enviados de Obama y del Papa.

Marea votó por Maduro, como buenos chavistas y ahora es cuando denuncian la pelea entre el PSUV y la MUD, por la distribución de la renta petrolera, es decir la lucha por el poder,  antes no denunciaron el “rentismo” porque simplemente ellos disfrutaban también esa renta petrolera, porque entraban divisas y esa es la diferencia fundamental entre el gobierno de Chávez y el ahora defenestrado Maduro.

Lo que ellos llaman ahora patrón de acumulación a través de la especulación y la corrupción por lo dólares que abundaban, viene de antes, con la diferencia que ahora en crisis se denuncia porque no hay para todos.

La exposición es tan aberrante, que  denuncian la desmovilización de la población, como acuerdo del pacto, para nosotros antes, cuando el gobierno de Chávez,  hubo la mayor desmovilización, porque la movilización fue en apoyo al gobierno que conducía al país al despeñadero adonde hemos llegado, tan absurdo es que culpan entre otros a la Central Socialista de Trabajadores de la desmovilización, cuando ellos fueron cómplices de esa central corporativa proclamada por Chávez

Se escapa entre sus líneas, la incongruencia, para mantenerse incólumes  sin descubrirse, “la burguesía tradicional  y la nueva burguesía Roja-Rojita desean seguir acumulando…  capital partir del rentismo…  inherente  a ese modelo…”  desean seguir acumulando significa que antes lo hacían y lo insertan es ese modelo, que también los parió a ellos, y ahora se abren porque el modelo no da lo  suficiente.

Otra  ridiculez de Marea es seguir  esperando un revocatorio, eso se lo ganan eso no se regala, cuando Chávez se lo concedió a la MUD después del golpe, del lock out petrolero y por último de las trampas de la “firmas planas” para exigir el revocatorio, Chávez pactó. Aquí si va  o fue un grosero pacto, y más criminal ya que venía de perdonarlos luego de todo lo sucedido en 2002-2003.

Chávez que le tocó las época de las vacas gordas actuó de la manera más neoliberal con la pequeña crisis de 2009 inclusive fue, en un corto tiempo, más allá que Maduro, aumentó el IVA, mega-devaluó y como siempre se endeudó. Deuda que paga hasta ahora, puntillosamente Maduro, o renueva la deuda.

Las conclusiones de Marea

Marea escribe “Esta nueva referencia política debe, en primer lugar ser profundamente democrática, respetar la pluralidad y sobre todas las cosas, ser consecuentemente anticapitalista”, todo esas categorías fueron precisamente lo que llevo a Chávez a lo que tenemos hoy, fue democrático tan profundo en el sentido de la democracia burguesa, respetando la pluralidad que luego produjo guarimbas,  asesinatos, golpes, lock out y hoy siguen jodiendo.

El chavismo es democracia tanto como AD y Copei, que durante 40 años impusieron  desde el ejecutivo y el congreso nacional  lo que querían, discriminaban el empleo mediante el carnet del partido, reprimían, dirigían los tribunales desde la suprema corte hasta los regionales, los entes electorales cualquiera instancia fue restringida para sus adeptos,  cerrando con el poderoso buro sindical de AD con sus tenebrosas bandas armadas, la diferencia con la dictadura de Pérez Jiménez fue que no se permitían sindicatos ni partidos, ni marchas, ni derecho a la opinión  pública, los militares mandaban directamente, sin el voto de cualquiera forma.

Lo de consecuentemente anticapitalista es un pote de humo, porque ninguno fue anticapitalista ni Chávez,  desde un comienzo y ahora menos, que están ensartados con los pagos de las deudas y las reservas de divisas liquidadas.

Marea Socialista, que vivió la época de las vacas gordas de Chávez, vivió en el sentido  estricto del término, con sus bozales de arepa, les sirvió con su página aporrea, apoyo su burocracia sindical, y apoyo a la asamblea nacional por la cual votó y que no legislaron lo transcendental ni porque tenían mayoría absoluta en la época de Chávez. Ahora sienten en la época de las vacas flacas que los bozales de arepa escasean y se defienden, queriendo regresar al pasado.

Marea Socialista y sus socios de la izquierda quieren generar una renovación del chavismo, esto es funcional al capitalismo al evitar cualquier paso por  pequeño que sea en el camino de crear una vanguardia independiente, revolucionaria, la alternativa política para que la crisis la paguen quienes la causaron y no los trabajadores.

Oswaldo Ramírez

martes, 15 de noviembre de 2016

Un "nuevo Chavismo" o una estrategia revolucionaria

Un "nuevo Chavismo"  o una estrategia revolucionaria como alternativa




Para Washington  y  sus aliados,  así como también para los llamados gobiernos progresistas  es preocupante la inevitable caída de Maduro y el chavismo, mediante un recambio por  la derecha tradicional, que carece de  los recursos económicos y políticos para imponer los planes de ajuste.

 La agudización de la crisis capitalista mundial, complica la estabilidad para cualquier gobierno, y en particular en Venezuela donde a diferencia de otros cambios en Latinoamérica, sobre todo los realizados mediante  golpes parlamentarios,  el gobierno de Maduro ofrece una feroz resistencia a su final   y peor aun en medio de una economía destruida.

La posibilidad de una crisis de ingobernabilidad, convertida en un hervidero complica la estabilidad y  los recambios que se están dando en Suramérica, Venezuela  puede contagiar en lo inmediato a  Colombia, pero también más allá, a  su vecino oriental Brasil cuya situación  política y económica está bastante revuelta.

Para el movimiento obrero, y para la vanguardia militante de izquierda,  autónoma, revolucionaria, e independiente de los gobiernos,  es vital entender esta continuidad no como una sucesión lineal, mecánica de luchas sociales y  elecciones parlamentarias, sino como una experiencia estratégica de gran valor que debe ser analizado a fondo y en profundidad para prepararse como alternativa de poder.

Es necesario y urgente un análisis, no académico, sino de la lucha de clases, para elaborar una estrategia revolucionaria,  una guía para la acción, respaldada por un programa de políticas concretas y propuestas organizativas para asumir las luchas, por una salida a la crisis política, económica y social.

Es palpable que la mayoría popular no quiere volver al viejo sistema político burgués desacreditado, que fue derrotado por el chavismo, pero que este su vez como relevo también le llego su hora. Tenemos que partir de esta situación, mucha gente no quiere volver atrás, ante la quiebra del actual régimen político, pero no ve una forma alternativa de ir hacia adelante.

Objetivamente la disyuntiva es “ajustar” la economía venezolana a costa del pueblo trabajador, u oponerse  a quienes son los culpables de la crisis para que la paguen ellos. Los que estamos por esta segunda solución debemos comprender, para este fin,  que  solo se alcanza sobre una reorganización social dirigida por los trabajadores.

En Venezuela se puede dar una primera implosión política de grandes magnitudes producto de esta crisis económica global, debido a los menguados precios petroleros y los compromisos de pagos de las deudas contraídas. Sin duda una resistencia a los ajustes vendrá de los movimientos sociales y formas de organización popular nacidas desde el chavismo (asambleas populares y comunales en los barrios, cooperativas autenticas, movimientos sociales de lucha por vivienda, nuevas direcciones sindicales)

Hay que dar un salto, necesitamos una acción conjunta y no dogmática, no sectaria, un debate, por  una alternativa política independiente, agrupando  a todas las tendencias combativas de la clase obrera  y de la izquierda que lucha, para enfrentar  y superar la sumisión a la burocracia sindical  y la manipulación desde el gobierno.

Por un Congreso de Sindicatos y  Trabajadores  de Base, Combativos, que discuta un plan económico de la clase obrera y un plan de lucha para imponerlo.

José Capitán





Acto del Movimiento Obrero y la Izquierda en Argentina

Argentina  señala la vía: Una referencia desde el movimiento obrero


Como alternativa política de los trabajadores y de las vastas comunidades empobrecidas solo en Argentina se construye una vía, en ese sentido el  FIT (Frente de Izquierda y los Trabajadores) convoca  un acto masivo en el estadio de Atlanta en Buenos Aires este sábado 19 de Noviembre de  2016.

El Partido Obrero,  integrante del FIT, viene realizando una fuerte campaña muy concreta con actos por todo el país  y planteando las consignas de lucha  referidas a los acontecimientos políticos importantes y significativos de la situación argentina, para confluir en el acto de Atlanta y dar una respuesta como alternativa política por parte de los trabajadores y de todos los sectores oprimidos comunales, la juventud, la mujer, jubilados, artistas, desempleados.  La intención es  forjar, a través del acto y en adelante, un plan de acción frentista, un paso superior y  estratégico en la vanguardia que oponga al gobierno, sus aliados y su crisis económica, la alternativa  a través de un gobierno de los trabajadores 

Venezuela: La Izquierda en su laberinto

Venezuela atraviesa una crisis económica trascendental, cuyas consecuencias políticas sobre el chavismo  lo hacen perder cada  vez más poder mientras  la derecha tradicional expresada en las diferentes variantes de la MUD recoge el descontento al no existir una referencia por parte de la izquierda con propuestas, de lucha y  política, alternativas.

En el movimiento obrero es donde se descarga el mayor peso de la catástrofe,  los bajos salarios, los contratos impuestos o  vencidos, la tercerización, la burocracia sindical, el no reconocimiento de la libertad y autonomía sindical,  los despidos, las desmejoras de derechos adquiridos, entre otros el derecho a huelga, la intervención en la elecciones sindicales y en la  sindicalización,  la criminalización de la protesta laboral  y el desempleo.

No hay planes opuestos para siquiera frenar la situación, solo funcionan medidas económicas que empeoran el descalabro económico y social, que robustecen la tendencia a una respuesta masiva,  que se puede transformar en una rebelión popular y no hay, por mínimo que sea un intento por parte de la izquierda de tratar de dar una respuesta unitaria  y global a la crisis del país, y mucho menos que se enmarque en una alternativa de poder, por un gobierno obrero. Esto permite, impunemente que la derecha sea la interlocutora valida como receptora y orientadora, ante los fracasos del gobierno, de las luchas con el fin de desviarlas por la vía de recurrir a la intervención de agentes extranjeros como la OEA, la OIT, pedir revocatorio, elecciones  para encumbrar a los enemigos antagónicos por excelencia de la clase obrera, los patronos. 

José Capitán




Saludo de Opción Obrera al Acto del FIT en el estadio de Atlanta en Buenos Aires

En Italia gana la alcaldía de Roma una representante del partido 5 Estrellas,  y rápidamente entra en crisis, en La Grecia del default el  pueblo vota a Syriza, y  este  inmediatamente lo traiciona pagando la deuda, en España, Podemos supera  al  histórico Partido Socialista, pero Podemos viene de asesorar  al chavismo que  ahora fracasa Venezuela. En EEUU la juventud y los trabajadores  votan a Trump porque el “socialista” Bernie Sanders apoyó  a Hillary Clinton.  En Argentina   a diferencia del resto del mundo,  el FIT se acrecienta en este acto de Atlanta como la alternativa   a la catástrofe económica, que es el Gobierno de los Trabajadores, este el Faro que debe alumbrar al mundo. Viva el FIT la verdadera y única alternativa  de la izquierda y los trabajadores. Un saludo de Opción Obrera desde Venezuela

Por la Unidad Socialista de América Latina



sábado, 12 de noviembre de 2016

Trump: Una bala perdida del fascismo


Trump: Una bala perdida del fascismo



Podemos enumerar infinidad de razones para la victoria electoral de Trump. Pero la principal razón que está detrás de todas las demás es la tercera gran depresión. El mundo ha entrado en una nueva etapa después de la gran crisis financiera en 2008. Lo que comenzó después de ese momento clave fue una crisis económica con una profundidad pocas veces visto en la historia del capitalismo. Las depresiones se distinguen de las crisis periódicas, ordinario y de corto plazo por la imposibilidad de una recuperación espontánea. Las depresiones no pueden llegar a su fin sin convulsiones políticas, militares y sociales gigantescos. Durante este proceso, las viejas estructuras políticas de la sociedad se vuelven inadecuados para las necesidades de la nueva etapa. El viejo sistema comienza a desintegrarse en todo el mundo. Pero esta desintegración se presenta bajo diversas formas en los distintos países y regiones. El equilibrio político empieza a cambiar a los extremos,  a la  derecha o a la izquierda. En algunos lugares, esto significa, o bien fascismo o revolución, o ambos llegan a un primer plano. Donde uno falla, el otro se convierte en candidato para la energía.
Donald Trump es la encarnación del éxito de un fascismo especial, o más bien un protofascismo, donde la izquierda ha fracasado. Los lectores del periódico Gerçek y el sitio web saben que se utiliza el concepto de "proto-fascismo" para los movimientos que no tienen todas las características del fascismo, pero que podrían desarrollarse rápidamente estas formas y sustancias del fascismo cuando la ocasión y la necesidad se producen. El epicentro de estos movimientos en el siglo XXI son los países de la UE. Tales son los movimientos de extrema derecha, especialmente en países como Francia, Holanda, Alemania, Gran Bretaña, Suecia, Finlandia y Austria, a veces llamados "neofascista" y, a veces, de una manera muy engañosa, "populistas". Lo que distingue a Donald Trump es que él es un "rebelde" fascista. En la primera fase de la Tercera Gran Depresión, Trump-asi como la extrema derecha trataron de organizar un movimiento "Tea Party" y tomar el control del Partido Republicano, pero fracasaron. Donald Trump forma la segunda ola de la iniciativa, que sigue tratando de cambiar la política estadounidense hacia la derecha. A diferencia del "Tea Party" lo ha logrado. Pero el poder de Trump es diferente del fascismo clásico, así como  del "protofascismo" de hoy porque no hay ningún movimiento organizado como una entidad distinta del Estado . En este sentido, debemos considerar a Trump como una forma de reacción y una avalancha de barbarie completamente consistente con las tradiciones de un país donde la veneración por el individualismo alcanza su pico. Esto puede ayudarnos a distinguirla de la tendencia fascista en el resto del mundo. Esta característica es también uno de sus mayores debilidades.
Bernie Sanders no va a llegar a ser un ministro en el gabinete de Clinton!
La victoria de Trump provocó una profunda ola de desesperación en los EE.UU., al igual que las recientes victorias de Erdogan en Turquía. Se puede observar este fenómeno en los medios de comunicación social. El signo más notable es la caída de la página web de inmigración de Canadá. la gente acomodada, en los Estados Unidos, así como en Turquía, prefieren refugiarse en lugares seguros para luchar contra las tendencias fascistas! Pero si el fascismo triunfa, se hará un seguimiento de ellas en sus refugios! No tenemos ninguna duda de que lo harán.
Sin embargo, caer en la desesperación con respecto a la sociedad estadounidense sería un error flagrante. Hay dos razones concretas para ello. En primer lugar, considerado en su conjunto, estas elecciones vieron el surgimiento de no sólo un "fascismo cañón suelto", sino también de un "socialismo Maverick". Sin embargo, las direcciones que debe han dirigido esta tendencia socialista a un movimiento político organizado por salvarlo de este aspecto "Maverick" eludieron su deber y, por tanto, este proceso de renovación socialista tiene, por ahora, una parada.  
Está claro que estamos hablando de la reactivación de izquierda encarnada en el éxito de Bernie Sanders en las primarias del Partido Demócrata. Sanders representa el mayor éxito jamás obtenido por la izquierda en las elecciones de Estados Unidos. Sin embargo, justo después de perder las primarias debido a las barricadas instaladas en marcha contra la izquierda y las prácticas torcidas del aparato del Partido Demócrata,  hicieron un cambio de actitud y se unieron detrás de Clinton, a quien habían llamado "la candidata de Wall Street" durante las primarias. Esta fue una traición en toda regla a sus seguidores que emitieron 13 millones de papeletas para él, sobre todo entre ellos los trabajadores de cuello azul, y las luchas de los negros, las mujeres y los jóvenes, lo que le dio un inmenso apoyo y apareció como una fuerza masiva lleno de promesas. Sin embargo, esto no es ninguna sorpresa de un reformista "socialista" que ha trabajado durante décadas en el Senado del país imperialista-capitalista más grande.  
Sin embargo, Sanders no es el único que rendir cuentas por el fracaso de la izquierda. Estamos más preocupados con la rendición de cuentas de los verdaderos socialistas que la suya. El movimiento socialista de los EE.UU. tiene una responsabilidad considerable para la dispersión de la fermentación que surgió durante las primarias. Se llevó a cabo una "esperar y ver la política", con una concepción superficial de "nuestro tiempo vendrá", a pesar de la aparición de una grave tendencia del apoyo de la clase obrera y la movilización activa y militante de la juventud. Se ha perdido por lo tanto una oportunidad grave. La izquierda socialista podría haber aplicado una política hábil, empleando la táctica del frente único vis-à-vis la campaña Sanders sin crear ninguna ilusión sobre el líder reformista. Debería haber tratado de evitar la dinámica de los 13 millones de votantes en un tercer polo, un tercero y, por qué no, el partido obrero de masas. Incluso si la izquierda socialista fracasó, se habría creado un movimiento social joven, feroz hacia Trump y templado en la lucha,. Ahora bien, este potencial se convertirá en personas desalentadas, pesimistas y aisladas. Quién sabe, algunos de ellos podrían ya haber comprado sus entradas para Canadá. En política, el tiempo es  la esencia.
Debemos recordar a nuestros lectores que, si bien Sanders contendía, a Hillary Clinton, e incluso la posibilidad de su nominación, aunque de largo aliento, se vislumbraba en el horizonte, las encuestas de opinión que sugerían, en comparación con Clinton, Sanders tenía más probabilidades de vencer a Trump ! el aparato del Partido Demócrata, mediante el apoyo encubierto a Clinton  manipuló las primarias, saliéndole tiro por la culata! Pero, evidentemente, esto no es más que nueva evidencia de la tendencia de la burguesía para tomar esa decisión cuando se enfrentan al fascismo y al socialismo simultáneamente, a menos que se encuentren en situaciones desesperadas.
Las contradicciones de Trump
Desde las etapas iniciales de las elecciones en Estados Unidos que han afirmado claramente, basando nuestra evaluación sobre los aspectos principales de la Tercera Gran Depresión, que a pesar de los opuestos exactos del espectro político, Trump y Sanders representan dos respuestas distintas a una sola pregunta. La pregunta es la solución a los grandes problemas que enfrenta la clase obrera,  esta última se ha empobrecido  cada vez más  durante las últimas décadas en virtud de los constantes ataques del capital financiero. Estos problemas van desde las ejecuciones de viviendas debido a su falta de pago de las cuotas hipotecarias en las condiciones de la gran depresión a  la decadencia de sus barrios. Mientras que Sanders y los socialistas propusieron una solución a través de la lucha contra el capitalismo y el capital financiero, Trump, por el contrario, propone una solución a través de racismo. Cuando el primero falló, este último triunfó.
Sin embargo, es fácil  ofrecer soluciones a la clase obrera, cuyas condiciones de vida están hoy en decadencia, pero difícil de implementar estas soluciones en la profunda crisis del capitalismo. Las crisis capitalistas profundas, especialmente las grandes depresiones, hacen que cualquier tipo de paz, incluso una tregua entre los intereses de la burguesía y la clase obrera son imposibles. El hecho de que Trump ha declarado que va a resolver los problemas de la clase obrera sobre la base del racismo, no significa que él puede hacer simplemente eso. Ya, la bolsa de valores reaccionó fuertemente contra la elección de Trump. Trump es un capitalista de principio a fin. Su solución nunca podría ir en contra de los intereses generales del capitalismo. Pero la política de guerra contra el libre comercio, como  prometió Trump, perjudicaría necesariamente al capitalismo norteamericano y en consecuencia al capitalismo mundial, dado que los EE.UU. es la economía más grande en el mundo. Por lo tanto, ahora que Trump es un hombre de Estado, está atrapado entre la expectativa de sus seguidores y de las necesidades del capitalismo.
Este es el segundo contra-tendencia que muestra que  la sociedad estadounidense no ha caído en las garras de reacción de una manera unilateral e irreversible. Las vacilaciones de Trump, harán que las expectativas de la clase obrera desencadenen una tendencia a la lucha. Aunque el racismo sería el remedio venenoso de la sociedad en un primer momento, las cosas cambiarían en el tiempo. El ritmo y las formas concretas de esta contradicción son difíciles de predecir. Pero después de un período de gracia inicial, la clase obrera podría empezar a luchar contra Trump en formas que son difíciles de prever en este momento. Si esto puede converger con la reactivación provocada por la campaña Sanders, aún con vida, por el momento, y en el escenario más extremo  puede ser testigo de un resurgimiento de la izquierda.
Nuevas catástrofes en el horizonte, así como nuevas oportunidades
A menos que la izquierda  de la guerra contra el liberalismo, la bestialidad del  protofascismo hará, multiplicar las catástrofes. Las elecciones se celebrarán en Francia y los Países Bajos en marzo. En Francia, Marine Le Pen, la mujer presidente del Frente Nacional casi seguro que será la principal candidata en la primera vuelta de las elecciones. A pesar de que probablemente perderá la segunda vuelta de las elecciones, esto significa que protofascismo está llamando a las puertas del poder. En los Países Bajos, se espera que el movimiento proto-fascista liderado por Geert Wilders ganaría el primer lugar en las elecciones generales. Sin embargo, los movimientos proto-fascistas de estos países también se enfrentan a las mismas contradicciones. 2016 ha sido testigo de la lucha incansable de la clase obrera francesa contra la nueva Reforma Laboral, llamada la Ley de El Khomri. Esto significa no sólo protofascismo sino también la lucha de la clase obrera está en aumento.
A continuación, debemos entender que el futuro está lleno de peligros, pero no hay razón para la desesperación y el pesimismo. Estamos pasando  un período de luchas trascendentales. Si la izquierda socialista no puede hacer lo mejor de este potencial, el futuro podría ser sombrío. Pero si la izquierda socialista está a la altura de las circunstancias con su discurso y su organización un futuro brillante se puede aprovechar. Obviamente, este potencial podría ser abortado! Todo depende de la política y el éxito de la vanguardia revolucionaria de la clase obrera.

por Sungur Savran DIP Devrimci İşçi Partisi Partido Obrero Revolucionario de Turquía

12 de noviembre 2016

jueves, 10 de noviembre de 2016

“La democracia en América”: de Tocqueville a Trump


“La democracia en América”: de Tocqueville a Trump

La victoria electoral de Donald Trump marca un giro político hacia el bonapartismo, o sea hacia un régimen de poder personal de contenido reaccionario. Se trata de algo que va más allá de la concentración de poder que otorga el sistema presidencial norteamericano.

La caracterización de Estados Unidos como una democracia de oligarquías agrarias, acompañada por un Ejecutivo simbólico, no es correcta históricamente y menos aún para su desarrollo ulterior. La guerra con México, la Guerra de Secesión, la anexión de hecho de Cuba, una seguidilla de crisis financieras a fines del siglo XIX y principios del XX y dos guerras mundiales propiciaron una fuerte centralización estatal; los organismos “reguladores” en todos los campos, y en especial en la seguridad nacional, se encuentran, a todos los fines prácticos, por encima del Congreso. Este fenómeno no hizo más que acentuarse a partir de un sostenido armamentismo nuclear, un nuevo ciclo de guerras a partir de la desintegración de Yugoslavia y, finalmente (si se puede decir así), la bancarrota capitalista que va por su octavo año (y cuyo epicentro fue, precisamente, Estados Unidos) –o desde mucho antes, si arrancamos de la crisis asiática de 1997, y ni qué decir de la crisis industrial y financiera de la década del ’70.

No es casual que Clinton advirtiera en su campaña contra el peligro de que Trump manejara el gatillo nuclear. Esa simple posibilidad es un epitafio para cualquier democracia política y, por supuesto, para el conjunto del régimen social vigente.

Campaña golpista

Ahora culmina una campaña electoral que se caracterizó desde el inicio por poner en evidencia una crisis política de magnitud excepcional: tanto en el Partido Demócrata, con la victoria sin precedentes de un “izquierdista”, Bernie Sanders, sobre Clinton, en veintidós Estados, y en especial por el “nocaut” técnico al aparato del Partido Republicano por parte de quien se exhibía como un “clown” mediático, un millonario de negocios turbios. Un resultado diferente al que se conoció finalmente habría tenido por consecuencia, por lo tanto, sólo un cambio en la hoja de ruta de esta crisis política, de ningún modo una cancelación.

También a esta crisis hay que ponerla en perspectiva histórica, pues ha sido precedida por el asesinato de John Kennedy y su hermano Robert; el desmoronamiento de la gestión Carter; la derrota en Vietnam y la destitución de Nixon; el fraude electoral que impuso a George Bush (h) sobre Al Gore. La demolición a la que asiste el Partido Republicano tiene una década de desarrollo, con la aparición del fascistoide Tea Party.

La campaña electoral que acaba de finalizar tuvo un definido carácter golpista, pues se caracterizó por las “filtraciones” del aparato de seguridad acerca de los candidatos y una lucha interna dentro de ellos, que el “trumpista” Robert Giuliani, el inventor de la “tolerancia cero” en su gestión en Nueva York, calificó de “rebelión”. La “limpieza” que hará Trump en el FBI dejará para el recuerdo a Stiuso, al Grupo Halcón, a Lagomarsino y a Nisman.

Es el inmovilismo, “estúpida”

Una victoria de Clinton no habría representado un tránsito en “la continuidad” sino el inmovilismo, y esto ante una crisis mundial que no cesa de crecer. Es decir, habría encabezado una administración sin certeza de fin de mandato.

La deuda pública, en la actualidad de 14 billones de dólares (que sumada a la de los Estados y municipios supera cómoda los 20 billones de dólares, un 120% del PBI, se proyecta a 22 billones de dólares para el año 2025 y a un total federal de 30 billones de dólares -sin contar los “entiltelments” –o sea los pagos futuros de seguridad social. El servicio de intereses pasaría, en el mismo período, de 250 mil millones a 800 mil millones de dólares. China, Japón, Rusia y Arabia Saudita tienen en su poder más de la mitad de la deuda pública norteamericana, y los cuatro asisten a crisis financieras severas. Las consecuencias catastróficas que tendría la venta de esa deuda para la economía mundial es un tema recurrente en los mentideros financieros internacionales.

La “recuperación económica” a la que se alude para reivindicar a Obama, no solamente tiene mucho de dibujo, ya que no hace referencia al decrecimiento de la población activa (que busca trabajo) ni al empeoramiento de la calidad del empleo y la remuneración de la fuerza de trabajo. El crecimiento del PBI es bajo –2 por ciento anual–, inferior al potencial, y tampoco registra el desgaste acelerado de la infraestructura y su más acelerada obsolescencia. ¡La productividad del trabajo está en retroceso! La deuda por estudios universitarios se encuentra en niveles de quebranto –es de un impagable billón y medio de dólares. Un Estado entero, Puerto Rico, fue declarado insolvente. El déficit de inversión es de tal magnitud que los bancos privados tienen atesorados casi tres billones de dólares. La emisión de dinero de la Reserva Federal, sea para rescatar bancos o financiar a tasa cero a las corporaciones, ha agotado todas sus posibilidades. La caída del comercio se verifica en el retroceso de la velocidad de circulación del dinero que se emite.

Cuando Obama anunció un aumento del 25% en las contribuciones a la salud, apenas dos semanas antes de los comicios, la intención de votos para Trump dio un salto y también dejó al desnudo la desfinanciación del seguro universal –entre otras cosas por la suba imparable de los medicamentos y de los tratamientos privados. De este modo, Trump recibió un empuje incluso con anterioridad a que el FBI informara que volvería a investigar a Clinton por su manejo de servidores privados para asuntos públicos.

Contra la clase obrera

Es así que, en el debate político de la crisis económica, la iniciativa la llevó el “clown”, no la que hacía gala de “experiencia”. Clinton desarrolló una agenda “cultural” vacía en torno del clima, al género y el racismo –lo que no impidió que la votaran menos afroamericanos que a Obama y que una mayoría de mujeres “blancas” (una curiosa distinción estadística) votara a su rival. Contra las previsiones de todas las encuestas, que preveían una menor participación electoral, por la alta “imagen negativa” de los dos candidatos, se registró un récord de concurrencia. Trump hizo eje en el “empleo” (la clave para su victoria), en forma engañosa. Planteó una política proteccionista y una desvalorización de la deuda pública como instrumentos de una re-industrialización de Estados Unidos –en realidad, una política de guerra comercial y financiera. Se valió del slogan “crear empleos” para disimular el pasaje de la guerra comercial “normal” a la devaluación y a los aranceles. El especulador inmobiliario, que aprovecha la valorización ficticia del terreno urbano, dejó al desnudo el carácter crecientemente rentístico de la economía norteamericana. Es precisamente esto lo que también puso en evidencia el Brexit.

Como buen representante de la reacción capitalista, se opuso al aumento del salario mínimo y a la defensa del derecho al trabajo por medio de los sindicatos. Se comprometió a bajar el impuesto a los réditos del 35 al 15 por ciento. Llegó a plantear la derogación de las normas de regulación bancaria (piso de capital) que cuestionan los bancos, y hasta nombraría, anunció el muy leído Político, a un agente de Goldman Sachs secretario del Tesoro –como ocurre con el Banco de Inglaterra y el Banco Central Europeo.

Estamos ante un amasijo de medidas contradictorias, pero con un hilo conductor: guerra comercial y financiera y ataque a los derechos laborales; es decir, lo que, con menos estridencia, ha venido ejecutando la administración Obama. Lo mismo ocurre con el reforzamiento del Estado policial, que ya se encuentra militarizado. En el cierre de campaña, Trump puso mayor énfasis que nunca en que incrementaría en forma sustancial el gasto militar, como si las guerras de Obama-Clinton fueran un juego de niños.

Queda por ver si el capital norteamericano tiene la misma caracterización de Trump y si comparte la oportunidad de operar un salto cualitativo en la puja comercial y financiera para acaparar una mayor parte de la plusvalía mundial. En Gran Bretaña ya hay una reacción contra el Brexit y se perfila una crisis política; podría ocurrir algo similar en Estados Unidos. La política de extorsiones que Trump plantea contra los rivales de Estados Unidos en el mercado mundial, supone una mayor militarización y guerras. La sola noticia de la victoria de Trump ha acelerado el derrumbe de monedas como la lira turca o la libra egipcia; la salida de capitales podría producir una devaluación del peso argentino y afectaría el blanqueo.

De estas contradicciones y antagonismos emerge el carácter potencialmente bonapartista del magnate; Marx había observado que el lumpenaje puede representar una forma adecuada de gestión del Estado capitalista, sólo si antes ese Estado se apropia de la sociedad civil de un modo tan intenso como para viabilizar o instrumentalizar una gestión de lúmpenes. No es el caso de Estados Unidos por ahora, sacudido por las fuerzas centrífugas de la bancarrota capitalista mundial y una fuerte división de la burocracia del Estado y de sus partidos, y una potencial polarización política.

Lucha de clases

Para cerrar este análisis hay que volver al principio. Durante las primarias de esta campaña y enseguida después, los sondeos de opinión mostraron algo más que interesante: solamente Bernie Sanders podía ganarle un “tête à tête” a Trump, e incluso a Clinton en una partida “à trois”. Sanders prefirió ir a la cola de la opción liberal frente a la fascista, luego de haber denunciado el carácter capitalista y proimperialista de Clinton (“representante de las corporaciones”) e incluso su “corrupción” y el manejo “fraudulento” de la interna que los había enfrentado en el Partido Demócrata. Desmovilizó de este modo a quienes lo habían votado en masa y abandonó el trabajo de llevar al campo de la izquierda que representaba, a los trabajadores afectados por la crisis más despolitizados. La posibilidad de una polarización política fue entregada a lo que termina siendo una victoria de la reacción política. Una responsabilidad mayúscula en todo esto corresponde a la burocracia de los sindicatos, que bloqueó una candidatura opuesta al bipartidismo y puso a su aparato al servicio de una probada camarilla antiobrera –como lo ha sido la familia Clinton.

En el lapso breve de unos meses quedó expuesta la inconsistencia política del centroizquierdismo pero, al mismo tiempo, la volatilidad de la crisis política del Estado burgués. Entre una candidata de la “lucha cultural” y uno de la “guerra (reaccionaria) de clases” y ganó este último. La historia se repite.

Jorge Altamira